El compost es un abono orgánico natural que se obtiene de la descomposición controlada de residuos vegetales y otros desechos orgánicos mediante la acción de bacterias, hongos y otros microorganismos. Sirve para mejorar la estructura y la fertilidad del suelo, aumentar su capacidad para retener agua y nutrientes, promover un crecimiento vegetal saludable y reducir la cantidad de residuos orgánicos que llegan a los vertederos de basura. El término deriva del latín "composta", el cual significa "poner junto". El nombre lo toma Manifiesto compost, una obra de danza y performance donde la tierra se presenta como materia de vinculación y participación compartida al público y a huertas comunitarias, abriendo un ciclo de cuidado y regeneración hacia una soberanía alimentaria.
Se trata de un proyecto del Colectivo Dominio Público en alianza con el Colectivo Reciclador en la huerta urbana agroecológica del Patio de Nutrición de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires. Podrá verse este sábado y el 27 de septiembre y este domingo y el 28 a las 17 en Azcuénaga 951 (y Paraguay, entrada por el estacionamiento al aire libre), Patio de Nutrición de Facultad de Medicina de la UBA, donde se ubica La Huerta Margarita.
El Colectivo Dominio Público es un grupo interdisciplinario que reúne los mundos del arte, danza, teatro y performance, el periodismo tecnológico y el hacktivismo. Realiza intervenciones, obras, performances, encuentros y debates sobre las tensiones entre la sociedad de control y la libertad. Surgió en 2013 a través del encuentro entre el escritor y periodista Esteban Magnani, el director y actor brasileño Fagner Pavan y el dramaturgo y director Maximiliano de la Puente. Manifiesto compost está pensado y dirigido por Pavan y Laura Peña Núñez, bailarina de origen paraguayo, egresada del Taller de Danzas del Teatro San Martín y de la Escuela Arte XXI. También trabajó diez años como performer en Londres en compañías estables y en diversos proyectos independientes. Pavan, en tanto, es creador escénico, actor y docente. Se formó en el Centro de Comunicación y Artes de SENAC, de San Pablo, y fue parte del Teatro Móvel de San Pablo, hasta su llegada a la Argentina en 2009.
Manifiesto compost surgió cuando ambos estaban cursando la Tecnicatura de Arte Performático y Espacio Público en la UNSAM, coordinada por Fernando Rubio. "Cada uno hacía un proceso individual, a partir de ese taller, y ahí surgieron materiales muy en común. Ambos estábamos con nuestros fantasmas, nuestros muertos. Yo estaba elaborando la imagen de un perro que había muerto en mi infancia, y que había tenido un fin bastante feo: quedó muy enfermo, se murió en casa y mi viejo terminó tirándolo en un basurero. Eso me impactó, y yo retrotraje esa situación de dejar un cuerpo de un animal en la basura. Como si fuera un desecho con todo lo que fue ese perro para nosotros. Retomé ese fantasma y ese muerto. ¿Cómo compostar nuestros muertos?", cuenta y se pregunta Pavan.
Laura Peña Núñez traía también una imagen muy personal: la muerte de una hermanita que falleció cuando tenía 10 años. "Yo tenía 23, y me vino mucho la imagen de que ella está en un cementerio y nunca la enterramos. Y siempre me imaginé hacerle el pozo y que ella vuelva a la tierra y que sea naturaleza. Siempre me era muy extraña esta imagen de que esté en un cajón, en un cemento, porque son así las casitas en el cementerio en Paraguay. Y en esta diplomatura trabajamos mucho sobre las memorias iniciáticas que nos marcan en nuestra vida. Y ahí cada uno volcó algo muy personal, algo muy vivo y, a la vez, muerto", cuenta la artista. A partir de esas ideas, la tierra era vinculante. O los muertos y la tierra. Pavan y Peña Ñúñez comenzaron a pensar la tierra y el compost como un elemento de transformación: la putrefacción, la muerte, pero que se transforma al final en vida. "Esa es la belleza, la poética del compost", detalla Pavan.
-¿Ese es el concepto que tienen de tierra y que forma parte del sentido de la obra?
Fagner Pavan:-Sí, el concepto del compost. El compost termina teniendo potencia de vida cuando hace todo el proceso de la muerte: putrefacción, degradación de la materia y, después, al final da la vuelta y puede salir una tierra con mucha potencia de vida.
-¿Se lo puede vincular de alguna manera con la cultura oriental por el tema de la vida, la muerte, la vida y la mutación del alma?
F.P.:-Seguramente hay un proceso más cercano al ser oriental que percibe una muerte que es una transformación y no un fin. El oriental tiene esa filosofía de integrar todo. Nosotros como occidentales tenemos un tabú de la muerte muy fuerte y los orientales realmente tienen ese ser que se está continuando y transformándose.
Laura Peña Núñez:-Sí, de algo que no termina porque la vida no termina en la muerte, como que la vida es un ciclo y sigue en continuación y eso me parece que el recurso de la tierra generaba esa sensación de ciclo.
-¿La tierra en la obra es como un protagonista más?
F.P.:-Totalmente. Es el elemento fundante de la obra. Es el principal junto con los performers. Es el elemento poético, vital, de muerte y vida, al mismo tiempo. Y, además, esa tierra tiene un propósito expansivo: después es distribuida entre seis u ocho huertas urbanas de la ciudad. Entonces, esa tierra poetizada sigue generando frutos.
-¿Qué rol tienen los espacios de la ciudad en su concepción de la obra?
L.P.N.:-La verdad es que desde un principio la tierra era un elemento para generar disrupción en la ciudad. Nos imaginamos en la calle; en el medio de la calle, esta tierra, y en un lugar donde hacía salirte de ese tiempo, del tráfico, de los autos, de la gente caminando y yendo a trabajar. Entonces, la tierra en sí en la ciudad generaba como ese impacto disruptivo. Acá, principalmente con la huerta que también está en el medio de toda la ciudad en un estacionamiento, entre estos edificios enormes de la Facultad de Ciencias Médicas, es impactante porque al mismo tiempo escuchás el ruido de los autos, la gente caminando, pero estás en un oasis. Es como esa dualidad de estar en la ciudad, lo que significan sus ruidos y su ritmo. La tierra te lleva a un ritmo súper meditativo, a un modo de bajar toda la energía, la tensión.
-Y, en relación con lo que decía Laura, de lo disruptivo en la ciudad, es como que forma parte de otro contexto y está puesto en el ámbito urbano. ¿Por eso dicen que lo pensaron como una experiencia expansiva?
F.P.:- Sí, una experiencia expansiva en el sentido de ocupar y habitar otros espacios de la ciudad, fuera de los tradicionales. No está en un teatro que está pensado para un espectáculo. Es como expandir las experiencias por fuera de lo ya conocido, ocupar una huerta, transformarla y poetizarla también. Cómo la naturaleza, la poética y la estética se juntan, y también la política. De hecho, en esa semana que estuvimos ensayando allá, estuvimos en pleno contexto del paro docente. Entonces, todo eso está circulando ahí.
L.P.N.:-Lo expansivo también en relación a que la tierra está ahí y después llega a la casa de algún espectador, que va a ir a ver la obra, se va a llevar una maceta con semillas, va a ir a plantar eso en su casa, luego se hace un mapeo que va a estar en la página web del Colectivo Dominio Público, donde se pueda ver dónde van llegando las plantitas y se va generando también una expansión.