En la jungla del lenguaje público contemporáneo, pocas especies son tan peligrosas como la del adjetivo grandilocuente usado sin freno. Y pocas víctimas son tan recurrentes como las palabras que, alguna vez, tuvieron un significado preciso, cargado de historia y tragedia. Entre ellas, “genocidio” ocupa un pedestal: fue creada para nombrar lo innombrable, el crimen de crímenes. En estos días, para