Viva y directa

La primera gran visita será a mediados de febrero, con otro show del elenco de RuPaul’s Drag Race, algo que a lo largo del año que concluye se repitió con distintos nombres en presentaciones individuales y que en este caso tendrá a una patota de siete mostras de distintas temporadas compartiendo noche en la gira Werq the World, una especie de “Grandes Éxitos”. Además de Violet Chachki, ídola ganadora en su temporada, y la divisiva Valentina, eliminada sorpresivamente en la última, la conducción quedará en manos de Michelle Visage, icónica jurado del programa desde sus inicios e inspirational imbatible. 

La principal atracción musical, y la más masiva sin dudas, será la escala argentina del festival Lollapalooza, aunque debe decirse que la ausencia de representantes femeninas y queer en el interminable lineup se deja sentir -y mucho-, con pocos nombres que destacan: apenas Lana del Rey, Zara Larsson y Camila Cabello. Del Rey, que había visitado el país en el marco de otro festival en épocas de su primer estrellato, vendrá con orquesta y dúo de coristas para presentar Lust for life, su último disco que, es posible, sea el menos sombrío de su carrera. Melancohits con pose de decadencia hollywoodesca y halos de barbituria instagrameable. Larsson, sueca, jovencísima, fue uno de los nuevos nombres destacados de 2016; a pesar de que su disco So good se quede a mitad, o a un quinto, de camino, el festival y sobre todo el show más pequeño que ofrecerá en Niceto serán dos buenas chances para comprobar si sus tres temazos suenan en vivo tan bien como deberían. Cabello, por su lado, logró hace poco ese primer hit ansiadísimo con “Havana” y comenzó así a asegurar una carrera individual luego de su escandalosa partida del quinteto femenino Fifth Harmony. Pisará Buenos Aires con disco debut reciente y, ojalá, debiéndole poco y nada a sus ex compañeras. Como bonus para lxs más nerds, el productor Bloodshy, que labró para Britney y aledañas algunas de las cumbres pop de los últimos quince años, se presentará también en el festival con su dúo de house pop Galantis.

Unas noches antes del Lollapalooza, la malograda Katy Perry hará escala local con su Witness Tour. En 2017 encaró una de las reinvenciones más discutidas y contundentes de la historia pop cercana de la mano de un polémico discazo, razonablemente heterogéneo en su sonido y que, aún con altibajos, termina siendo sin dudas un destacado pop del año. Y no hablamos solamente de la música: los clips de “Chained to the rhythm” y “Bon appétit” siguen mereciendo aplausos, por no mencionar el espectacular lyric video protagonizado por la superestrella viral brasilera Gretchen. Por otro lado, qué bueno es saber que, incluso después de todos estos años, Perry siga necesitando una puesta en escena de alto vuelo para compensar sus carencias vocales -y que consiga el presupuesto para montarla-, algo que en última instancia termina justificando el despliegue impecable de sus performances y del show que se verá aquí, con planetas en órbita, plantas carnívoras y televisores con patas.

Paso firme

La suequísima Tove Styrke produjo uno de los temazos más destratados de 2017,  “Say my name”, que incluso con un clip elegante no se convirtió en ese hit que muchas veces agita el verano boreal y que suele importarse a estas alturas del año a nuestras latitudes. No puede decirse que sea una novata: lleva dos discos editados, pero ninguno hasta ahora la propulsó a la masividad que merece y que en la primera mitad del año entrante debería conseguir. 

Kim Petras fue titular hace tiempo por su transición de género a los doce años, algo que en su natal Alemania provocó polémica con su familia y el equipo médico que la trató. Después de haber ganado el circuito de entrevistas y talk shows, Petras comenzó a editar canciones de manera independiente, además de un primer disco en 2011. Además de una aparición en el más reciente mixtape de la prolífica Charli XCX, los cortes adelanto de su próximo álbum indican un potencial que, ojalá, se materialice de modos insospechados.

La inquietante y enigmática presencia de Sophie, una de las figuras esenciales de la hoy agónica escena PC Music, comenzó hace poco a cobrar forma pública con el clip de “It’s okay to cry”. Pasó del hermetismo más celado, su rostro presa de rumores, a un primer plano de varios minutos con cielo agitado de fondo y lipsync muy sentido. En entrevista reciente con el sitio Vulture se acercó a una redefinición de su persona y ofreció un panorama del show que estará protagonizando en los primeros meses de 2018 por Norteamérica y Europa y que, dedos cruzados, traerá al país antes de terminado el año. Se deja intuir nueva música con protagonismo full time, a diferencia de las muchas producciones para otrxs artistas de tiempos recientes y ya sin la elusividad que fuera uno de sus signos. 

De vuelta

Hay que hablar de Madonna, siempre, y más con la promesa de un tour para el año que viene, lo que hace suponer que habrá nueva música. No será difícil que logre superar el bochornoso Rebel heart, un barullo sin rumbo de canciones faltas de muchas manos amigas. Mudada a Portugal con novio al tono, se rumorea que podría retomar el concepto de sus históricos shows “Tears of a clown”, que ofreció a fines de 2016 en recintos de capacidad íntima y en los que arribaba vestida de Pierrot couture, pedaleando un triciclo grotesco y con nariz de fieltro carmesí, en anticipo de la epidemia payasesca despertada por las apariciones de clowns del terror en calles de EEUU y de Inglaterra, por no decir la fiebre despertada gracias al film IT y a la última temporada de la serie American Horror Story. 

También, siempre, hay que hablar de Kylie. Después de un disco y una gira fallidos en 2014, la deidad australiana se dedicó a la música navideña, posiblemente el género musical pesadillesco por defecto o más bien por naturaleza. Viene grabando hace meses con gente de toda calaña, desde ídolos varios de la música country (temblamos) hasta el equipo británico de electro pop demencial Xenomania (exigimos), pasando por el dj norteamericano Kaskade, que en un exabrupto o en un lapsus de anhelo twitteó hace varios meses que el próximo single de Kylie sería producido por él.   

De la liga de las popstars menos masivas, pero igualmente cultuadas, Robyn y Carly Rae Jepsen son seguramente las más necesitadas en la pista y en los corazones que habrán de ser rotos en los doce meses que siguen. De la primera puede decirse a esta altura que nos debe un disco hace un par de años como mínimo, y la edición hace ya meses de una serie de remixes por completo prescindibles no hizo más que avivar una sensación de que nos está tomando el pelo. De la segunda, bien por el contrario, se espera mucho más que todo lo bueno aparecido en Emotion, su disco de 2015 y sin dudas uno de los mejores ejemplos de cómo el pop todavía puede encontrar nuevas formas no necesariamente experimentales y aun así igual de refrescantes.

Deseos

Hay una nómina de indispensables pop que podrían aparecer por el país en el año que amenaza para aliviar la asfixia pregnante. Fever Ray, quien fuese una mitad del disuelto dúo The Knife, editó en octubre último su segundo disco solista, Plunge, un manifiesto anarcofeminista montado en beats serruchados y distorsiones reminiscentes del sonido que patentó junto a su otra mitad y hermano, hoy productor y dj. 

Por su parte, la británica Charli XCX, efervescente y maníaca, viene colaborando con innumerables figuras de la escena alternativa electrónica, incluyendo a la antes mencionada Sophie y algunxs secuaces con quienes comparte sello, además de cuanto personaje viral cuente una buena cantidad de vistas en Youtube. El formato de sus shows, con dj poniendo pistas y de alto octanaje, serviría bien en un escenario de despliegue moderado.