En Peligro de Wolf rendimos un humilde y merecido homenaje al querido Luis Landriscina, leyenda viva del humor argentino y a su entrañable personaje Don Verídico con el siguiente relato futbolero.
Futbolista que supo ser patadura, aura que lo dice, el Abelardo Malazzo. Una tremendidá de buena gente, pero jugando al fobal era más malo que una rebaja de sueldo.
Y no le exagero si le digo que con la pelota era más inútil que un cenicero de moto y que de mocito nomás lo llamaban “Lobo”, porque era más que perro. Si hasta parecía escapáu de la película “Los 101 dálmatas”, con eso le digo todo.
Y si llegó a integrar el plantel del Deportivo El Resorte fue simplemente porque su abuelo fue uno de los fundadores del club. Tan maleta era el hombre que se decía que con la pelota en los pies era pior que una cebolla, porque lo mirabas y te hacía llorar.
El Abelardo, ya lo dije, era hombre de pocas neuronas, cuatro, a lo más cinco. Su habilidad con el balón era como un helado de locro: no existía. Pero como parecía un plazo fijo (ya que nunca salía del banco) lo trataban como a una senda peatonal: todos sabían que estaba, pero nadie le daba pelota.
Una güelta le tocó reemplazar a un compañero que había salido lesionado y podés creer que no cazó ni una. Si él, un suponer en el partido, diba a marcar al rival, éste lo bailaba tanto que el Julio Bocca era un poroto a su láu. Ahí comprobamos que la claridad de su pensamiento alumbraba casi tanto como una vela de cumpleaños.
Me contó el Ñato Pantaleón, bufetero del club, que cierta vez el diretor ténico del equipo, Don Belizario “Flequillo de Carne” Ruffinatti lo mandó llamar. Vale aclarar que el peláu Ruffinatti, era un hombre tan escaso de pelo que lo llamaban “Tobogán de piojos”, mire usté. Como le decía, risulta que un lunes, día de descanso de los futbolistas, don Belizario pide hablar urgentemente con Malazzo. Bentonces el Abelardo abandona su catre que más que catre era una cama más bajita que conversación de velorio y va al encuentro con Don Belizario, que justamente taba sentado en una mesa del club, buscándole el fondo a una damajuana e vino.
-¿Usté me ha mandado llamar, Don Belizario?
-Satamente. Mirá Malazzo; te lo digo de frente, pa mí vos sos como un té de yuyos: no hacés mal, pero tampoco servís pa nada. Y como no jodías no quise tomar ninguna medida. Pero esta vez cambió la cosa, che. Mañana mesmo te me vas del club y si te he visto no me acuerdo.
-¿Pero por qué, Don Belizario?
-¿De verdad me lo preguntás? ¿No te has dado cuenta de lo que has hecho?
-Mirá que yo te banqué a pesar de que con la pelota tenés menos recorrido que una calesita, pero esa actitú que tuviste en el partido del domingo pasáu me hartó con ganas…
-¿Qué actitú? Si yo solo imité lo que hacen los otros jugadores que meten un gol ¿Qué tiene de malo subirse al alambrado, revolear la camiseta y bailar en medio de la cancha para festejar?
-Es que el gol que metiste fue en contra, salame, fue en contra.