Las linternas flotantes, recientemente reeditado por la editorial Modesto Rimba, podría ser leído como un libro de poemas o como un solo poema: extenso, universal, filosófico. Ya en sus primeros versos lo anticipa: “dormir con los ojos abiertos”. El aire macedoniano del verso pareciera querer indicar la totalidad de la vida, la circularidad de la que somos parte sin saberlo. Dormir alertas. Vivir así sería como ser parte de un todo, de un estado impensado donde somos paz, contemplación y  revolución. Dice el poema: “residir la noche entera en la vigilia”. Mercedes Roffé, poeta argentina que vive en Nueva York desde la década del ochenta, narra en la presentación del libro en Buenos Aires el germen de estos poemas publicados originalmente en 2009 por Bajo la luna. Cuenta Roffé que este libro estuvo inspirado en un homenaje a las víctimas de los atentados de las torres gemelas. La ciudad había decidido llenar el Hudson con esas linternas flotantes (pequeños farolitos hechos de papel de arroz sobre un marco de bambú o alambre que cuando se encienden, se elevan). Son usados en distintas ceremonias en Oriente para celebrar las almas de los muertos. Una celebración diferente en esa ciudad, un homenaje que unía dos culturas, dos maneras de enfrentar la muerte y la violencia. Y ese hecho le hizo pensar a Roffé en otras tragedias colectivas, por ejemplo una que había sucedido en nuestro país: Cromagnon. Ese residir en la noche que narran los primeros versos del libro se convierten entonces en la suspensión del alma ante el dolor común, ante la evidencia de no poder cuidarnos. “SUSPENSIÓN/de todo/de todos los sentidos/de lo corpóreo y frágil, vulnerable,/ mortal, hirsuto/de todos los sentidos/Suspensión del sentido para ver lo pleno/suspensión del sentido para oír lo pleno/suspensión del sentido para oler y tocar/gestación de lo pleno”. 

Hay que suspender lo grave, pareciera decirnos Roffé con estos versos. George Bataille afirmaba que la verdadera tristeza o la verdadera alegría es la suspensión de la expresión. Ni el llanto ni la risa son expresiones totales. La totalidad está vacía. Ante esa posibilidad del vacío Roffé apuesta con sus linternas flotantes a la poesía. La respiración de los versos de Las linternas flotantes, un verso extenso que en el siguiente cambia de rumbo y de extensión, destruye la continuidad y crea un tiempo propio. Un tiempo quebrado como el que abre la muerte en la vida de una sociedad. Todos los poemas parecen trabajar en esa dirección circular develando un dolor colectivo, comunitario. No son poemas del individuo sino sociales. Y es por eso que pueden disparar a la realidad de este 2017 como una flecha encendida: “Hay maldad/Residamos al borde de la noche/Hay corrupción y mentira/

Residamos al borde de la noche/Hay mezquindad, malicia, engaño, alevosía/Residamos a la vera del día. Hay pobreza y dolor/ Residamos a la vera del día/Residamos la noche a la vera de la noche/Residamos la noche en el seno urgente del día/ hay mal/ hay fraude/ hay sombra/moremos en el estallido del día/moremos en el seno de la noche/en el fétido seno del mal/contra el mal”.  

De una extraña manera el libro, aunque señale el mal, se vuelve vital, esperanzador, potencial. Empieza con la maldad pero termina señalando desde la miniatura del amor, el bien. Los últimos versos son emocionantes por la carga de amor que transmiten: “¿Me quieres?/Dime que me quieres/Dime mil veces al día que me quieres./ En el origen fue el Bien. Y de él, todas las cosas.” Porque hay mal pero todo empieza en el bien. Y el bien es amor. El hallazgo poético y la singularidad de este libro residen en como Mercedes poetiza ese saber que siempre necesario recordar: en el principio era el bien, el amor. Como las linternas flotantes que en su llama llevan un mensaje de bondad, estos poemas que luchan desde el papel con los vientos del mal. Un mal que todos habitamos con los ojos abiertos.  ,

Las linternas flotantes
Mercedes Roffé
 Modesto Rimba