El Gobierno volvió a recurrir a los pasivos remunerados del Banco Central como herramienta para administrar la liquidez del sistema financiero. Apenas dos meses después de la eliminación de las LEFI, el equipo económico reintrodujo un esquema que permite reducir las tasas de interés sin que eso tenga un impacto directo sobre el tipo de cambio, en un intento de recuperar calma luego del cimbronazo electoral en la provincia de Buenos Aires.

La consultora PxQ, que dirige Emmanuel Álvarez Agis, señaló que la decisión de utilizar nuevamente instrumentos remunerados explica tanto la calma cambiaria entre lunes y miércoles como el buen resultado de la última licitación del Tesoro. El mecanismo consiste en la participación del Banco Central en la rueda simultánea de BYMA, donde absorbe pesos y establece un techo para la tasa de interés. Esa tasa se traslada luego a la caución bursátil y a los repos interbancarios. La nueva referencia comenzó la semana en torno del 45 por ciento y cerró en 35 por ciento, con un stock de operaciones que alcanzó 4,5 billones de pesos al 9 de septiembre.

Según PxQ, el Gobierno implementa lo que denomina la “estrategia del tero”: proclamar públicamente que no habrá cambios en la política monetaria y cambiaria, mientras introduce modificaciones sustanciales en la práctica. Así, la autoridad monetaria retoma un rol activo en la gestión de la liquidez, aun cuando el discurso oficial insiste en mantener la disciplina fiscal, la restricción monetaria y el esquema cambiario vigente. Para la consultora, esta redefinición del vínculo entre dólar y tasa es menos dramática que la suba de encajes utilizada en licitaciones anteriores.

La vuelta de los pasivos remunerados contribuyó a estabilizar el mercado de pesos. Se registró una compresión de las tasas de los bonos a tasa fija y de los títulos indexados por inflación, en línea con la baja de la tasa nominal. En la licitación del martes, el Tesoro logró refinanciar el 91 por ciento de los vencimientos, con colocaciones por 6,6 billones de pesos. El 90 por ciento de esos fondos se concentró en títulos a tasa fija y más de la mitad en la LECAP con vencimiento el 31 de octubre, es decir, después de las elecciones nacionales. La tasa obtenida resultó superior a la del mercado secundario, aunque inferior a la de la licitación previa, lo que también refleja la mayor liquidez disponible.

De esta manera, el Tesoro consiguió atravesar un primer desafío después de la derrota electoral bonaerense. PxQ destacó que la normalización del mercado de pesos es una condición necesaria para reducir la volatilidad financiera, y que la participación activa del Banco Central exogeneizando la tasa de interés es clave para ese objetivo. Sin embargo, la consultora advirtió que este esquema no resuelve la escasez estructural de divisas. Tras la eliminación del cepo para personas humanas y la caída estacional de las liquidaciones del agro, la demanda de dólares se mantiene elevada. En los primeros tres días de la semana, el Tesoro habría vendido apenas 34 millones de dólares, apoyado en un ingreso extraordinario del sector agroexportador que difícilmente se repita en el tiempo.

El informe también remarcó que la medida tiene un costo político: la reaparición de los pasivos remunerados se produce después de un “error no forzado” como fue la eliminación de las LEFI y en medio de una crisis política que golpea al oficialismo tras la derrota en Buenos Aires. En paralelo, el Presidente mantuvo su línea dura en el frente fiscal y vetó leyes que afectaban el superávit, intensificando el conflicto con las provincias de cara a la elección de octubre.

La mirada de otras consultoras complementa este diagnóstico. Desde EcoGo destacaron que el resultado electoral generó un fuerte impacto en los mercados. El Merval tuvo un lunes con pérdidas históricas y cerró en dólares 16,2 por ciento abajo. En ese contexto, el Gobierno permitió que el dólar flotara con escasa intervención, mientras alargó su presencia en los contratos de futuros y relajó las tasas. Según la consultora, el Banco Central buscará defender las bandas cambiarias hasta la elección, aunque la discusión pasa por el costo en reservas y el eventual efecto sobre el riesgo país, los acuerdos de financiamiento y los depósitos en dólares, variables que deberán seguirse de cerca junto con la dinámica política.

En la misma línea crítica, la economista Delfina Rossi, directora del Banco Ciudad, había advertido a Página 12 el lunes posterior a la elección que “lo más grave es que el Gobierno no se anoticia de la necesidad de realizar cambios sobre el sendero económico. Puede hundirse con su modelo y seguir rifando reservas, apostar a un golpe de confianza post elecciones, pero no parecería ser el escenario más posible. El mercado le está dejando de creer”. Parecería que el gobierno finalmente decidió salir de esa postura estática inicial.

La conclusión que surge de estos diagnósticos es que, pese al discurso de continuidad, el Gobierno introdujo cambios significativos en su política monetaria y financiera. La reaparición de los pasivos remunerados marca un viraje pragmático que busca descomprimir la tensión sobre el dólar y asegurar la financiación del Tesoro en la previa electoral. El interrogante es si ese ajuste alcanzará para sostener la estabilidad hasta octubre, sin agotar reservas ni deteriorar más la confianza en un modelo que enfrenta crecientes desafíos