¿Cuál es tu historia de aborto? ¿Cuál es tu anécdota? ¿Cuál contás? Dejame recomendarte que te animes a sacar el tema. A preguntar amorosamente cuando una charla entre mujeres lo amerita. No solo sobre el aborto, sino sobre no haber abortado también. ¿Lo tuviste sola? ¿A esa edad? y ¿qué dijeron tus papás? No hay respuestas que estén mal. Esa es la manera amorosa de charlar. Y es que de esto hablamos las chicas, y podemos hacerlo ligera y profundamente a la vez. Se trata de pasarnos información, sincera y útil, las unas a las otras, porque llevamos siglos de ser esposas perfectas careteando una realidad publicitaria.  Charlar sobre el aborto no siempre se trata de revivir un trauma, porque no necesariamente ha sido un trauma para todas, o en todo caso, parir puede ser un trauma también, porque en definitiva el maltrato y la violencia institucional se encuentran en todas las situaciones en las que esté en juego el cuerpo de la mujer. 

Creo que la interrupción voluntaria del embarazo deviene trauma, primero que nada por una construcción cultural de las mujeres como madres y nada más y por la comparación del aborto con un asesinato del hijo, sumado a la ilegalidad de la práctica que supone condiciones inhumanas típicas de los ámbitos clandestinos. Ya vemos que nadie considera asesino a un hombre que se hace una vasectomía. 

Yo no aborté nunca (digo mientras le prendo una vela a la pastilla del día después), pero tengo muchas anécdotas, por suerte no tengo horribles debo confesar, pero sé que las hay. Tengo amigas que abortaron con total seguridad dada su clase social, y no quedaron marcas en el alma ni en ningún lado, que incluso el día de la intervención hacían chistes tipo “no debería fumar, estoy embarazada”. Me reí y me río hoy recordándolo. También tengo conocidas que abortaron en condiciones horribles, con enfermeras maltratadoras y en lugares tenebrosos, y que aún así no significó un trauma porque el alivio fue tan grande que lo venció; paradójicamente sufrieron más las que la acompañaron. También tengo amigas que repetían en mi adolescencia: “Yo no podría abortar de ninguna forma” y lo entiendo también, porque no tengo un cerebro de raviol unilateral. ¿Pero saben lo que más tengo en general? Anécdotas de aborto en las que no hay varones acompañando. 

¿Qué edad tenías? ¿Qué pensaste? Hay algo muy poderoso que se genera cuando las mujeres hablamos de lo que no se habla. Ahí sucede la revolución, como pequeñas disrupciones en la vida, chispazos de energía que te permiten avanzar, porque el sistema no nos ha quebrado, porque acá estamos hablando de esto, un evento más en nuestras vidas. Me cuenta una chica, que conozco hace poco y me cae muy bien, un relato que parece una leyenda urbana porque siento que ya lo escuché: “Era mi primera vez y quedé embarazada”. Ahora tantos años después, tantas cosas vividas, el relato solo amerita un “wow, no te puedo creer, qué boluda”, “sí era una boluda, ni sabía lo que era ovular”, reímos. Sí, nos reímos porque acá estamos tomando una cerveza y toda la injusticia cultural no nos tumbó ni nos tumbará, porque tuvimos suerte quizás, porque la estamos luchando también.

En el futuro mi generación será conocida como la que habló, mis amigas son las mamás que empezaron a contar: “Sí, pensé en abortar. Sí, tuve la opción, y no la usé”. Algunas cajetillas se escandalizan: “ay no digas así, cómo pensaste en no tenerlo”. Conozco renombradas figuritas del Ni Una Menos decirle a comediantes: “No te da cosa hacer chistes de aborto ahora que estás embarazada”. ¿No te da cosa jugar a la feminista en los medios y no entender un mierda partida al medio? Perdón, habíamos quedado en sentarnos a charlar. Perdón. Pidamos otra birra.