La vida de Amanda Lear está llena de incógnitas. Nadie sabe a ciencia cierta cuándo nació (¿1939? ¿1941? ¿1946? ¿1950?) ni dónde (¿Saigón? ¿Hong Kong? ¿Singapur? ¿Suiza? ¿Transilvania? Fernando Noy incluso asegura que es mendocina). Sin embargo, el mayor misterio es el de su identidad. Desde sus tempranos inicios como modelo de pasarela de Paco Rabbane circularon rumores de que era trans. 

Según Lear, se trató de una estrategia publicitaria ideada por ella misma (o Salvador Dalí, su mentor y amante) y, de hecho, basó su carrera musical en esa ambigüedad con letras que siempre subrayaron la pregunta acerca de su “verdadera” naturaleza (“El cirujano me construyó tan bien / que nadie podría decir / que alguna vez fui otra persona” canta en “Fabulous lover, love me”). 

Y aunque Lear siempre afirmó ser mujer (hasta posó desnuda para Playboy en 1978 insistiendo en la portada: “Yo soy mujer, mujer, mujer”), April Ashley en su autobiografía publicada en 1982 pretendió despejar la incógnita al afirmar que había conocido a Amanda en los años ’60 cuando aún se llamaba Alain Tap y trabajaba en el Carrusel de París, el mítico cabaret transformista. 

Según Ashley, Lear se presentaba allí con un nombre masculino, pero luego de regresar de su cirugía de reasignación sexual en Casablanca, Marruecos, negó rotundamente cualquier vínculo con ese pasado que se le adjudicaba. Desde entonces diferentes medios sensacionalistas periódicamente exhiben su presunta partida de nacimiento original, supuesta prueba de que su sexo asignado al nacer fue masculino. A pesar de las “evidencias”, Lear siempre desestimó pacientemente que hubiera algo de verdad en esos rumores y afirmaciones, sin dejar de exhibir una sonrisa enigmática y ambigua como la Mona Lisa.

El documental utiliza la imagen de Amanda Lear en su gráfica y tiene como slogan la frase “Elige tu destino” (“Choose your destiny” en inglés), una referencia a la canción “Follow Me”, donde afirma “Soy la clave de tu problema / Así que sígueme / Sólo Sígueme / Increíble, tal vez / Tendrás una nueva identidad / Por un segundo de vanidad / Quiero cambiar tu destino”. 

En un momento de la entrevista, la misma Lear hace hincapié en esta idea al declarar que su voluntad desde joven era cambiar el destino que se le había adjudicado al nacer, en referencia a la cultura asiática de su familia. Sin embargo, el documental se apropia de la ambigüedad que siempre la caracterizó en un afán por forzarla a dar un mensaje unívoco y definirse en términos que ella no está dispuesta a hacerlo. A pesar de la férrea voluntad de Lear de negarse a identificarse como una mujer trans, la directora Zackary Drucker (que sí se identifica de esa manera) insiste una y otra vez durante las entrevistas para que Amanda admita su supuesta “verdad”. 

Lo hace tanto educadamente (deshaciéndose en elogios, destacando su importancia como inspiración y aspiración para la comunidad trans), como también de modos más agresivos, queriendo hacerla “pisar el palito”, mostrándole fotos de su presunto pasado como varón. Pero todo queda aún más enfatizado al estructurar el documental de manera bipartita, espejando la historia de éxito de Lear en las desgracias de April Ashley, que nunca ocultó ser una mujer trans y tuvo que pagar el precio. Acompañan también los testimonios de otras legendarias artistas del Carrousel, como Bambi y Carla Follis, cuyas historias quedan desdibujadas al estar contadas en función de despejar la incógnita sobre Amanda Lear. Como Ashley, todas afirman haberla conocido cuando se presentaba con nombre masculino y lamentan que una vez que se convirtió saltó al estrellato las haya negado como a todo su presunto pasado.

A pesar de la “evidencia” y los distintos modos en que la directora intenta acorralarla una y otra vez, Lear sostiene su estoica negativa. Como la esfinge de su canción, se mantiene indiferente: “Estoy parada bajo el sol / Desearía ser / Una esfinge silenciosa eternamente / No quiero ningún pasado / Solo quiero cosas que no pueden durar / Y ni siquiera puedo llorar / Aunque Dios sabe cuánto lo intento / Una esfinge no puede llorar / Y las esfinges nunca mueren”. 

Amanda alegó que cuando accedió a ser entrevistada no sabía que estaba filmando una película sobre ella y April Ashley centrada en responder si es trans o no. Tras el estreno, llamó al documental “una basura patética empecinada en engañarme y posiblemente forzarme a ‘salir del closet’”. Tras una vida acosada por los rumores sobre su identidad de género, cabe preguntarse por qué Enigma sigue haciendo la pregunta, por qué insiste en extraer una confesión que no tiene sentido y va en contra de la dignidad que debería acompañar el respeto por la identidad. 

La transición marca un paso que necesariamente implica dejar atrás una parte de la historia, el pasado pudo haber sido o no, lo que cuenta es el presente y el futuro. Su último legado es reservarse el derecho de contar su historia en sus términos. Su última gran fechoría de decir “yo soy quien digo ser”.