No puedo tener sexo - 6 puntos
(Argentina, 2025)
Dirección y guion: Bel Gatti.
Duración: 82 minutos.
Exclusivamente en Cine Arte Cacodelphia (Av. Pres. Roque Sáenz Peña 1150).
“De pequeña me crié en un geriátrico, ahora soy actriz y niñero. Siempre me filmé a mí misma. ¿Soy cineasta?”. El texto, escrito por el máximo responsable y protagonista de No puedo tener sexo, alterna la primera personal del singular femenino con la masculina. Nada extraño para alguien que, entre otras actividades creativas, se define como drag king. Pero más allá de cualquier tipo de fluidez o carácter no binario, lo más importante de esta particularísima ópera prima está expuesto en el título. Gatti escribe que no pudo tener sexo durante cuatro años. “Esta fobia me hacía sentir como un niño o un abuelo, los bordes asexuales de la vida, los bordes que transité. Hace tiempo descubrí que podía hacer en la ficción las cosas que en la vida real no”. Y así, este largometraje que se proclama como hyperdocumental –que es documental, sí, pero además diario íntimo y también una ficción sobre sí mismo y las circunstancias de su realización– sorprende por su rebeldía a adoptar las formas preestablecidas de cualquier molde.
Repleta de pantallas verticales, stickers y manipulaciones de la imagen a partir de filtros de aplicaciones de teléfonos celulares, No puedo tener sexo podría pensarse como una búsqueda artística y personal que es asimismo una suerte de exorcismo. Bel Gatti –drag king, fletero y babysitter, como se autodefine– se graba con la cámara frontal de su teléfono y nunca abandona el cuadro, un ejemplo extremo del típico plano selfie que toda una generación supo conseguir, pero que aquí es llevado a un límite paroxístico, en parte paródico pero también inevitable. El yo es el centro y el punto de irradiación, al tiempo que Gatti construye escenas con una amiga o muestra un par de dildos de tamaño, color y realismo diverso, y se pregunta si acaso la imposibilidad de tener sexo en la vida real no podría ser reemplazada por otra clase de sexo en una ficción autoconstruida.
No es casual que aparezca referida una psicóloga con la cual esas cuestiones son discutidas en terapia: el trauma, o parte de él, podría tener el origen más viejo del mundo. Performer como Gatti, su madre recuerda que aún guarda un par de disfraces, entre ellos el de la clásica enfermera sexy, y la conversación frente a un televisor habitado exclusivamente por personajes hentai conjura la provocación incestuosa. En paralelo, el vínculo con una niña a quien cuida regularmente habilita otras zonas personales/narrativas, en una película con disforia formal, dicho esto en el mejor sentido posible. Film mutante, como lo es también la búsqueda de ese sexo esquivo que puede ser simple contacto físico pero también una forma del amor, No puedo tener sexo quizás proponga, en el fondo, una posible vía de escape al consumo de la propia imagen y su exposición pública, en particular la de las redes sociales. En ese sentido, se trata de una película-búsqueda, una autofagia audiovisual.