Lo que sigue es una lista de todas las referencias culturales explícitas que CA7RIEL & Paco Amoroso son capaces de enhebrar en una hora y media de show: Amy Winehouse, Ringo Starr, Wally, Andrea Pirlo, Khaleesi, Nike, Roberto Carlos, Louis Vuitton, Tini, Natacha Jaitt, Rambo, James Bond, Justin Bieber, Bart Simpson, Marty McFly, Sergio Denis, Maradona, Michael Jackson, "África" de Toto, Esteban Lamothe, La Zowi, Bowie, Versace, los Panamá Papers. El dúo, que viene de telonear a Kendrick Lamar en River, volvió a confeccionar su collage cultural para Buenos Aires en un show sorpresa –el único que darán en Argentina durante el resto del PAPOTA Tour– en el Movistar Arena, con localidades agotadas.
Fue un show importante para la dupla, no sólo por tratarse de un paso hacia la consagración –esa que se gana cuando se llenan estadios– sino porque además condensó el presente de una dupla que lleva más de un año girando entre el estreno de BAÑO MARÍA y PAPOTA, su EP más reciente. Las giras, que hicieron back to back y los llevaron por Argentina, Chile, Colombia, México, Brasil, Estados Unidos, España, Reino Unido, Bélgica, Alemania y Japón, entre otros, pedían este punto de retorno: un recital más grande en casa y un ajuste de cuentas con la fama, ese tema que siempre ronda su discografía.
De eso, en gran medida, se trató el show. De eso y de surrealismo: no pasaron ni 10 minutos de recital antes de que cayeran ushankas celestes, marca registrada de Paco Amoroso, del techo del estadio; tampoco pasó mucho tiempo hasta que el público se dio cuenta de que el outfit de CA7RIEL era básicamente un chaleco hecho de corazones de felpa que decían "te amo". Lo que ofrecieron fue una versión extendida del set que vienen probando en todo el mundo.
Fue, de hecho, uno de los recitales más largos del PAPOTA Tour: desde hits como "Dumbai", "Baby Gangsta" o la BZRP Music Session de Paco hasta deep cuts y temas solistas de cada uno como "Viuda Negra" o "Bad Bitch", el show se dividió en dos actos bien marcados. El primero, en formato full band, con ambos sentados sobre una plataforma, tuvo la energía de un recital clásico, de músicos “de verdad”. El segundo, en cambio, tuvo espíritu de club, con beats profundos y un aumento notable de la intensidad.
Tras un año marcado por el ascenso internacional (fueron a lo de Jimmy Fallon y tuvieron su propio Tiny Desk), el dúo llevó al paroxismo esa imagen de celebrities saturadas por la fama con los subtítulos en inglés (y, en algunas canciones, en japonés) que acompañaron todas las visuales del recital y volvieron todavía más ridículos algunos pasajes como "tender but gangsta, I mix the Fanta".
Aunque muchas de las canciones del dúo comparten una estructura similar, el mayor hallazgo está en su capacidad de doblegar géneros musicales dispares y sostenidos por instrumentos como trompetas y saxofones con un sentido del humor y una sensibilidad trapera.
Si bien la mayoría de las canciones del PAPOTA Tour giran en torno a la fama, lo hacen desde un acento latinoamericano, sin la solemnidad ni el dramatismo del pop del norte global. En su lugar, hay ironía, sarcasmo y una especie de desencanto camp: el dúo canta sobre la exposición, la plata y el desgaste, pero con la misma liviandad con la que se burlan de sí mismos. La fama aparece como un juego, una trampa y una bendición al mismo tiempo, un goce que se padece pero se disfruta.
"El sueño lo cumplí, ¿pero a qué costo? / Ayer no me quería y hoy me odio / Me convencí de que soy otro / De afuera se ve bien, y adentro roto", cantan en "RE FORRO". Pero retrucan en "IMPOSTOR": "¿Y ahora qué vamos a hacer? El Tiny Desk me jodió / Si yo no sé ni cantar y yo no sé ni rapear / El futuro pinta mal / ¿Cómo se dice? Fucked up".
Otro de los temas que atraviesa el show –y que se vuelve más evidente en el tramo final– es la masculinidad necesaria para mantener la imagen de éxito y cierto homoerotismo a medias que tiñe gran parte de sus temas: "Si te traiciono, mátame / Si me traicionas, muérete / En el cielo o el infierno, ¿yo qué sé? / Nos cogemos a la misma, sánguche", cantan en "EL DÍA DEL AMIGO", el anteúltimo tema del recital.
Hacia el cierre, vuelven al escenario con pelucas, rodeados de fisicoculturistas vestidos apenas con ropa interior negra. El gesto no conoce la moral: es más bien un juego, una puesta en jaque de la imagen viril que el trap heredó del rap. CA7RIEL y Paco Amoroso la exageran hasta el absurdo y después la rompen, con un beso en la boca final que parece exaltarlos aún más. Afuera, ya sin aire acondicionado ni luces, bajo el primer calor primaveral del acero y el asfalto de Corrientes y Humboldt, siguen flotando unos cuantos ushankas celestes.