Cristina García y Ana María Simón coincidieron ayer en asegurar que los hermanos Adrián Guillermo y Carlos Damián Saavedra no cometieron el femicidio de Jimena Salas (44), por el que están siendo juzgados. El reclamo de inocencia comprende también a Javier Nicolás "Chino" Saavedra, que se suicidó el 15 de septiembre y por eso no está en juicio.
Cristina García es la madre de Jimena Salas. Ana María Simón es madre de los acusados. En ese orden declararon ayer en la segunda jornada del juicio por este crimen, cometido hace ocho años, ocho meses y (hoy) 29 días, como recordó reiteradamente ayer García.
Con sus diferencias y sus formas, ambas mujeres mostraron (incluso sin ponerlo en palabras) el dolor de sus familias atravesadas por la tragedia de lo inombrable, la pérdida de una hija o un hijo.
Una fue casi lacónica, con una amargura más allá de palabras; la otra, expansiva, queriendo decirlo todo y más de lo que se le preguntaba.
García fue más expansiva fuera de la audiencia formal. Después de un corto testimonio ante el tribunal, habló ante la prensa, afuera: dijo que no espera nada del juicio. "Lo único que me gustaría que se dejen libre a los chicos, no pueden juzgar a un muerto", afirmó. La fiscalía tiene la hipótesis de que los hermanos usaban una perrita como señuelo para ganarse la confianza de mujeres y entrar a sus casas a robar.
"No. No, no, no", reiteró García cuando le preguntaron si cree que los hermanos Saavedra son culpables. "Esto es algo mucho más extraño, no es tan simple como están planteando. Nadie te entra a robar, te mata a una persona con 40 puñaladas para terminar en nada, un chico de 20 años (por Javier Saavedra, cuyo adn se encontró en el lugar del hecho), no es lo lógico, no es normal", aseguró.
Así las cosas, entendió que la única justicia que puede haber para Jimena es "que la dejen en paz. Mi hija está muerta y nada la va a volver a vivir. La justicia no existe". "Yo morí hace ochos años, ocho meses y 28 días, soy un zombi", contestó cuando se le preguntó cómo vive tras la muerte de su hija.
En el juicio empezó mostrando su enojo por como trataron a las hijitas de Jimena Salas aquel 27 de enero de 2017, cuando fue asesinada en su casa de Vaqueros, y las nenas tenían 3 años de edad. "Según mi opinión, a nadie le importaban", las habían dejado dentro de un automóvil en el sol. "Estaban en un shock tremendo", sostuvo.
García dijo que las nenas no dijeron nada sobre el ataque; "ni yo quería saberlo, ni quería que ellas lo recuerden". Pero después, a instancias del fiscal Gabriel González, recordó que una de las nenas "dijo que un señor malo había entrado a casa". La niña tenía la mejilla roja, contó que "el señor malo la había golpeado en la mesa cuando la agarró para llevarla al baño" junto a su hermana (que tiene sindrome del espectro autista), donde las encontró luego su padre, Nicolás Cajal Gauffín.
García no quería declarar, no quería estar en la audiencia, y lo hizo notar de todas las formas posibles. "Los recuerdos se diluyen. E intento diluirlos", se explicó. "Ya no sé lo que pasó. Y no quiero saberlo".
La cuñada de Jimena Salas, María Sandra Cajal, que acompañó a las hijitas de la víctima hasta que llegó García y lograron la autorización para llevarlas a la casa de ésta, dijo que la nena no autista repetía tres frases: "el hombre malo la lastimó a mamá"; "papá vino a salvarnos", y "el hombre malo tenía una manzana en la pierna".
Agregó que esta niña quedó muy asustada y le temía particularmente a los hombres con barba, porque el atacante tenía barba. Esta afirmación fue ratificada por su ex marido, Luis Marcelo Zambrano.
Junto a una amiga de Jimena Salas, Zambrano fue testigo del procedimiento para levantar pruebas de la escena del crimen, una función que le costó llevar a cabo por el dolor adicional que le provocaba tener que observar el cuerpo roto de Jimena. Dijo que los peritos "fueron muy meticulosos", que tuvieron cuidado de no contaminar la escena.
Tanto García como Sandra Cajal dijeron que les llama la atención que Jimena le hubiera abierto la puerta a un extraño, porque era muy cuidadosa en este sentido. García está convencida de que Jimena "conocía a la persona".
"Jimena no le abría la puerta a nadie si no lo conocía", agregó Sandra Cajal, aunque reconoció que sí pudo haber accedido a abrir la puerta para ayudar a un perro. Zambrano añadió que Jimena solo pudo permitir el paso a su casa si conocía a la persona o "fue muy bien engañada".
"Han tratado de crear un perfil criminal de mis hijos"
Ana María Simón, empezó su testimonio expresando su interés en este proceso: "Que se compruebe que mis hijos son inocentes".
En una extensa declaración planteó que se montó un operativo para incriminar a sus hijos: "todo mi face de enero de 2017 no existe", aseguró. Dio a entender que debido a esto no pudo obtener datos que hubieran podido servir para la defensa de sus hijos.
En ese sentido destacó que sí pudieron recuperar los datos de la geolocalización de los teléfonos celulares de sus hijos, que muestran que "ninguno está en el lugar del hecho" en el momento en que se cometió. Entonces reclamó a los fiscales: ¿no están del lado de la justicia? "no se pasen de bando". "¿Por qué mis hijos?". "No tapen con inocentes a los verdaderos culpables". "Han tratado de crear un perfil criminal de mis tres hijos", aseguró.
Simón dedicó gran parte de su testimonio a su hijo Javier, que murió en vísperas de este proceso. "Me hubiera gustado que lo conocieran. El tendría que estar acá con sus hermanos", aseguró.
"El no huyó a Santa Victoria Este", donde estaba cuando fue detenido en el marco de esta investigación, en septiembre de 2022. Javier había ido a esa localidad convocado por una organización que trabajaba en el norte salteño. "El no huyó de nada, porque simplemente no tenía nada de qué huir", sostuvo su madre.
Simón añadió que su hijo se alegró cuando supo que se iba a hacer este juicio. "No le dieron tiempo para decir su verdad", lamentó. "Acá nunca hemos mentido", sostuvo antes de afirmar que comparte con el abogado de la querella, Pedro Arancibia, que "el juicio tiene que seguir", es más, sostuvo que le hubiera gustado que Javier siguiera siendo juzgado, para que se demuestre su inocencia.
"Busquemos todos juntos la verdad", por respeto a los que no están, por Jimena Salas también, pidió.
Contó que Javier llevaba un diario desde el momento en que fue detenido y pidió que se incorporen al debate.
"Ni el cuerpo de mi hijo me pertenece todavía", lamentó. En esas circunstancias surgió que también perdió una hija, María Belén, que se suicidó en 2011. Por estas propias pérdidas, "comparto el dolor de la mamá de Jimena", afirmó. "Por respeto a su memoria busquemos la verdad. Por respeto a Jimena también", volvió a pedir.
Simón sostuvo que el día y la hora del crimen Javier Saavedra estaba con Ezequiel Cruz, profesor que daba clases en Alto Floresta en un proyecto en el que trabajaba su hijo con la Fundación Hábitat. Aseguró que no reconoce a su hijo en las fotos que tomó Jimena Salas de su presunto atacante. Y cuestionó la actuación de la perito de la defensa, Alejandra Visich, en la prueba genética que (entre otros elementos) involucró a Javier en el crimen.
Sobre el final, aseguró: "Mi hijo no se quitó la vida. Y lo vamos a demostrar".
"He tenido muchos dolores de cabeza con Adrián Guillermo", relató sobre sus otros dos hijos, los mayores, que siguen siendo juzgados por el asesinato de Jimena Salas. Dijo que eran rebeldes y "han tenido problemas con la Policía", aunque "nunca dañaron a nadie".
También tuvieron conflictos con vecinos, reconoció. Sus hijos y amigos se reunían en la puerta de su casa, provocaban a la policía, que los sindicaba como "la banda de los Saavedra", contó. "Eso no los hace asesinos", los defendió.