Al cabo de un día, ya parece normal que el suelo se mueva de un lado a otro. Este movimiento pendular, regular y constante, se convierte rápidamente en un hábito… siempre y cuando el mar sea tranquilo y tenga apenas unas crestas blancas esparcidas sobre las olas. 

Cuando es así, y a pesar de su enorme tamaño, el Fascinosa se mece suave, elegantemente. Es uno de los barcos más grandes y modernos de la naviera italiana Costa; un coloso de 14 cubiertas que durante todo el verano navegará entre los puertos de Buenos Aires y Río de Janeiro. A lo largo de una semana, con tres días en mar abierto sin tocar puerto ni costas a la vista, la meta es la capital turística brasileña: pero también se visitan en camino Ilhabela, Ilha Grande y Montevideo. 

DIARIO DI BORDO ¿Cuántas veces se ha dicho que un crucero es una ciudad flotante? La descripción es válida para estas gigantescas cápsulas urbanas que andan sobre las olas. A bordo, pasajeros y tripulantes se cuentan de a miles. Si es una ciudad, también es una metrópoli cosmopolita y multicultural. En este circuito la gran mayoría de los pasajeros son argentinos, pero sumando los que trabajan a bordo hay unas 80 nacionalidades más. El capitán y su plana mayor son italianos, los artistas de los shows nocturnos ucranianos, rusos y españoles, los mozos filipinos, los animadores brasileños, los masajistas portugueses y suizos, y así sigue la lista. Sin embargo, en esta Torre de Babel la lingua franca es el castellano –para mayor comodidad de los pasajeros– con algunos toques de italiano. Los tripulantes utilizan entre ellos una mezcla de inglés, italiano, español y portugués, con algunas palabras propias de la vida a bordo como brata (cuando hay una actividad desbordante y mucho trabajo al mismo tiempo) o mammagaio (holgazán). 

A pesar de la cantidad de gente a bordo, el procedimiento de embarque en el puerto de Buenos Aires es bastante sencillo y rápido. Las habituales formalidades de migraciones y de seguridad en tierra se completan con otro control en la puerta de la nave. Los agentes de seguridad guardan el DNI de cada pasajero y le entregan a cambio una tarjeta magnética que sirve a la vez de llave para el camarote, identificación durante la estadía y excursiones, acceso a ciertas áreas según los paquetes contratados y hasta como medio de pago para los extras que se pueden contratar a bordo. Las valijas, por su parte, se entregan en tierra antes de los controles y se reciben directamente en el camarote. Es importante identificarlas de manera segura, ya que la pequeña etiqueta que pone la compañía puede perderse en las manipulaciones. 

Las primeras horas a bordo transcurren muy rápidamente. El barco sale mientras el sol se va poniendo detrás de la ciudad de Buenos Aires. Es el momento de identificar su camarote, tratar de memorizar cómo llegar (más fácil de lo que parece), ir a la charla de bienvenida en el teatro (donde se explican los principios más importantes de la rutina diaria del barco) y participar del obligatorio simulacro de evacuación. Tan importante como la tarjeta es el diario di bordo, la hoja de ruta que se entrega al anochecer con el programa del día siguiente. Todo está indicado, desde el horario de las comidas hasta los procedimientos para bajar a tierra durante las escalas, el código de vestimenta para la noche y la programación de shows y actividades. 

Graciela Cutuli
La Cidade Maravilhosa, destino estrella del crucero, donde hay un día entero de escala.

DE LA CAMA A LA PILETA Muy rápidamente la vida se va organizando entre las distintas cubiertas. A bordo del Fascinosa, desde la quinta para arriba se concentra la mayoría de los espacios públicos: restaurantes, bares, el casino, los lounges, las cubiertas al aire libre, el teatro, las piletas, el spa, los jacuzzis, la discoteca o las tiendas. El barco es inmenso, los lugares muy variados pero muy pronto cada pasajero empieza a construir su propia rutina y ya desde el primer día se notan caras que empiezan a ser familiares. 

Durante la primera noche la nave llega hasta el confín del Río de la Plata, deja Punta del Este temprano por la mañana y en los dos primeros días navega en mar abierto a lo largo de las costas de Brasil, remontando hasta el Trópico del Capricornio. Todo pasa rápido y no hay tiempo de aburrirse a bordo, con mucho para hacer y probar en todo momento, además de explorar el barco. Las mañanas son los momentos más tranquilos. Al mediodía y por la tarde los pasajeros se concentran sobre las cubiertas al aire libre en la parte superior, tal vez con la suerte de avistar de paso algunas de las bandadas de defines que vienen a curiosear cerca del barco. Antes de los turnos de la cena los pasajeros están invitados a presenciar los shows en el teatro (la programación es muy variada, con música, magia, bailes, acrobacias) o a escuchar cantantes y pianistas en los bares y el atrio, si no quieren probar suerte en el casino y los juegos. Falta todavía para la discoteca, que abre sus puertas más tarde. Por las noches, mientras afuera todo es oscuridad y el mar es tan negro como el cielo, el barco es un solo destello de miles y miles de luces. Adentro, la decoración del Fascinosa -como en la mayoría de los cruceros- es un atajo entre el kitsch y la fantasía, matizada de brillos, luces y de colores vivos. Todo ha sido pensado para que el viaje sea una fiesta interminable hasta el momento de desembarcar. Pero falta mucho todavía. 

Graciela Cutuli
Ilha Grande, la primera parada, forma parte del archipiélago de Angra dos Reis.

ESCALA TROPICAL A la mañana del tercer día, el crucero se acerca finalmente a las costas y tira el ancla al mediodía frente a Ilha Grande. Un ratito antes cruzó el Trópico del Capricornio. Los que tienen camarotes con balcón y vista al mar pueden ver la entrada del barco en la bahía donde está a punto de anclar; los pasajeros de cabinas internas tienen la misma vista desde las cubiertas superiores al aire libre.  

Ilha Grande es la primera de las escalas del periplo. Forma parte del archipiélago de Angra dos Reis, no muy lejos de Río y su bahía. El Fascinosa ancla frente a Abraao, un pequeño pueblo costero. Se baja a la cubierta 0 para subirse a bordo de los botes salvavidas que también sirven como transbordadores. Los que compraron una excursión a bordo son acompañados por el personal hasta encontrarse con la agencia local que organizó el recorrido. Aunque en realidad no hacen falta para Ilha Grande: pese al nombre es un lugar pequeño, donde la principal actividad es hacer snorkel cerca de las playas o caminar por las colinas en medio de los bosques tropicales. Varias goletas (barcos de madera) ofrecen llevar por unas horas a bahías más apartadas para nadar en busca de algunas tortugas. 

El Fascinosa se queda una sola tarde en Ilha Grande y zarpa antes del anochecer hacia Río, el momento más esperado del viaje. Para celebrarlo, a bordo se realiza la cuarta noche un gran carnaval invitando a todos a vestirse con sus ropas más coloridas (la anterior fue la clásica Noche de Blanco). 

Graciela Cutuli
Etnias, el mural más grande del mundo, creado para los Juegos Olímpicos de 2016.

UN DÍA EN RÍO Durante todo el verano, el Fascinosa pasará un día entero por semana en el puerto de cruceros carioca. Es la escala estrella del viaje y muchos pasajeros se levantan temprano para ver el ingreso del barco en la magnífica Bahía de Guanabara. Se llega a las 8.00 y enseguida empieza nuevamente el procedimiento de bajada (más fácil esta vez porque hay muelle). Aquí también se proponen salidas para todos los gustos, con visitas al Cristo Redentor, la ciudad imperial de Petrópolis y otros atractivos.

Río es el plato fuerte del viaje; los que tardan en bajar se encuentran con un barco fantasma donde solo siguen a bordo los tripulantes. De hecho, la programación de actividades a bordo para ese día es la más liviana del viaje: alguna clase de zumba y un par de consultas en el spa. Al momento de zarpar por la noche, algunas pocas caras nuevas se suman a las ya familiares: un pequeño grupo de pasajeros sube en esta parada para una semana de crucero, y en su caso será el puerto de Buenos Aires el momento más esperado del viaje. 

Al anochecer, mientras los morros de la ciudad se van dibujando sobre un cielo rojizo y el Cristo, a lo lejos, se ilumina como un punto blanco, el crucero libera unos estruendosos silbidos. Saluda así a la ciudad carioca al momento de dejar el muelle y emprender viaje de regreso hacia el sur. El barco entero comenta lo visto durante la escala y la increíble belleza de la ciudad, aunque con algunos bemoles. Principalmente debidos a la seguridad, los arrebatos y los problemas en la organización de las excursiones. 

DE REGRESO A CASA La visita de Río se prolonga a bordo con una noche latina en el bar principal, el Topkapi, y un show de rock y de música disco en el teatro. Al día siguiente se llega a la última escala brasileña del periplo, ya en el estado de San Pablo. Se trata de una mañana de playa en Ilhabela, un refugio de paulistas pudientes donde, una vez más, son innecesarias las excursiones propuestas a bordo ya que son pocas las posibilidades de visita en las cuatro horas disponibles. El grueso de los pasajeros se queda en el centro y su costanera. Algunos contratan los jeeps que los llevan a arenas más tranquilas y hacia algunos saltos de agua, en medo de la selva tropical (atención aquí con los mosquitos). 

Aunque el barco ponga proa hacia el Río de la Plata y esté nuevamente al sur del Trópico, el viaje no terminó todavía. Falta un día y una mañana de navegación, y una tarde de escala en Montevideo. En altamar, la rutina vuelve a ser la de los primeros días del viaje. Nuevamente es el momento de disfrutar todas las comodidades del  barco, su comida y su atracciones, sobre todo la competencia de canto The Voice, calcada sobre el show televisivo y realizada entre los pasajeros. 

Tras la escala en Montevideo, un reencuentro para la mayoría de los pasajeros argentinos, la última noche está dedicada a una fiesta italiana, haciendo honores a la bandera de Costa. Es el momento de preparar las valijas para la llegada a Buenos Aires, prevista para las 8.00 de la mañana siguiente. Una vez más, todo se explica en las reuniones y el diario di bordo. Con los trámites de desembarco y aduana se cierra el paréntesis de fantasía vivido durante la navegación, aunque siempre queda la posibilidad de subirse en otra ocasión. Costa y los demás cruceristas que operan por la región tienen decenas de barcos en construcción para los próximos años. Y comentan que América Latina –especialmente la Argentina y Brasil– es uno de sus mercados más prometedores.