La filósofa estadounidense Wendy Brown se pregunta si Donald Trump es un "ordoliberal". Para tratar de hallar una respuesta, primero explicaremos, a grandes rasgos, en qué consiste esta corriente de pensamiento económico nacida en el seno del liberalismo alemán de la década del ‘30, de la mano de Walter Eucken como su máximo exponente.
El ordoliberalismo surge post “Octubre Negro” y plantea que la función de gobierno es la única encargada de neutralizar el libre flujo de las finanzas que generan por sí crisis como la del 30’. El Estado, para los ordoliberales, debe tener como función principal ordenar al mercado. Pero el problema residiría no sólo en la anarquía del mercado cuando es librado a sí mismo sino en la democratización del poder político.
Se propone entonces un cambio de timón, que apunta a poner las riendas del poder político en manos de tecnócratas. El objetivo es implementar medidas de tipo shock. Esto sería factible de realizar por la autonomía en la decisión estatal respecto de la marcha de la economía librada a sí misma y el cercenamiento de la participación democrática. Para un liberal neto, defensor del libre mercado, el arancel es mala palabra. Trump la reivindica.
Paradojas
El desajuste de un mercado librado a sí mismo requiere un Estado fuerte para que sea posible, ¡justamente!, el libre mercado. ¡Vaya paradoja!
El problema, tanto en los primeros ordos como en Trump, tiene su acontecimiento, su brote: 1930, en los primeros; y 2008, en el segundo. La respuesta a ello, notemos aquí, por su complejidad y sus consecuencias, requiere un liderazgo fuerte. Cualquier tipo de liderazgo que muestre un carácter de fragilidad negociadora no estaría, partiendo de estos supuestos, a la altura de las circunstancias.
Brown se pregunta, y responde a medias, si con Trump vuelven los ordos. Los reguladores –en un mundo ávido de desregulación–, ¿pueden tener éxito?, ¿es un orden deseable?, ¿no generaría estupor en el mercado y correrían por derecha a los sectores de izquierda que piden regulación? Esta última pregunta pone entre las cuerdas al progresismo, si los ordos-liberales logran convencer de ofrecer recetas exitosas de regulación sin inflación.
El caso Milei
¿Qué sucede con Javier Milei en este lado del mundo? La idea de ordenar la economía para crecer es, por sí misma, de carácter ordoliberal. Si partimos de corrientes neoliberales como Friedman, Mises, Hayek, etc., esa tarea le compete al mercado, respondiendo a un orden espontáneo, a un entramado social de ajustes de variables que se van generando siempre y cuando el Estado en su forma de gobierno no restrinja la libre circulación del flujo de dividendos y promueva la disponibilidad irrestricta de capital en el libre juego de oferta y demanda.
En un artículo de reciente aparición: Argentina: Javier Milei's Reform Agenda from a Theoretical and Empirical Perspective (marzo del 2025), Marius Kleinheyer y Gunther Schnabl analizan las reformas de Javier Milei y lo sitúan entre los ordoliberales, con elementos, a su vez, de la Escuela Austríaca representada por Mises y la liberalización financiera postulada por McKinnon.
¿Cómo convive aquí el libre mercado y la restricción estatal? Desde ya que la implementación de medidas puede tener elementos de uno y otro. Un síntoma de este desajuste doctrinario lo expresaría la incertidumbre del mercado, muchas veces apuntada a los supuestos modos, cargados de improvisación, en lo que hace a las decisiones que toman tanto Trump como Milei.
Pero no es esto lo que analizamos en este artículo. Nos preguntamos, pues, si este nuevo orden de recetas, con sus diferencias de estilo y de ingredientes por momentos de carácter antitético, se enmarca en una coherencia doctrinaria en función de un problema no resuelto por las administraciones anteriores, más allá de sus estrafalarias formas de personalidad.
La política de austeridad, por caso, esgrimida por uno y otro, corresponden tanto al espectro neoliberal como al ordo, pero sobre todo a este último. Independientemente de los gastos que realicen, sobre todo Milei, de manera irrestricta y a espaldas de cualquier contralor institucional.
Pero es un presupuesto básico en la medida que con ello se pretende: a) estabilizar las variables macroeconómicas, b) desregular la economía eliminando el gasto público, lo que implica medidas como la privatización de empresas y servicios públicos, y c) liberar el sector financiero.
La liberalización financiera implica desregular el flujo de capitales mediante la suba de la tasa de interés; así, la desregulación de los mercados financieros llevaría al ahorro y al crecimiento a largo plazo. En cambio, una política que baje la tasa de interés lleva al consumo desmedido, siempre bajo estos presupuestos, y con ello a subir el índice inflacionario por estimulación de la demanda.
Tal lo dice el adagio ordoliberal: ordenar la economía para crecer. Ahora bien, liberar el sector financiero subiendo las tasas puede contribuir al ahorro, con un detalle: en Argentina se ahorra en dólares, y no precisamente para invertir, en el caso de los pequeños ahorristas, ¡pero sí en la bicicleta financiera!
Deuda
El ahorro, sea por demanda de dólares como por bicicleta financiera tiende, pues, a socavar la estabilidad de las variables macro, pues la variable que más tiene en cuenta el gobierno es el incremento generalizado de los precios, esto es, la inflación. ¿Cómo conciliar, entonces, liberalización del mercado, estimulación del ahorro y estabilización de las variables macro?
Tomando deuda pública, desde ya, en pos de intervenir en el mercado cambiario, porque la inversión externa no es factible que suceda en el marco de un intervencionismo cambiario del tipo ordo. Entonces, a la pregunta de cómo intervenir en el mercado cambiario, bajo el agotamiento paulatino de reservas en cada cimbronazo, producto de los efectos de la liberalización irrestricta, debería responderse negativamente, salvo en la bicicleta financiera a corto plazo, lo que tiende a menoscabar más aún el frágil mecanismo de estabilidad.
Y aquí Friedman, Hayek y Mises se retiran con sus argumentos y recursos. Liberalizar la economía podría ser la mecha que haga estallar el frágil equilibrio macroeconómico.
Entonces, si el mercado es anárquico y el Estado debe operar en él: a) o el Estado se acomoda a él en un equilibrio siempre precario, o b) el mercado es anárquico y se lo ordena en pos de estabilizar la economía, profundizando en gran medida el riesgo desestabilizante. El gradualismo neoliberal y el shockismo ordo se rasgan las vestiduras en la inconsistencia doctrinaria y práctica, que halla su handicap en la implementación pseudo convincente de la austeridad y el ajuste.
*Doctor en Filosofía