"Los productores vienen para probar nuestros productos y siempre vuelven, porque dan resultado. Hace poco les entregamos un kit de soluciones que costaba cinco mil pesos. Obtener eso mismo en una tienda de agroinsumos les hubiera costado 200 mil pesos, 40 veces más. Esto muestra que producir alimentos sustentables no es más caro", explica Sofía Barbieri, graduada de la licenciatura en Química y Tecnología Ambiental.

Buenos Aires/12 recorrió la Biofábrica de la UNLP, que funciona en un predio de 65 hectáreas ubicado en la localidad de Los Hornos, en las afueras de La Plata, cerca de la ruta 36, y habló con sus autoridades y con quienes la operan cotidianamente. 

Ese lugar, históricamente conocido como "el campo de arroz", porque allí se desarrolló por años ese único cultivo a nivel experimental, sufrió una drástica modificación desde que la gestión del entonces presidente, Fernando Tauber, creó la secretaría de Producción, actualmente en cabeza del ingeniero Daniel Tovio. 

Desde hace unos pocos años, allí funciona una suerte de mini parque industrial universitario compuesto por la Biofábrica, que produce fertilizantes y herbicidas naturales, la fábrica de alimentos deshidratados, que provee preparados a la provincia y el municipio y hasta 2023 también al ejército, y la fábrica de viviendas de madera para ensamblar.

"En 2019 se creó la sala de biopreparados artesanales", cuenta Sofía Barbieri. "Acá se hacen los siete biopreparados, que son fermentaciones o cocciones a partir de materia prima orgánica vegetal, de elaboración muy sencilla", agrega.

Se trata, además, de la primera fábrica de estas características que cuenta con la correspondiente habilitación emitida por el Ministerio de Desarrollo Agrario. Entre los múltiples talleres y cursos que allí se dictan, hay un contenido específico para que quienes tienen pequeños establecimientos similares, generalmente cooperativas y organizaciones de productores, reciban la orientación específica para obtener, ellos también, la habilitación.

Barbieri explica que "en la última década, el cordón verde de la ciudad, que es el más grande del país, intensificó su producción gracias a la construcción de invernáculos. Con esa modificación vinieron insumos como los plaguicidas, que generan problemas de salud y de contaminación. En simultáneo, fue surgiendo una preocupación y una demanda de los consumidores por otro tipo de alimentos, más saludables, junto con la pregunta por los métodos de producción".

Además de los biopreparados, que se ofrecen concentrados en estado líquido, en bidones de uno y cinco litros, la Biofábrica también entrega bioinsumos, para los productores que quieren desarrollar ellos mismos sus preparados. Muchos de los productos que allí se elaboran parten de recetas ancestrales, transmitidas de generación en generación de agricultores. 

Soberanía alimentaria

La Biofábrica trabaja en estrecha sintonía con los productores fruti y florihortícolas de la región, que en su mayoría arriendan pequeñas fracciones de tierra y son la variable de ajuste de los vaivenes del mercado y de la expansión descontrolada del negocio inmobiliario durante los ocho años de gestión de Julio Garro, que los fue expulsando de sus espacios tradicionales. 

El aporte de Barbieri no es menor: significa que el encarecimiento de los alimentos orgánicos está en la cadena de comercialización y en las estrategias de marketing que intentan posicionarlos como premium. "Afortunadamente, cada vez hay más espacios de comercialización directa del productor al consumidor", agrega.

A la vez, muchos agroinsumos son importados y son especialmente sensibles, tanto a las alteraciones del mercado internacional, como ocurrió con la urea granulada con la guerra entre Rusia y Ucrania, y a los saltos del dólar. La utilización de preparados sencillos, hechos en la región con insumos locales es también un paso hacia la soberanía alimentaria.

"La Biofábrica es operada por estudiantes y becarios, principalmente de la faculta de Ciencias Agrarias, pero también de Ingeniería y Exactas y Naturales", comenta uno de los anfitriones, el vicedecano de Agrarias y Forestales, Gabriel Keil. 

"Los estudiantes vienen a realizar sus prácticas profesionales supervisadas o a desarrollar un trabajo fina de una materia y aportan un conocimiento que permite simplificar  mejorar un proceso productivo. Es un espiral muy virtuoso, una vez que se pone en marcha surgen sinergias que uno no podía prever inicialmente", argumenta.

Como todos los desarrollos productivos de la UNLP, la Biofábrica no aspira a lograr una gran escala comercial. "El objetivo es mostrar el prototipo para que luego otro actor lo desarrolle y multiplique, porque el conocimiento académico no puede llegar a la sociedad para mejorar la vida si no hay un trabajo de traducción y adaptación", reflexiona Keil.

El propio Tauber, en diálogo con Buenos Aires/12 aportó su visión del tema. "Estamos comprometidos con la necesidad de apuntalar los procesos sociales y productivos, allí donde el mercado no llega, cuidando nuestra comunidad, como en este caso desde los procesos agroecológicos. Tenemos que fortalecer nuestro cordón hortícola para que sea competitivo. Y para eso tenemos que estar cerca de nuestros productores, capacitarlos y producir aquellos insumos que necesitan".

El ministro de Desarrollo Agrario, Javier Rodríguez, recorrió las instalaciones en más de una ocasión. La más reciente fue en febrero pasado, cuando él personalmente entregó el certificado de habilitación. 

"La Biofábrica es una excelente iniciativa porque permite combinar el conocimiento científico tecnológico y la producción. Para los productores es fundamental contar con bioinsumos y la UNLP acá lo hace posible", le dijo al respecto a Buenos Aires/12.