Cómo entender o cómo explicar el clásico de Avellaneda si no se es vecino del barrio o hincha de Racing o de Independiente. “No hay en el mundo -escribe Alejandro Fabbri en su libro Clásicos- dos clubes de fútbol con tanta historia compartida, con tanta rivalidad y con una larguísima lista de éxitos nacionales e internacionales que se parezcan a Racing e Independiente”.
Caso único, sus canchas son tan vecinas que alguna vez hasta se pensó en hacer una playa de estacionamiento común. Pero el apasionamiento pudo más que la razón. Avellaneda será siempre el partido fundado el 12 de enero de 1904 a orillas del Riachuelo. Entonces pujante, tenía fábricas, aserraderos, frigoríficos, curtiembres, corrales. E inmigración y conventillos. Queda poco de esa Argentina. Hoy abundan las fábricas abandonadas a metros de la colorida y céntrica Avenida Mitre. El Puente Pueyrredón se convirtió en ícono de la lucha social. Para contrarrestar, a Avellaneda se la empezó a conocer (y promocionar) como la Capital Nacional del Fútbol. Un tercero asoma por ahí: Arsenal de Sarandí, oriundo de académicos y diablos. En Avellaneda parece que las luces apuntan al simbolismo futbolero.
Sin el viejo brillo de las tribunas con locales y visitantes, desde una década la fiesta se hace sólo con los dueños de casa. Que este domingo serán los de Racing, cuando reciban a su rival en un Cilindro literalmente colmado a las 15.15. Pocas veces un clásico de Avellaneda se presentó en la previa con tanto a favor de uno y con tan poco para el otro. Racing viene de clasificarse a la semifinal de la Copa Libertadores. Pisa fuerte con una delantera temible liderada por Adrián Maravilla Martínez, quien a sus 33 años rompe redes en partidos locales e internacionales. En lo anímico, Racing está sólido: le ganó los dos choques coperos a Vélez y se nota la fe y la confianza del plantel ante el sueño de la Copa que no gana desde 1967. Una vida.
Independiente no puede llegar peor. No ganó en lo que va del torneo, quedó eliminado de la Copa Argentina y de la Sudamericana. Institucionalmente está nocaut: su dirigencia, cuestionada en todo sentido, corre siempre un poco más el velo del margen de error. El equipo parece necesitar de veinte psicólogos juntos para levantar el ánimo; o de un entrenador -Gustavo Quinteros, quien debutará nada menos que este domingo- que la pegue para que después de 23 años el Rojo consiga un título nacional.
Primeros tiempos
Con camiseta celeste y rosa, Racing nació en 1903 en la misma Avellaneda. Vale la aclaración porque el Rojo (fundado en 1905 y con camiseta blanca) llegó al barrio en 1907 tras deambular por la Ciudad de Buenos Aires. Primero en Manuel Ocantos al 500, después en Crucecita y por último, en 1928, a su ubicación actual. Aunque sus dirigentes tomaron posesión de las tierras, en las que había un pantano, en 1925. Ahí arranca el mito (o no tanto mito) de que hinchas de Racing robaban por las noches la tierra de relleno que dejaban los de Independiente durante el día. Hasta que fueron descubiertos.
El primer clásico se jugó el 9 de junio de 1907 y lo ganó Independiente 3 a 2. Fue por la novena fecha del torneo de Tercera División. Si ganaba, Racing quedaba a un punto del líder, Atlanta, que unas fechas antes le había ganado al rojo 21 a 1. Aquel Racing tenía la segunda delantera más goleadora (46 goles a favor y 12 en contra). Independiente no le ganaba a nadie, no pasaba de mitad de tabla y encima tenía 40 goles en contra. Cuenta el historiador Claudio Keblaitis que cuando el equipo del Rojo llegó a la cancha de Racing había en la zona pintadas en las que se anunciaba “hoy 40 a 0”. En la revancha, el 1 de septiembre, Racing sería el ganador; también por 3 a 2. Fue el comienzo de todo.
Según cuenta Fabbri, “el 12 de diciembre de 1915 fue el debut del Clásico de Avellaneda en Primera División”. Aquel Racing era un equipazo. Bicampeón (1913 y 1914), ya tenía el apodo de Academia por su brillante juego. Al perder 2 a 0 aquel clásico como local parecía que no podría conquistar el tricampeonato. Pero el diablo metió la cola: Nicolás Cappelletti, autor del segundo gol, jugó a pesar de estar suspendido por tres fechas. Entonces le dieron los puntos a Racing, que de esta forma llegó al desempate con San Isidro. Racing ganó 1 a 0 y fue campeón de nuevo. La final, remata Fabbri, se jugó en la cancha de Independiente.
En aquellos años, Racing iba arriba, pero cuando llegó el profesionalismo, estaban igualados: nueve triunfos cada uno y dos empates. Independiente ganó los últimos cuatro partidos de la era amateur y Racing el primero en la profesional. Y para finales de los años 30, el Rojo llevaba una ventaja de tres victorias. Que entre los años 40 y 60 Racing daría vuelta con tres partidos oficiales de ventaja. En los 60 la cosa se mantuvo pareja pero entre los 70 y los 80 Independiente tomó la distancia que disfruta aún. Desde entonces, la década del 90 resultó emotiva para ambos, aunque predominaron los empates: de veinte partidos, doce terminaron igualados. El Rojo se llevó seis y la Academia, dos.
El 3 de noviembre de 1940 se produjo la goleada más abultada entre ambos: Independiente 7 - Racing 0. Tiempos de De la Mata, Erico y Sastre. Fueron también los inicios de los incidentes dentro y fuera de la cancha. En el invierno del 36, la calentura de los jugadores derivó en las tribunas: la policía reprimió a los hinchas de Racing y el partido fue suspendido. En los 60, otro clásico que empezó con trompadas en la cancha siguió con incidentes en las tribunas.
A pura pasión
Hubo de todo. En el 65 se enfrentaron cuando ambos estaban en el último puesto de la tabla: ganó Racing 2 a 0; ese mismo año, fue suspendido por cinco expulsados en la Academia otro clásico que iba 2 a 2. Un hecho insólito sucedió en el 67, cuando el Racing campeón de la Intercontinental fue aplaudido por los hinchas Rojos en la Doble Visera; pero el partido lo ganó Independiente 4 a 0. Para el Metropolitano del 73 venían tan flojos que para un 0 a 0 en la cancha del Rojo se vendieron apenas 6.800 entradas.
En 1983, un Racing descendido una fecha antes visitó al Rojo, que se consagró campeón justamente en el clásico al ganar 2 a 0. La cargada fue interminable. Décadas después, los de Racing celebrarían el descenso del rival. En el medio, Claudio García se bajó los pantalones ante la hinchada roja, y otra vez en la cancha de Independiente se cortó la luz cuando Racing ganaba y jugaba mejor. Los de Racing planificaron alguna vez arrojar toneladas de azúcar desde un avión sobre la hinchada roja por una supuesta condición de “amargos” y los de Independiente acostumbraban cantar un supuesto “feliz cumpleaños” que llegaba a 35: los años que Racing estuvo sin ganar un título local. Hoy los de la Academia celebran los 23 de sequía roja.
Tuvieron jugadores en ambos equipos, como Gabriel Calderón y José Omar Pastoriza. Y hermanos: Gabriel y Diego Milito se enfrentaron en los clásicos y hasta se pelearon en medio de la cancha. ¿Qué habrán hecho sus padres? En los 80, el Rojo tenía en su camiseta la publicidad de fotocopiadoras Mita. Racing no se quedó atrás: apostó por la contra Nashua. Más acá en el tiempo, Racing ganó un clásico como local con dos jugadores menos e Independiente se impuso en otro -también en el Cilindro- que apuró el despido de Fernando Gago como entrenador. Si el visitante gana, desde la cancha de al lado, vacía, salen fuegos artificiales con los colores pertinentes. Una forma de marcar presencia.
El clásico de Avellaneda se juega más allá de los puntos. No importa cómo llegue cada uno: son 90 minutos en los que, sin pasado ni futuro, todo parece reducido a puro presente. Lo que prima es algo que va más allá de explicaciones, algo que no se entiende sino que se acepta. No todo tiene lógica. El fútbol, menos.