Enzo, el joven que da título a la película de Laurent Cantet y Romain Campillo, se encuentra en un momento de ruptura, luchando con el flujo y reflujo de la libido que, en la adolescencia, nos empuja a romper los diques con violencia. Busca arrebatar del entorno perfecto en el que se está asfixiando, una verdad, un sentido, un lugar que aún no estaría trazado. Choca con esta oleada “invariable” de la libido, cuya fijeza se puede adivinar bajo la agitación de los gestos y actos que se apoderan de él. Todo posible/ninguno. ¿Dónde estaría la “vida real”? Encontrar, elegir, buscar, lo separa, abre trincheras en los viejos y nuevos lazos en los que comprometer su cuerpo. Todo lo mira hasta el caos del mundo en guerra, pero no hay respuesta. Ningún saber cerrado sobre las preguntas que tiemblan. Violaciones. Con los padres, los encuentros y la poderosa emergencia de la sexualidad.

Siguiéndole en sus negativas, sus pulsiones, su deseo, pone al espectador en apnea en la cresta del Überraschung (asombro), que las exigencias del guión no sueltan.

Al final de la película, Enzo recibe una llamada. Algo se mueve en su cuerpo que posa, su rostro que se concentra. El brote de un dicho atraviesa la tensión de su escucha, el tropiezo de su palabra. Su respuesta a la llamada, que le sorprende, está teñida por el discreto brillo de lo que le hace pasar “al otro lado del plató”.

Este discreto brillo del inconsciente que capturan ciertas obras, este Überraschung al que Lacan nos invita a permanecer atentos en la acogida de aquellos que recibimos, señala la posible apertura de “esta vía, este sendero, esta huella” donde el sujeto “sabe al menos que está en su propio camino”.

En la apertura del Capítulo IV del Seminario XII, Lacan evoca el Überraschung, el “asombro” de los psicoanalistas que empiezan su práctica porque “saben que algo va a suceder [...] algo que podría calificarse de milagroso”. Lo que el Überraschung arrebata -como lo hace entender el idioma alemán- a lo demasiado seguro en el saber, es “la señal, la iluminación, el brillo que indica al analista que aprehende el inconsciente”. Esto es algo “del orden de la experiencia subjetiva de quien de repente pasa al otro lado del escenario y sin saber cómo lo hizo, este es el Überraschung”.

Quien se involucre en este caminho del lenguaje con análisis puede tener la oportunidad de perforar “su propia opacidad”, de secar los “diferentes modos de enunciación que lo alimentan” “manejando con delicadeza” las redes de la libido para poder “circular de nuevo en el mundo”. Quien se comprometa con él puede tener la oportunidad de experimentar el vigor del deseo que está tan estrechamente ligado por la frontera del asombro.

*Del blog Psicoanálisis Lacaniano.