ANIMALES PELIGROSOS 6 puntos
(Dangerous Animals; Australia/Estados Unidos/Canadá, 2025)
Dirección: Sean Byrne.
Guion: Nick Lepard.
Duración: 98 minutos.
Intérpretes: Hassie Harrison, Jai Courtney, Josh Heuston, Ella Newton, Liam Greinke.
Estreno en salas de cine.
Diez años después de The Devil's Candy el australiano Sean Byrne regresa con su tercer largometraje, un mejunje relativamente gustoso que mezcla el film de asesinos seriales con el terror de animales salvajes, más una pizca nada menor de suspenso y ese viejo truco de la trampa para turistas. Imposible no poner de relieve que su estreno mundial se produjo este año en la sección Quincena de los Cineastas del Festival de Cannes, ya que entre sus bondades o deméritos no se encuentra precisamente el de pertenecer a esa raza de paladar negro llamada “horror elevado”. Por el contrario, con su mezcla de tensión, sangre y un paisaje oceánico, Animales peligrosos no pretende encaramarse en disquisiciones sociales, psicológicas, culturales o políticas, sino simplemente entretener con las armas del cine de género puro y duro. La premisa parece sencilla –tiburones asesinos en las costas australianas– pero el relato hace creer una cosa para derivar luego en otra. De más está decir que el animal más peligroso del film no es precisamente el escualo.
El prólogo lo deja bien en claro. Una pareja de turistas se sube a una embarcación cuyo dueño se especializa en ofrecer un tour extremo: descender en una jaula varios metros bajo el mar para observar de cerca a los tiburones de diversas especies que habitan el lugar. Todo sale bien en ese sentido, pero… el capitán del barco, interpretado con perturbador sadismo por Jai Courtney (el Capitán Bumerang de El escuadrón suicida) tiene otros planes para el dúo de apetitosos seres humanos. Corte a Zephyr (Hassie Harrison), una surfista estadounidense que anda en busca de las mejores olas, y su encuentro con Moses (Josh Heuston), un joven local con quien pasa una noche de pasión, escena de sexo arquetípica incluida. Que la rubia protagonista caiga en las garras de Tucker, el guía turístico obsesionado con los tiburones y con registrar sus costumbres alimenticias en VHS, es sólo cuestión de horas. También es evidente que Zephyr no encarnará en una nueva reversión de la típica “reina del grito” sino en digna oponente del inesperado captor.
Con un dejo de torture porn que nunca llega a serlo –el gore dice presente, pero nunca en sus versiones más extremas–, Animales peligrosos se revela velozmente como un tradicional relato de suspenso en altamar, sin demasiadas vías de escape. Un juego de gatos y ratones al cual se incorporan otros personajes y situaciones inesperadas, con pizcas de humor muy consciente, los elementos y condimentos esenciales de la trama. Hay guiños al clásico de clásicos de Spielberg, Tiburón (allí está el recuerdo de una mordida que pudo haber sido mortal como sucedáneo del famoso monólogo de Robert Shaw), y algunos momentos de sadismo genuino que remiten a los más veteranos ejemplares del Ozploitation setentoso. Y, sin pretender inventar la rueda, el guion del debutante Nick Lepard se anota un par de porotos con la delirante idea de un asesino serial que utiliza a los tiburones como armas de destrucción y origen del deleite más perverso.