La música

es la hija pródiga de la geometría.

La música es una geometría

cuyas incógnitas se resuelven

despejando las variables del silencio.

 

La geometría huye siempre hacia su fin,

mientras que la música

-non tempus-

solo reposa en sí misma.

 

Salvo ese detalle,

madre e hija se parecen en todo.

Comparten la operación de sus verdades,

la precisa feminidad de sus leyes.

 

Habitan la rigurosa casa de la armonía,

aunque ocupan habitaciones distintas.

Ocurre a veces que, mientras la

geometría duerme,

la música abre sus ventanas

a ciertos espíritus indóciles,

tangentes,

que con un desparpajo feroz

ponen patasarriba los muebles de la casa.

 

...porque en hora secreta

hay púrpura de yemas en abierto armisticio

alcohol y heroína en un rincón oscuro

espectro de flacucho desvaído

marco grueso y cigarro de brasita imposible

despejando silencios según leyes de

mundo que gira al revés

obra-y-gracia de este tipo

que lleva en el bolsillo

angustias como bemoles

para convertirlas en estrellas

al primer ofrecimiento de un piano,

brandy, y cualquier ventana de luna

que evoque ojos de su madre,

sonrisa de amigo muerto,

y desde luego, "Waltz for Debby"

pájaro tenaz de la ternura…

 

Por la mañana, en el desayuno

la música hablará de este espíritu tangente

y de su breve fiesta de ruptura;

mientras la geometría descree

para sus adentros

-y con la severa razón de sus leyes-

 

que tal cosa haya sido posible.

 

Bill Evans, pianista de jazz, nació en Nueva Jersey el 16 de agosto de 1929. El 29 de setiembre de 1979 tocó en el teatro El Círculo de Rosario. Falleció en Nueva York el 15 de septiembre de 1980.