Calzarse los guantes y pelearle al destino, resuena a metáfora trillada. Sin embargo, al ver los rostros, gestos y puños apretados de los vecinos y vecinas, la metáfora pareciera actualizarse y calzar justo con la actividad de boxeo comunitario, la cual se realiza tres veces a la semana en el Centro Vecinal del barrio 20 de Junio, en la zona sudeste de la ciudad de Salta.
Cerca de las 20 horas los participantes comienzan a llegar al espacio barrial: grandes, chicos, adolescentes, hombres y mujeres, en definitiva, un universo variopinto de edades y trayectorias deportivas y de vida.
La noche es agradable; el patio, amplio y bien iluminado; en los extremos cuelgan bolsas de boxeo, se amontonan sobre el piso guantes y vendas que esperan el momento justo para ser utilizadas.
Las historias son diversas; adultos con experiencia en la disciplina, niños que vienen solos desde sus casas con intención de distraerse, hasta madres que llegan de barrios vecinos, que comenzaron acompañando a sus hijos y terminaron sumándose a la actividad.
La clase comienza con una rutina de calentamiento, todos se ponen rápidamente en tarea, y aquellos que llegan demorados no dudan en sumarse al ritmo que el profesor Franco propone desde el minuto cero.
“Vengo practicando boxeo desde los 17 años, competí, hice peleas amateurs y después empecé como ayudante; luego comencé capacitaciones y hoy ya soy profe de boxeo”, comenta el docente que se puso al hombro la actividad, que congrega a más de 30 vecinos por clase, incluso en épocas de invierno.
“Lo que tiene de bueno el boxeo”, remarca Franco, “es que es un deporte muy popular y atrae a mucha gente, y a la vez también sirve mucho como contención, algo que ayuda bastante en los barrios. A mí el boxeo me creó disciplina, constancia, algo que me gusta transmitirlo a las personas que vienen a las clases”.
Por otro lado, Fernando es referente del espacio; no toma las clases pero está atento a cada detalle o necesidad, y se presta sin problemas para conversar sobre el dispositivo de manera más amplia. “Nosotros pertenecemos al Movimiento de Trabajadores Excluidos, y dentro de él somos la rama que se llama Vientos de Libertad, desde donde tratamos de generar prevención con temas vinculados al consumo, y hablamos de consumo de cualquier tipo. Acá en Salta, por lo general, si se habla de consumo lo primero que se piensa es en la droga, pero hoy en día la sociedad está atravesada por el consumo en general: televisión, teléfono, redes sociales”.
Fernando aclara: “trabajamos con cualquier edad y lo hacemos desde el deporte, como con este taller muy concurrido de boxeo. Creemos e impulsamos para que el cambio social pueda también darse a través del deporte, actividades que nos aporten para llegar a ese cambio”.
Otra de las referentes del espacio es Judith, quien vive y transita a diario las calles del 20 de Junio, palabra autorizada para describir el barrio y la zona. “20 de Junio es una comunidad muy poblada con necesidades básicas que no se cumplen; es un lugar donde la luchamos todos como familia, nos conocemos de años, nacimos y crecimos en un lugar. Y particularmente yo, vengo trabajando en lo social desde hace mucho tiempo; antes vivía en la parte urbanizada del barrio y por diferentes razones ahora vivo en Ampliación 20 de Junio, donde también tengo un comedor que se llama La Gran Familia”.
Judith se lamenta pero no baja los brazos. “Antes éramos más organizados, más compañeros, más vecinos, pero la situación de hoy genera como que cada uno esté peleando por lo propio, y esto pasa, en parte, porque antes teníamos trabajo, estábamos mejor y teníamos tiempo”.
La referente barrial conoce el pulso del ritmo social, tanto de sus vecinos como de los pibes y pibas que a diario recorren las calles de la zona sudeste de la ciudad. “Los chicos están pasando situaciones económicas muy complicadas, hay muchas peleas entre madres y padres por todo lo que se vive, están sobrecargados; entonces los chicos ven esas peleas y cuando llegan al comedor o algún dispositivo como este de boxeo, te cuentan cosas muy duras: que no tenían ni un pan, o que comió él y su hermano pero que su mamá y su papá no comieron. Y los adolescentes lamentablemente están cayendo en adicciones desde muy chicos, esto antes no se veía tanto”.
Aún inmersos en este contexto barrial y social, la contención y los momentos de escucha que se dan en los diferentes espacios, dejan ver pulsiones de vida que merecen ser resaltadas. Así lo visualiza, justamente, el profesor Franco: “Arrancamos con todo y la gente se enganchó, valora mucho el lugar. Al principio no teníamos equipamiento, pero hubo donaciones y se organizaron rifas, la gente ayudó mucho, así pudimos sumar algunas cosas más. Además, trabajamos con un rango de edad muy amplio; vienen pequeños, grandes, adolescentes, tratamos de que sea bien amplio el tema de la edad, ya que para dar las clases no tenemos problema con eso, esto es comunitario y queremos, justamente, que la edad no sea un límite”.
“En el centro vecinal tenemos un equipo con trabajadoras sociales, psicólogas, contamos con una abogada también, llevando adelante las actividades a pulmón y articulando con Sedronar, aunque sabemos que se están vaciando esas políticas por todos lados”, comenta el referente territorial y agrega: “Nosotros decimos que lo que hacemos es del desde el barrio y para el barrio, y desde ahí nos paramos”.
“A través de los profesionales que nos acompañan se están generando diferentes talleres para las madres y los vecinos”, resalta Fernando. “La semana pasada tuvimos un taller donde se generó un debate muy interesante con las madres de los chicos y las mujeres que vienen a la actividad de boxeo, y surgieron muchas preguntas en torno a los diferentes tipos de consumo, pero puntualmente el tema de teléfono y las redes sociales”, cuenta.
Estos espacios y talleres que surgen aparentemente al margen del deporte, aparecen justamente gracias a estas propuestas en espacios de esparcimiento amigables y cuidados, donde la práctica física, el intercambio y una taza de mate cocido con bollo genera comunidad dentro de la comunidad.
“Están muy enganchados con la actividad”, resalta el profe de boxeo, “de hecho, nos exigen que sigamos sumando equipamiento y eso está bueno porque se ve que le meten pilas; de hecho, los que pueden se compran sus propias cosas, vendas, por ejemplo, y eso demuestra un enganche con el deporte, un interés real”.
“No venimos a dar todas las respuestas”, aclara Fernando, "pero sí ponemos el esfuerzo en esos pequeños acompañamientos, pequeñas cosas que a los pibes, a las pibas y también a las madres, muchas veces solteras, les da una mano importante para poder llevar una mejor crianza con un acompañamiento genuino hacia su hijo”.
En los márgenes de la ciudad, el boxeo comunitario se transforma en mucho más que un deporte: es refugio, escuela de vida y herramienta de transformación, algo que parece sintetizar cabalmente con sus palabras la luchadora barrial Judith: “Aún en estos momentos difíciles, no queda otra que seguir organizándonos como comunidad para cambiar la lógica y el pensamiento que hay hoy a nivel nacional, porque nosotros lo vemos y lo sabemos, que las necesidades reales y puntuales, están en los barrios más vulnerables”.