Desde este mismo espacio, hace una semana exacta, se vaticinó que sería muy equilibrada y de resultado incierto la llave entre Racing y Vélez de los cuartos de final de la Copa Libertadores. Y que a priori, River y Estudiantes no eran los favoritos en sus cruces con Palmeiras y Flamengo. Lo sucedido en los partidos de ida de la semana pasada no se apartó de esas previsiones: aunque la Academia salió ganando de Liniers, todo resultó tan cerrado, trabado y feo que este martes en Avellaneda puede darse lo mismo o lo opuesto. Cualquier definición es posible.

Palmeiras y Flamengo también confirmaron que hoy por hoy, están unos pasos por delante de River y Estudiantes. Pero nunca se supuso que la distancia eran tan grande como la que los brasileños pusieron en evidencia tanto en el Monumental como en el Maracaná. Si ambas series todavía se mantienen abiertas y los equipos argentinos conservan alguna esperanza, es porque los paulistas y los cariocas se evadieron demasiado pronto de ambos partidos. Como si se hubieran dado prematuramente por conformes con las diferencias alcanzadas.

Pero cuando en ambos primeros tiempos, Palmeiras y Flamengo se decidieron a jugar, River y Estudiantes fueron reducidos a una mínima expresión futbolística. Pocas veces se vio a River tan sometido en su propio estadio, corriendo detrás de la pelota sin poder encontrarla ni arrimarse al arco adversario. Y pocas veces también se vio a Estudiantes tan incapacitado de plantear un trámite más o menos parejo: perdía 2 a 0 a los ocho minutos de la etapa inicial y nadie se hubiera sorprendido si Flamengo se iba al descanso goleando por 4 o 5 a 0.

En ambos casos, el dominio fue tan notorio que, mientras los brasileños juntaban pases por toda la cancha y desplegaban toda la riqueza de sus movimientos a la hora de atacar, con una notable calidad en el control, la circulación de la pelota y el aprovechamiento de los espacios, los argentinos sólo podían cortar el juego a base de faltas. O perdían el balón rapidamente ahogados por la presión de sus rivales. Que quede claro: lo que sorprendió no fue que Palmeiras y Flamengo hayan sido superiores. Lo que llamó la atención (y constituye una fuerte advertencia para los partidos de esta semana) es el grado de intensidad con el que esa superioridad se expresó cuando los brasileños decidieron hacerlo. 

Antes no era así. Pero ahora sí. La diferencia de jerarquía individual y colectiva entre los equipos brasileños y los argentinos se ha remarcado en los últimos veinte años. Acaso porque además de su rotundo poderío económico, hay una opción preferencial por el buen juego: mientras allá, con sus más y sus menos, la prioridad es ganar, acá la obsesión es no perder. Y los planteles se arman para eso. Con jugadores mayoritariamente predispuestos para la lucha pero sin tantas aptitudes técnicas. A River y Estudiantes sólo les queda el gastado relato de la épica para poder seguir en la Copa. Futbol por futbol, los dos están muy por debajo de Palmeiras y Flamengo. Y ya no hay manera de remediarlo.