¿Quién es quién en la última novela de Marina Yuszczuk, a esta altura un pilar de la literatura actual argentina? En Historia natural hay personajes reales, Francisco Moreno, el famoso Perito que después le dio nombre al glaciar, el científico naturalista Florentino Ameghino, quien finalmente se pelea con su amigo coleccionista, su hermano Carlos, también explorador y palentólogo. Y está ella: Virginia Venecia Moreno, una niña entrando en la edad del deseo que sostiene un tono entre aniñado y solemne y lleva adelante la narración con todo el misterio y la admiración del mundo hacia la empresa que se levanta ante sus ojos (la construcción del Museo de Ciencias Naturales de La Plata). Tiene un talón de Aquiles: su padre, por el que delira y a quien idolatra como una groupie afiebrada. Por supuesto él no la registra y en los momentos que lo hace la detesta. Pero Virginia insiste, pegándose a la frialdad de un señor tan apasionado por el prestigio que invisibiliza a su esposa, a su hija mujer (no sabe cómo tratarla y la desprecia) y a todo aquel que entorpezca su objetivo: entrar en las páginas de la historia como quien puso los pies en el barro para sacarnos de la miseria de años de guerras civiles y guerras de independencia y convertirnos en una nación con todas las letras.
¿Cómo se te ocurrió trenzar estos hechos de la historia con una ficción narrada desde la voz de una nena?
--La gente cuando lee la novela tiene esta idea de que yo tengo un interés por la historia, o por el Perito Moreno, pero a mí me interesaba escribir sobre el Museo de Ciencias Naturales. Con este museo me pasó lo mismo que con el Cementerio de la Recoleta: son lugares imantados que una en un momento empieza a frecuentar y que ejercen esa atracción que me dan ganas de escribir. Respecto a la narradora, para mí tenía que ser sí o sí una nena, porque hay algo medio infantil con la fascinación por los lugares, algo de revivir la visita escolar. Un museo que está construido para que una tenga que levantar la vista: subir una escalinata, mirar unas columnas: es como un templo. Toda la primera parte de la novela es la fascinación y el orgullo por el padre que hizo eso que a ella la obnubila.
¿Fuiste muchas veces a La Plata?
--No muchas pero varias. Primero fui sola, hice la visita guiada un día de semana así que no había nadie. La guía me contó que había restos humanos y que las comunidades originarias habían pedido que los retiraran. Y eso, según lo que leí, fue hace relativamente poco, hace 20 años, en el 2006. Dentro de la historia que se cuenta es poco tiempo. ¿Viste cuando después de escribir un libro te empezás a dar cuenta cómo confluyen un montón de cosas que estuviste pensando y leyendo en los últimos tiempos? El libro que a mí me marcó, que lo nombro siempre que me preguntan por esta novela, es el de Shirley Jackson Siempre hemos vivido en el castillo, que me encanta. Una referencia a una protagonista que tiene un deseo desmesurado y un puntito de locura. La juguetería mágica de Angela Carter, que también me gustó mucho, releí muchas veces en el último tiempo de escritura. Y, bueno, Jane Eyre, que para mí tiene mucho que ver con esta novela porque toda esa parte que sucede en un espacio cerrado, que es la mansión de Rochester, donde de repente se empiezan a escuchar ruidos y le dicen no abras esa puerta, y, por supuesto, ella va y la abre porque la heroína del gótico tiene como ese impulso de querer saber. Para mí son todos esos personajes los que de alguna manera confluyen en Virginia.
¿Cuánto inventaste y cuánto hay de verdad en la vida familiar de los Moreno? Porque leí que tuvo efectivamente muchos hijos que murieron...
--El tipo de relación que tiene él con la esposa es ficticia. Y también la hermana, las sobrinas, todas las mujeres de la novela son inventadas. Porque en realidad la historia de Moreno está escrita, la historia de Ameghino está escrita, pero de las mujeres, lo poco que aparece, es en relación a ellos.
¿Por qué hay un personaje que en un momento intenta abrirle los ojos a Virginia? ¿Por qué tomaste esa decisión narrativa si ella ya estaba ciega de amor por su padre?
--Porque me parece más interesante para trabajar con un personaje que fantasea, que toda su vida gira alrededor de una fantasía que es la imagen que ella tiene del padre. Me parece más interesante que ese personaje en algún momento se confronte con cierta verdad y no la quiera ver. Básicamente, es la realidad política que estamos viviendo. Hay algo que ya no importa cuando la realidad se impone que a mí me parece más interesante. Porque muchas veces la creencia y la fantasía funcionan así. Al sujeto vos lo confrontás con el dato, con la realidad, y te sigue diciendo "pero el kirchnerismo...". Ese que mencionás es un momento en la novela en el que ella se podría haber convertido en otra cosa. No te digo que lo rechazara el padre, no se iba a convertir en su hermano obviamente, porque la experiencia de ella es otra. Pero sí podría haber tenido una visión un poco más realista del padre y ella dice no. Tal vez si le hubieran dado la oportunidad de estudiar podría haber tenido otro destino, pero Virginia ni siquiera fue escolarizada.
Y el padre es implacable: siempre la ignora, siempre la maltrata, siempre la destrata. Es un nivel de repulsión que él tiene con la hija casi inexplicable...
--Porque al fin y al cabo era una niña. Y no era una niña fea o desagradable. Para mí es inexplicable porque obviamente es una novela y está todo llevado a un extremo. Pero en mi experiencia hay una repulsión de los varones, por lo menos de las generaciones anteriores, hacia las chicas que es súper real. Una especie de "no sé qué hacer con esto". Ahora los padres se separan y se hacen cargo de las hijas, pero para mi generación lo más común era una relación más distanciada porque en algún momento si un padre sentía orgullo era por motivos espantosos, por ejemplo, porque te había venido la menstruación o porque eras linda. Virginia no es linda, sabe que ese punto no lo tiene a favor. Hay como una incomodidad y como un intento medio torpe de relacionarse, porque en un momento te crecen las tetas o tu cuerpo cambia y tu padre no te quiere tocar, porque no concibe mucho abrazar un cuerpo de mujer de una manera que no sea sexual. Hay mil cuestiones ahí. La época habilitaba también esta idea de que un varón adulto no supiera qué hacer con una hija mujer cuando no estaba mediando la madre, porque la madre de Virginia está medio desaparecida, entonces ¿qué le va a decir? Además que la hija no le sirve tanto, en términos prácticos no le sirve para nada, al contrario, es una carga.
Es más extraña la hija que los indios...
--Exacto. Para él los indios no son extraños, se puede relacionar, de hecho los conoció en la Patagonia, los lleva al museo, pero la hija mujer es la extraña total. Es más extraña que el indio. Y la relación que tenían con los indios medio perversa en un punto, ese vínculo post-Roca bastante paternalista, es interesante leerlo y es algo que no está muy escrito. En las novelas de las últimas décadas del siglo XIX por ejemplo, Cambaceres, tenía una mirada terriblemente, no sé si la palabra es racista, pero terriblemente despectiva, calculatoria, espantosa sobre los inmigrantes que rodea esta idea de que ellos traían la delincuencia y la vagancia en la sangre. De los indígenas pensaban lo mismo, obviamente por eso pensaban que no había manera de recuperarlos, de incorporarlos a la sociedad civilizada. Y con los inmigrantes también lo que pasó es que no vinieron los inmigrantes que esperaban, vinieron otros y como cualquier ciudad que crece, aumenta la pobreza, aumenta la desocupación, hay crisis económicas, los conventillos se llenan, hay enfermedades... Toda una serie de problemas que en realidad eran de administración de la población, pero hicieron que se condenara como esa especie de chusma que había venido de Europa a destruir los planes grandiosos de los tipos como Moreno.