Hay un hongo en mi espresso
Dos modas. De un lado, el café de especialidad, fermentado y tostado con atención al detalle. Del otro, los hongos adaptógenos, setas que poseen sustancias naturales que ayudan a disminuir el estrés y fortalecer la vitalidad, entre más beneficios. De eso se trata Setario, flamante local en Colegiales. “Hace diez años que soy cultivadora de hongos, trabajando con adaptógenos y suplementación. Al café, en cambio, llegué como consumidora. Y encontré que estos dos mundos podían unirse en un mismo lugar”, cuenta Maite Linares.
Setario se diferencia de otras cafeterías ya desde la entrada, con una vidriera que exhibe cultivos de distintos hongos: reishi, cola de pavo, pioppino, melena de león, entre otros, con sus colores y formas enigmáticas. La carta recorre espressos ($3500), flat whites ($4500) y más, para beber solos o sumándoles un adaptógeno en forma de polvo o gotas: melena de león, cordyceps, reishi, tremella, cola de pavo y shiitake ($1500 por un gramo). “Depende cuál elijas, será el efecto. Tomando una vez, vas a sentirte un poco más relajado. También te asesoramos para iniciar una suplementación diaria planificada”, cuenta Maite.
Del lado de la comida, los hongos también dicen presente. Hay platos salados como las empanadas de shiitake, puerro y miso ($3500), los tostones de masa madre con paté de hongos ($6000) o el scon de queso con melena de león (2500). Entre lo dulce brillan las cookies de chocolate con reishi ($5500), el budín de zanahorias con corcypes, melena de león y mascarpone ($6000) o el brownie con harina de almendra, frutos rojos, pistachos, melena de león y reishi ($8500).
“Algunos vienen porque me conocen por lo que hago en Mater Micellium; otros llegan sin saber nada del tema, curiosos por la propuesta”, cuenta Maite. Buen café, ricos platos y un universo por descubrir.
Setario queda en Lacroze 2819. Horario de atención: lunes a sábados de 9 a 19.30. Instagram: @setario.cafe.
La más snob
Gira el vinilo de Chet Baker en la bandeja. Por la ventana entra el sol sobre la barra con taburetes, más allá dos silloncitos rodean una única mesa baja. El lugar se llama Blanca Studio, está en Colegiales y es tal vez la cafetería más snob de la ciudad.
Blanca Studio es la sucursal laboratorio de Blanca Café, exitosa cafetería con sucursales en Palermo y en Cañitas. Pero si los locales de Blanca Café seducen a multitudes, Blanca Studio va por el camino contrario; incluso ahuyenta comensales con definiciones que explícitamente marcan distancia: hay que tocar timbre para entrar, no se permite el uso de computadoras; los precios son altos y apenas hay un par de ofertas comestibles. Como contraprestación, quien decida ir se encontrará con una cafetería muy bella, un oasis donde beber cafés únicos, muchos importados por ellos mismos de tostadores premiados en el mundo.
Con la cafetera escondida bajo mesada, el lugar ofrece espressos (con dos orígenes en tolva) desde $4200, café con leche a $5300, también algunas bebidas especiales como cardamom chocolate a $4200 o el espresso tonic a $6500. A esto se suma una gran oferta de cafés filtrados, donde aparecen especialidades como el café de El Salvador (tostado por el barista noruego Tim Wendelboe), el de México (tostado por la gente del premiado restaurante Noma, en Dinamarca) o uno de Costa Rica bajo un proceso natural (los precios de los filtrados van de $9000 a $14000). Para comer, hay medialunas, un sabroso bun de cardamomo, una choco berries bomb (un laminado relleno de ganache de chocolate y reducción de frutos rojos) y una chipá, entre algunas pocas opciones más.
Blanca Studio no es para instalarse una tarde completa, menos aún para ir en grupo de amigos. Este lugar se disfruta en plan egoísta, sentándose en el silloncito, eligiendo un vinilo, y sintiendo por rato cómo es estar en otro mundo, uno sin dudas más exclusivo.
Blanca Studio queda en Av. Álvarez Thomas 758. Horario de atención: lunes a viernes de 9 a 19:30. Instagram: @blancastudio___.
Dos pájaros de un tiro
¿Un café de especialidad o una tienda de ropa usada? Ni uno, ni la otra. O, mejor dicho, el uno y la otra. De eso se trata Café Dada, pequeño y atiborrado local ubicado en uno de los laterales del paso bajo nivel de la Av. Federico Lacroze. Por fuera, se ve el toldo amarillo, un perchero con ropa colorida, una vidriera que reza “Vintage + Café”. Dentro hay una mínima barra con enchufes, más ropa en oferta, también una escalera que va a un mínimo primer piso, un sillón amarillo, una mesa baja. Hay un viejo televisor de tubo, una radio en desuso, carteras colgadas, un puff. Todo tiene entre cierto aire hippie y hipster al mismo tiempo, desprolijo y tentador: dan ganas de buscar entre esos sacos y abrigos, de bucear entre esas polleras largas y remeras con inscripciones, para encontrar la ganga del día. Una única persona atiende desde la caja, donde descansa una cafetera espresso que despacha espressos a económicos $2900, flat white a $4100, cortados a $3000, hechos siempre con granos de calidad. Se suman cafés fríos como el Caramel Macchiato a $4500 o el Espresso Tonic a $4000. También hay Matcha Latte (frío o caliente, $4700) y un mostrador donde se exhiben algunas cosas dulces para comer, unas pepas extra large (de chocolate y maní, de maní y mermelada de ciruela) o unas tartas como la apple crumble, entre más opciones. Vale la pena estar atentos, que cada tanto la casa presenta algún pop up con una propuesta especial, como la que hicieron junto a la pastelería vegana Monono (con laminados, cookies y tortas varias) o el after con dj set de música house de la mano de Gabriel Gusman.
En una ciudad porteña donde los cafés se expanden al infinito en multiplicadas fotocopias, Café Dada apuesta a un caos personal y azaroso (por algo se llama Dada), una combinación que resuelve dos pájaros de un tiro: el cafecito y las compras, todo en un mismo espacio.
Café Dada queda en Av. Federico Lacroze 2816. Horarios de atención: lunes a miércoles de 12 a 19, jueves a sábados de 11.30 a 19.30. Instagram: @cafedadaok.