La última –y muy reciente- imagen pública de Jason Momoa lo exhibió en el centro de un círculo infernal. No fue en alguna prototípica ficción superheroica, sino en el corazón de un pogo hace tres semanas en el recital de despedida a Black Sabbath. El actor hawaiano relucía en el medio de la turba mientras sonaba “Cowboys from Hell” durante el set de Pantera. Imposible no hacerlo con sus casi dos metros de altura, pelo largo y garbo como el jefe de cualquier clan que se preste.
En el pasado Momoa fue el monarca de Atlantis en Aquaman y en See comandó a los suyos en un mundo apocalíptico y enceguecido. Desde el viernes 1° de agosto retomará su oficio con Chief of War (Apple TV+), la miniserie que toca una fibra íntima en su protagonista y productor. Los nueve episodios de este drama épico e histórico siguen el proceso de unificación de las islas antes de la llegada de los británicos a finales del siglo XVIII.
Una vez más el oriundo de Honolulu encarna al héroe reticente. Ka'iana tenía todo para reclamar el trono de uno de “los cuatro reinos unidos por el agua”, pero optó por el exilio. Los motivos por los que prefiere cazar tiburones con sus manos en una isla perdida son claros. Jefes cegados de poder y “dioses poderosos” llevaron a que las tribus estén en un círculo reincidente de derramamiento de sangre. Ya en los primeros minutos a este líder sin corona lo ponen al filo del volcán: acepta luchar para los Maui o masacran a su gente.
“Es un guerrero con la visión de los peligros de la colonización y la convicción de que la unificación es la mejor defensa. Ka'iana sabía lo que venía del mundo exterior y, curiosamente, zarpó muy lejos de Hawái, tras regresar, luchó por un objetivo con armas modernas y asesores que trajo del exterior. Es, sin duda, el personaje más impactante que he interpretado. Lo llevo en mi sangre”, asegura Momoa en una conferencia de prensa de la que participó Página/12 junto al resto del elenco.
Claro que el objetivo del frente común entre su clan, el de los Kaua’i, los Hawai’i y O’hau, no es sencillo. La trama, de hecho, sigue en extenso las batallas internas y externas de los grupos que compartían la cultura polinésica. Es sugestivo que Momoa no encarne al “Dios de la Guerra”, ese rol queda para Kamehameha (Kaina Makua) quien lidia con su propia inexperiencia. Ka'iana, por su parte, se proyecta como el líder espiritual y un arma clave para los combates. Otro de los personajes relevantes es el encarnado por el neozelandés Temuera Morrison (El libro de Bobba Fett). “Somos un gran pueblo. Nosotros usamos la palabra 'Tupuna' para referirnos a nuestros ancestros. En Hawái dice 'Kūpuna'. Nosotros decimos 'aroha', y ellos 'aloha'. Es un orgullo ser de este viaje. Hemos visto guerreros romanos y griegos, ahora es el turno de Polinesia”, dice el actor de ascendencia maorí.
La particularidad de Jefe de guerra sucede en ese punto donde se conjugan los usos y costumbres de la épica en pantalla, una enorme gama de personajes y la peculiaridad de ese enorme pueblo y ombligo con la tierra. Los implicados, de hecho, cuentan que hubo una conexión espiritual durante el rodaje con el lugar. “El finale lo rodamos en tierras de lava. Dos volcanes entraron en erupción en ese mismo momento y cesaron cuando terminamos. Por suerte nos acompañó la lluvia. No sé si alguna vez voy a poder rodar algo tan grande como eso”, repasa Momoa quien dirigió el último episodio.
Aquí se habla el dialecto olelo, la cámara se regocija con sus postales geográficas y las batallas cuerpo a cuerpo. “Sentimos que honramos a la isla y que la isla nos honró”, confiesa Thomas Pa’a Sibbett, el cocreador de la serie y guionista de varios proyectos en los que estuvo involucrado Momoa (Peligro en la montaña, La última cacería, Aquaman y el reino perdido). “Hay algo en la manera que trabaja la cabeza de Jason que entiendoo y juntos lo trasladamos a una historia. Es muy natural. Nunca hubo que encontrar un tono, fue simplemente ser fieles a nosotros mismos y a nuestra historia. Hablamos muchos de nuestros linajes hawaianos al punto que nos dimos cuenta que somos familia”, dice su ladero en la producción.
-Citaste las referencias de Corazón Valiente y El último de los Mohicanos, aunque también podría mencionarse a la serie Vikings con ese jefe renuente de Ragnar Lothbrok. ¿En qué sentido Jefe de guerra se nutre del género y de esas obras?
Jason Momoa: -Podría seguir con Apocalypto o Danza con lobos. Son todas películas que amé mientras crecía. Son súper épicas y culturalmente relevantes, son fábulas universales y quería hacer algo sobre el lado desconocido de la cultura e historia hawaiana. Y hay otro aspecto: son visualmente impactantes. Espero que el día de mañana esta miniserie esté a esa altura.
-El gran público aún recuerda tu aparición junto a Cliff Curtis en El amor y la furia (Once Were Warriors en inglés). Y este proyecto conecta con aquel largometraje ya no como una sombra del pasado sino desde el presente de la historia. Como si se afirmara que “ahora somos guerreros”, ¿está de acuerdo?
Temuera Morrison: -Me gusta mucho esa idea, fuimos guerreros y seguimos siéndolo en cierta forma. Creo que Jason vio esa película, fue un gran pivote para nuestra cultura e influyó en su decisión de volverse actor. Me lo dijo en el rodaje. Y ahora él se encarga de hacer una miniserie sobre su propia gente. Allá abajo, en Nueva Zelanda, hicimos alguna que otra cosa que tuvo su repercusión. Jason tuvo que dejar macerar eso y creo que llega en un momento de gran madurez. Hay una intención de unir a toda Polinesia en esta producción.
-¿Cómo hicieron para encontrar el balance entre la verdad histórica y el drama?
Thomas Pa’a Sibbett: -Nuestra historia es universal así que no fue tan complejo llevarlo a un plano general. Hay que explicar algunas cosas para los novatos. Si mostrás una coronación real, solo tenés que adecuar alguna textura. Ya lo sabés. La historia es comprensible para todos, pero lo cultural es abrasadoramente bello y violento. Eso sí, que no sé si se ha visto.
J. M.: -Lo de filmar en tierras formadas por lava, tranquilamente lo podríamos haber hecho en estudio, pero fuimos donde todo pasó para tener los encuadres perfectos. Eso sí que fue loco.
T .P. S.: -Y esas batallas sucedieron. Son hechos registrados. Básicamente estamos compartiendo una historia de manera que nunca se había visto. Todos aman Hawái, pero nadie sabe mucho sobre nuestra historia. Ese es nuestro compromiso y nos permitió reconectar con nuestro linaje.
-El deber físico con tu personaje está fuera de duda, pero en esta ocasión se palpa una emocionalidad distinta. ¿Cómo fue involucrarse desde ese lugar tan íntimo?
J. M.: -Hubo muchas veces que tuvimos que parar el rodaje justamente por eso. Son momentos muy poderosos, eran sonidos que venían a mi cuerpo y sentía como un despertar. Pero me encantó ser un líder dentro y fuera de la pantalla. Es nuestra visión de lo que pasó. Creo que el nivel de energía que transmitimos en esta realización es algo evidente. Y también el miedo en los momentos tranquilos. Es mi proyecto de una vez en la vida.