Un nuevo trabajo en base a músicas propias –y un tema de Ornette Coleman–, elaboradas en la dinámica amplia de lo que podría describirse como un triángulo de muchos vértices. Por ahí va Apocalipsis, el flamante disco del Pipi Piazzolla Trío. Más allá de la estampida que sugiere el título -que deriva del tema que inaugura el álbum-, es la dinámica conversación entre músicos de gran imaginación y mundos sonoros propios, que sin urgencias ni arrebatos declaran estar más atentos al detalle y al juego que al estruendo. El martes 23, Daniel “Pipi” Piazzolla en batería, Damián Fogiel en saxo tenor y Lucio Balduini en guitarra lo presentarán en La Fábrica –un nuevo espacio de gastronomía y música en lo que alguna vez fue la sala de ensayos de Charly García (Fitz Roy 1245)–, después de mostrarlo en el Festival de Jazz de Merlo a principios de este mes y antes de hacer todos los miércoles de octubre en Virasoro (Guatemala 4328).
Desde el espléndido debut con Arca Rusa (2013) hasta Stick Shot (ganador de un Gardel a Mejor Álbum de Jazz en 2023), pasando por Transmutación y Rata –ambos también ganadores de un Gardel al Mejor Álbum de Jazz en 2016 y 2020 respectivamente–, el Trío representa para Pipi Piazzolla, entre otras cosas, un espacio para experimentar con la composición. Desde ese lugar, Apocalipsis marca la afirmación de las búsquedas rítmicas del baterista, sobre un gusto por las melodías claras y el juego abierto de las partes. “Lógicamente, uno va creciendo, pero creo que como compositor siempre soy más o menos el mismo”, asegura el baterista en diálogo con Página/12. “En general, compongo desde el piano extendiendo una partitura con melodía y armonía, para después manipularla estilísticamente. Antes, en mis composiciones aplicaba mucha data de lo que iba explorando con la batería, como polirritmias, desplazamientos, grupos extraños y ese tipo de cosas. Hoy, en cambio, siento que hay una maduración y no interfiero con tantas cosas rítmicas locas. Siento que voy en busca de formas de simplicidad”, agrega el baterista.
“Hay temas, como ‘Parlamento Lucio’ y la segunda versión de ‘Apocalipsis’ que está en el bonus track, que prácticamente se tocan como fueron escritos. Pero, por ejemplo en la versión principal de ‘Apocalipsis’, que suena más abierta, apliqué al tratamiento rítmico cosas que estoy estudiando en esta época y que de alguna manera tengo encima”, continua Piazzolla. Otros temas del baterista, como “Nostalgia” (compuesto para la obra de teatro de Lisandro Fiks), “Para Joe” (dedicado a Joe Morello, baterista del Dave Brubeck Quartet) y “Vals para Richard Galliano”, el gran acordeonista francés con el que Piazzolla compartió una gira por China hace un tiempo, se conjugan con las sólidas “Tuco”, de Fogiel, “Salvaje”, de Balduini, y una inspirada transposición de “Peace” de Ornette Coleman, sin romper el aura de una música que en general viaja optimista y segura de sí.
En Pipi Piazzolla, el baterista fluye e influye sobre el compositor. En ese ida y vuelta su musica se va nutriendo de las más variadas influencias y es en esa relación con lo que le atrae de los demás que termina de componerse su estilo. “Siempre tengo presente las influencias, las busco conscientemente. Sé de dónde viene y cómo fui asimilando todo lo que toco. Es importante tener muchas influencias para generar tu propio sonido. El problema es cuando tenés sólo una influencia y terminas creando un clon. Hay muchos bateristas de diferentes estilos que admiro mucho, que de alguna manera están mezclados dentro mío”, asegura Piazzolla, y enuncia una lista que va de Elvin Jones hasta Tony Williams, Philly Joe Johns, Roy Haynes y Art Blakey, o más acá en el tiempo Marcus Gilmore y Jeff Ballard, entre muchos otros. “También David Garibaldi tocando funk, Jeff Porcaro en Toto, Mike Clark con los Headhunters o Samuel Formel de Van Van”, agrega.
-Batería, saxo y guitarra: ¿qué te atrae de esta formación?
-Me gusta mucho esta formación porque sin bajo podés tocar cosas sin que pese demasiado la estructura. Ojo, el bajo es mi mejor amigo, el instrumento más importante del mundo. En un ensamble, el bajo es el instrumento que te va marcando las notas importantes, es una especie de columna vertebral. En este trío, al no escucharlo, uno implícitamente tiene el bajo en la cabeza, lo está pensando. Inevitablemente te acercás y te alejás de esa línea de bajo imaginaria, y eso produce una flexibilidad que nos permite tocar alrededor de la estructura, más que adentro. Salen así otras texturas y en mi caso me permite mayor soltura. Puedo tocar ritmos que no son tan derechitos o evidentes, y eso le da mucha más gracia a la libertad que de por sí te da el trío.
-En esa dinámica, ¿qué le pedías a tus compañeros?
-Les pido que sean libres de tocar lo que quieran. Y en este sentido resulta muy fructífero, porque en esa libertad siempre aparece un elemento ordenador. Por ahí es Damián (Fogiel) el que arma una especie de línea que ordena la armonía con el saxo mientras otro improvisa o Lucio (Balduini) con la guitarra, además de asumir el aspecto melódico hace acordes, y después pasa a alguna base de bajo o mezcla un poco todo. Es mucho lo que permite este formato de trío, por las características de los instrumentos y sobre todo por el talento de los instrumentistas. Es muy estimulante ver que después de tantos años varios discos se nos siguen ocurriendo cosas.