Escuchar, mirar, recordar. Tres acciones simples y cotidianas que, tejidas en comunidad, se vuelven un gesto político. Así nace Ancestras del Futuro, una serie testimonial sonora y visual que entrelaza relatos de vida de mujeres trabajadoras del cuidado en Argentina y Chile, especialmente en territorios donde el Estado llega tarde o no llega.
El proyecto se materializa en forma de podcast, disponible en Spotify, YouTube e Instagram, y en un mural colectivo en Junín de los Andes (Neuquén) que retrata a sus protagonistas: mujeres armadas de escobas, mopas y ollas, que transforman la precariedad en fuerza colectiva.
La iniciativa es fruto de una exploración transdisciplinaria desarrollada por la periodista chilena Alejandra Villarroel Sánchez y la artista visual argentina Ailén Possamay, junto a las comunicadoras radiales Débora Cruces y Maitén Cañicul, todas becarias de la Fundación Puentes (2024). Inspiradas en el archivo vivo de las luchas populares y feministas, las creadoras sostienen este proyecto con una premisa clara: las memorias del cuidado también construyen futuro.
Desde la Radio Comunitaria FM Che de Junín de los Andes, donde se produjeron las locuciones y parte de las entrevistas, Ancestras del Futuro convoca a escuchar cinco historias de mujeres que cuidan y se organizan: Mary, Rosa, Ramona, Susana y el grupo de Trabajadoras de Casas Particulares de Junín, quienes reflexionan sobre la dignidad, la resistencia, la educación popular y los vínculos que sostienen la vida.
Tomar las riendas del futuro
El primer episodio se abre con una voz firme, pausada, profundamente política. Es Mary Báez Suanez, militante chilena, sobreviviente de la dictadura de Pinochet, integrante de la Asamblea de Mujeres Revolucionarias María Galindo y vecina de la región del Bío Bío. Mary se define como una mujer revolucionaria: “soy una trabajadora que, junto con otras, se ocupa de tomar las riendas de la sociedad”, se emociona cuando cuenta su historia, porque su recorrido involucra el de muchas otras mujeres y también, la lucha política de su país durante la dictadura y su detención, teniendo solo 20 años.
Mary está presente también en el mural, que se montó como parte del proyecto, y en las palabras de otras compañeras. Para ella, ser nombrada como ancestra no es solo un reconocimiento, sino un compromiso. En el podcast señala que no basta con criar personas o cuidarlas: “una ancestra es una mujer con sabiduría, que ha aprendido cómo sanar y cómo solucionar, incluso en los lugares donde el Estado no llega.”
Sobre su participación en el proyecto, Mary expresa gratitud y asegura que son muy escasas las oportunidades que tienen como mujeres que cuidan de promover sus ideas, por eso la invitación le permitió plantear su opinión y la realidad de una clase social olvidada. La suya no es solo una biografía, sino una pedagogía popular. Para ella, la dignidad es mucho más que una consigna: “Dignidad es no conformarse con las migajas que el sistema capitalista decide darnos. Es tener el coraje de ir por todo: por salarios justos, viviendas dignas, una salud universal y gratuita. Dignidad es una palabra que representa la vida”. En sus palabras, Mary entrelaza memoria, análisis y esperanza. “La oscuridad de estos días no será eterna. Y eso depende de nosotras y nosotros: tomar las riendas del futuro es un deber”, afirma.
Dignidad como forma de vida
Para Ailén Possamay, el corazón del proyecto está en esas estrategias de dignidad que las mujeres activan en sus vidas cotidianas, como dicen en la introducción el podcast se trata de un archivo testimonial que recorre las historias y los procesos de las mujeres que construyen dignidad a ambos lados de la cordillera: “fuimos a buscar, ahí donde parece que solo hay reproducción de la fuerza de trabajo, los secretos del cuidado. No solo para sostener la vida, sino para imaginar y crear nuevos modelos de dignidad”, explica.
En ese camino, encontraron un mundo: de organización, fortalezas y ternuras. Se dieron el tiempo de escucharlas a todas juntas, y encontraron que cada historia de vida queda inscripta en una historia universal de lucha y resistencia ancestral de las mujeres: “es una posta que se transmite, que invita a transformar”, señala Ailén. Alejandra Villarroel, otra de sus creadoras, suma su mirada: “Queríamos visibilizar las estrategias extraordinarias que las mujeres organizan para sobrevivir a las inequidades. La entrega, la alegría, la valentía de oponerse o liberarse de las opresiones que vivieron durante años. Eso también es dignidad”.
Ancestras del Futuro también es un gesto de reconocimiento y afecto. Un homenaje que busca abrir una conversación con quienes escuchen el podcast o se encuentren con los murales por las calles. “Esperamos que se identifiquen, que se conmuevan, que empaticen”, dice Ailén, quien coordinó la realización colectiva del mural en Junín de Los Andes. Alejandra espera que el proyecto permita una reflexión crítica sobre el trabajo de cuidados: “puede ser una puerta de entrada para revisar el rol de ama de casa y el no reconocimiento de ese trabajo sobre el que se sostiene el sistema”. Ambas esperan que el mural inspire a reapropiarse del espacio público como lugar educativo, que se replique en otros territorios y que pueda darse una conversación transformadora.
Barrer injusticias, juntar rebeldías
El proyecto tomó forma de manera presencial cuando Alejandra Villarroel y Mary Báez viajaron desde Chile hasta Junín de los Andes para presenciar la realización del mural. Allí, en la Radio Comunitaria FM Che, se dio un encuentro amoroso y político con mujeres trabajadoras de casas particulares del pueblo, que empezaban a organizarse, movidas por la necesidad de brindarse contención y fuerza frente a los maltratos naturalizados bajo el concepto de “empleada doméstica”.
La invitación a estampar su imagen y su consigna en el espacio público se concretó en marzo, sobre una de las paredes de la Escuela Primaria N°7, Tomás Falkner, con un mural de 7 metros de largo por 5 de alto, realizado con técnica de stencil. “¡Barriendo injusticias, juntando rebeldías!” fue la frase que abrazó la imagen de diez trabajadoras retratadas, que participaron activamente del proceso junto a voluntarias y amigas.
Para llegar a esa etapa, Ailén Possamay llevó adelante un trabajo minucioso: caló a mano con bisturí las 183 hojas A3 que, armadas de a seis, conformaron la estampa. Desde hace años, Ailén aborda el trabajo de cuidados en su obra gráfica, que esta plasmada a lo largo del país y en otras latitudes de Latinoamérica. Sin embargo, esta experiencia colectiva, dice, fue especialmente transformadora: “organizarse con otras para vivir mejor, para transformar las realidades injustas que nos hacen sufrir. Eso es cuidar. Eso es dignificar la vida”.
¿Quiénes son estas mujeres armadas de ollas, palas, escobas y mopas?: Trini Cahuin, Miriam Sepúlveda, Laura Soto, Hilda Quilaleo, Eda Valdebenito, Delia Linares, Claudina Zúñiga, Flor Rodríguez, Lucía Guentian y Piren Quialeo, trabajadoras de casas particulares de Junín de Los Andes. El proyecto retoma la premisa de la teórica y activista Silvia Federici: eso que llaman amor, es trabajo no pago. Idea atraviesa toda la serie, que no solo visibiliza el trabajo doméstico y de cuidado, sino que lo eleva a la categoría de memoria colectiva y potencia transformadora.
Las historias que suenan en el podcast no son relatos individuales aislados: son mapas afectivos de resistencia y afecto. Faros para imaginar futuros más justos, donde cuidar no sea una carga invisibilizada, sino un trabajo reconocido y valorado. Porque, como dice Mary: tomar las riendas del futuro es un deber.
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