“Vamos a la terraza, que acá los bares son una garcha: hay un ruido tremendo, no se puede ni hablar”, propone Ciro apenas saludar en la puerta de su departamento, buscando ese silencio que los bares cada vez escatiman más. Quizá sea mucho pedir, pero está bien que así sea: Pido demasiado es, precisamente, el nombre de su nuevo disco, editado por Sony y producido por la dupla Alfredo Toth (excompañero suyo en Los Gatos) y Pablo Guyot. Se trata de un sobrio y elegante ejercicio de estilo en el que su amor por el blues, el jazz, el rock y hasta el reggae se conjugan con elegancia e ironía. “La verdad es que me sorprendió un poco que me editaran, pero tengo confianza en las canciones. Mi vuelta al rock argentino había sido con Acordate de olvidarme (2010), pero fue una producción independiente. Lo que tiene de bueno Sony es que llega al interior, además de poder tener una producción como la de Toth y Guyot, que de manera independiente no hubiera podido tener nunca”, acepta.

Con invitados como Juanse (la rompe en el tema que le da nombre al disco), Nito Mestre, Alambre González y el contrapunto de Las Blusettes, Ciro suena curiosamente jovial en un disco más pop que su predecesor, El rey del rock’n roll (2013), grabado ya junto a Las Blusettes, su cambiante pero eficaz banda de chicas. “La banda la reciclé porque la baterista se fue antes de grabar y parte del disco se grabó con esa formación. Ahora también se fue la baterista, pero Las Blusettes continúan; creo que ese formato de tocar con chicas a mí me beneficia. Nunca me consideré un solista: somos una banda”.

Fogliatta siempre supo rodearse de músicos (y últimamente músicas) de talento, como el caso de la recientemente nominada para los premios Carlos Gardel, la guitarrista Sol Bassa: “Sol es una guitarrista muy solista, ella fue la guitarrista original de Las Blusettes. A mí me hace acordar mucho a Pappo en su manera de enfocar la música, en el sentido de que ella quiere tocar lo que le gusta y nada más, aunque después pueda ir a zapar con alguien”. El tecladista cuenta que remplazar a la baterista en una banda es “como operarse del corazón”, pero parece inevitable que los y las colegas jóvenes se le acerquen: escucharlo zapar, tocar en vivo, e incluso hablar sobre Robert Johnson o Leroy Carr es un aprendizaje invalorable para cualquier amante del rock y del blues. “Lo que pueden aprender conmigo es el oficio, como preparar un repertorio, los ensayos y eso. Tengo una idea que no creo que haya sido entendida del todo, que es armar una banda, y fíjate que en el disco hay dos temas que compuse con dos de Las Blusettes: nunca la pensé como una banda de acompañamiento. Y aunque esa idea haya quedado un poco atrás con tantos cambios, quizá si ahora esta banda tiene un poco más de trayectoria eso pueda volver a suceder”, se entusiasma sobre un proyecto que se recicla y que, cuando el ex Los Gatos arrancó hace décadas atrás, era inviable.

“Mi experiencia con mis amigos músicos es que son un poco machistas. Y digo un poco para no faltarles el respeto a mis amigos (risas). No los veo a mis amigos poniendo chicas en sus bandas, quizá por ser el hombre tan poco monógamo, sobre todo el este ambiente: una mujer siempre genera una expectativa, quizá tenga un poco que ver con eso. A mí me da igual, cuando armé Sacramento (en 1972, junto a Toth) vino el Flaco Spinetta a ofrecerme entrar a Pescado Rabioso. Y era una banda buenísima, además de lo que significaba también tocar con Spinetta, pero también estaba haciendo el estilo que ya hacíamos con Los Gatos con Pappo dos años antes. Además de que yo estaba comprometido con mi banda. Eso para mí era bastante sagrado, por eso le puse ese nombre. Por entonces, tenía en la cabeza una idea de sonido muy de la costa oeste de Estados Unidos y en el primer disco eso está presente. Luego, cuando Bocón Frascino se peleó con Luis y dejó Pescado, se vino a tocar en Sacramento. El venía con una producción importante y  mí no me importaba que los temas fueran míos o no; armamos un disco que nunca se editó en el casi todos eran temas suyos”.

El talento de Fogliatta como instrumentista y arreglador hizo que –ya fuera en la Argentina, en Estados Unidos, Marruecos o España– siempre se haya mantenido en actividad: “Cuando armamos Los Gatos, en los primeros tres o cuatro ensayos Litto aún no estaba. Eramos re amigos, ya habíamos tocado en Los Gatos Salvajes y hasta vivíamos juntos, pero en ese momento cada uno estaba intentando rebuscárselas para intentar sobrevivir. Me acuerdo de que la compañía quería que él saliera como solista; él me preguntó que me parecía y le dije que estaba bien. ¡Si estábamos muertos de hambre, como no iba a salir como solista! Y cuando vino a ese primer ensayo, nos saludó y me dio un abrazo, que era como decir que él tenía que estar ahí con nosotros. Hay cosas que uno no se va a olvidar nunca”.

De repente, Fogliatta se pone serio y admite, con cierta tristeza, que luego del regreso con Los Gatos se distanció con Nebbia: “Soy un poco obsesivo en los ensayos, quería sonar lo más parecido a los temas originales. Kay Galifi, aunque seguía con la música, hacia quince años que no tocaba la guitarra eléctrica. Quizá mi exigencia fue exagerada, pero el listón estaba alto. Y aunque hubo dos grandes bateristas (Daniel Colombres y Rodolfo García), tampoco estaba Oscar Moro, un músico tremendo”.

En un momento de su carrera, Fogliatta se alejó de ese rock argentino que había ayudado a iniciar, un poco por viajar y otro por su metejón con el blues: “Me acuerdo de Andrés Calamaro diciéndome en Madrid que tenía que volver al rock, que un poco lo había abandonado. La historia del rock acá es muy importante. Me preguntaron varias veces que opinaba de esto de los 50 años del rock, con todas esas discusiones sobre si ‘La balsa’ fue el primer tema o no. Pero en realidad lo más importante es toda la gente que la construyó y lo sigue construyendo, durante todas las noches que hay una banda de rock tocando: todos nos podemos poner la medalla de eso, lo mismo el público y el under, que también son importantes. Cuando tocaba con Calamaro (Fogliatta formó parte de la banda que presentó Alta suciedad) o cuando me invito a tocar Divididos, realmente era increíble estar frente a tanta gente, porque al principio tocábamos para muy poco público, éramos unos loquitos, incluso en los ‘70. Me alegro de haber estado en Madrid desde el ‘79, pero también porque cuando llegué me encontré con gente bastante destruida por las drogas o por el alcoholismo, como Moro. Fue muy doloroso ver a un músico de ese nivel, tan irrepetible, consumirse así”.

Antes de unirse en 1997 a la banda de Calamaro, Fogliatta tocó durante unos meses en un piano bar de Marrakesh, Marruecos. “Ahí me hice amigo de un pibe que laburaba en un restaurant, un marroquí que había aprendido a tocar el piano por internet. Por suerte, cuando salió lo digital me acerqué un poco para no perder el ritmo. Incluso, cuando salieron las primeras computadoras en los ‘80, me puse estudiar programación: estudié solo un año pero me pareció muy interesante”. La mención a las computadoras lleva a recordar a otro blusero despejuiciado con la tecnología como Johnny Guitar Watson y a su disco Strike on Computers: “¡Qué gran artista! Daba unos shows increíbles... A mí me encantaría armar algo así, pero acá es incluso es difícil montar una banda. Acá me cuesta ensayar más de una vez por semana, allá tienen otra idea de lo que es un show y una responsabilidad muy grande con la música. Y sí, puede ser que nuestra manera de ser sea medio chanta, porque está bien que vos quieras vivir de la música y tengas que tener cincuenta trabajos, pero también tenes que entender que si querés ir a tocar y en algún momento poder competir con una banda de afuera que ensaya todos los días, tus temas tienen que sonar recontra aceitados, y la banda debe entender y participar del show. Si tenes otros asuntos en la cabeza, algo vas a hacer, pero no mucho. Joaquín Sabina estuvo muy desafortunado cuando dijo que el blues era una música triste: puede ser triste en el origen de la historia, pero al ser ya interpretado por genios como Johnny Guitar Watson o John Lee Hooker, eso triste se transforma en una cosa hermosa. Siempre”.