Cada vez que alguien te diga que el rock está muerto, simplemente compartile Camionero. El que se ríe es porque no lo conoce. Y si no lo conoce, ignora profundamente lo que se está perdiendo: el dúo originado en Béccar y afianzado en Villa Martelli expandió su concepto en base a una dinámica que toma lo mejor de cada valor entrañable de la cultura rock (su musicalidad, el estruendo, la identificación gregaria, la poesía, el amor, el combate y la solidaridad) para convertirlo en algo superador y, probablemente, inédito: ¿cuántos ejemplos de dúos de guitarra y batería que suenan orgánicos y poderosos hay en el planeta y en Argentina?

Con dos LPs y tres EPs a cuestas, el binomio del guitarrista y profesor de lengua y literatura Joan Manuel Pardo y el baterista y arquitecto Santiago Luis construyó una identidad completamente novedosa y refrescante para una escena que parecía debatirse entre los añorados viejos valores y los nuevos talentos amarrados a la tiranía del algoritmo. De eso surgió un dúo que, para colmo, no tiene bajista (aunque resuelven las frecuencias bajas con un pedal octavador de las cuerdas entorchadas de la guitarra). Todo parecía demasiado para el paladar medio conservador… hasta que ellos rompieron la cuarta pared y atravesaron el Rubicón con una prepotencia de trabajo que los llevó a estar en situación permanente de toque y agite.

Foto: Diego Homez, gentileza de prensa de Camionero


Después de su gira estreno por México y una experiencia acústica fabulosa ante casi mil personas en una fábrica de birras y vermuts de La Plata, los Camionero llevaron este sábado al Teatro Vorterix la edición XVII de Tracción a Sangre, su ciclo itinerante que comenzó en el CC Morrison, luego leudó en el Matienzo y también circula por todo el país (por caso, el finde próximo en el Club Paraguay de Córdoba el viernes, Tribus de Santa Fe el sábado y el Güemes de Rosario el domingo, las tres veces junto a Los Espíritus). La sala del barrio de Colegiales marca un nuevo estándar de convocatoria para el dúo, que puso a la venta entradas a un precio popular y se agotaron rápido, por lo que se debió agregar una nueva función para el sábado 11 de octubre.

Estribados en una autogestión casi militante e igualmente solidaria, la banda le esquiva a los festivales pomposos muñequeados por el rock business para meterse de cabeza en los entresijos de una independencia fatigosa pero genuina. Y en la que logran hacer circular en su propia órbita otros apéndices como la feria El Acoplado, un colectivo autogestivo dedicado a producir arte y merchandising de los Camionero con un arreglo poco frecuente en la industria: el cien por ciento queda para los vendedores, quienes "usan" la marca de la banda de forma gratuita y sin tener que pagar renta por ello. El otro es La Rueda de Auxilio, así llamado el cúmulo de actividades tendientes a la recolección de donativos para comedores escolares y lugares similares.

Foto: Diego Homez, gentileza de prensa de Camionero


En cuanto al show, a poco de las 21 del sábado y con Vorterix hasta el tuétano después del acto acústico de Santiago Moraes como número soporte, Joan Pardo y Santiago Luis salieron a escena como un transatlántico bifrontal que avanza con la enjundia demoledora de sus canciones más vibrantes, demostrando que es cierta aquella premisa de que "parecemos dos pero somos muchos". No había sonado el primer acorde de "Un poco más de consideración", el primer hito de su lista de 22 temas, y ya se había escuchado unas quichicientas veces "¡Dale camiónnnn!", el grito de guerra que su gente tomó como santo y seña de identidad.

Cuando ya promediaba la faena, y después de "Trabajando para el capital, 2040" (una especie de mensaje en la botella al futuro de los propios hijos de Pardo y Luis sobre el mundo desgajado, impersonal y de relaciones productivas dispares que ellos parecen dejarles), el mismo público que entendió la referencia de la canción al Manifiesto Comunista de Marx y Engels a través de la frase "todo lo sólido se desvanece en el aire" tomó eso como impulso para corear "unidad de los trabajadores, y al que no le gusta, se jode, se jode", leitmotiv que fue escrito en tiempo real por quién se encargaba de administrar las pantallas del escenario.

"Creemos que la gente termina de entender la banda cuando la ve en vivo. Más que nada, porque se genera un efecto raro, donde la gente está esperando que algo falte por la propia orquestación y terminan encontrándose con la sensación de que no solo nada falta, sino que falta gente arriba del escenario", le dijo hace unos años Joan Manuel Pardo al camarada Augusto Dorado de La Izquierda Diario, acaso uno de los primeros periodistas que le creyó a Paula Alberti cuando la querible prensera le aseguraba a todo el star system rockmediático que tenía en su agencia a la banda que iba a salvar nuestro rock de las fotos sepias y las notas evocativas "a 35 años de tal disco".

En otra ocasión, el Tano Diego Giorno, el actor que protagonizó el video de "Genio del Abasto" y estila subir a cantarlo, tiró tras su performance una impresión compartida: "Acá el rock nace de vuelta, papá".

Un término que está en boga en las generaciones de millennials y centennials que merodean la socialmedia es el de "generar comunidad". La cultura rock argenta sabe de eso mucho antes de la aparición de los smartphones: se le llamaban "misas", "banquetes", "rituales" o sustantivos similares. Claro que eso remite a otra época, incluso a otro siglo desde su fundación. En 2025, cuando el género lleva en Argentina más de seis décadas y todo parecía ya dicho, aparece Camionero para darle una nueva vida a algo que vuelve a sonarnos joven, moderno, arriesgado y, sobre todas las cosas, dispuesto a dejarnos ser parte de él.


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