El líder supremo iraní, el ayatollah Ali Jamenei, culpó ayer a los enemigos de Irán de usar recursos y “aparatos de inteligencia” para desatar la poco común ola de protestas que se extiende por la República Islámica desde el jueves y que ya suma 21 muertos y unos mil detenidos, en un medio de un clima de violencia, incertidumbre, falta de información y una creciente tensión con Estados Unidos. 

“Los enemigos de Irán usaron distintas herramientas como dinero, armas, política y aparatos de inteligencia para crear disturbios en la República Islámica”, aseguró el líder religioso y máxima autoridad política del país persa, en un discurso que contrastó con el mensaje del lunes más moderado del presidente Hasan Rohani, quien reconoció la legitimidad de los reclamos políticos y económicos de los manifestantes. 

“El enemigo siempre está buscando una oportunidad y cualquier fisura para infiltrarse y golpear a la nación iraní”, agregó ayer el ayatollah en un acto en Teherán frente a un público de mujeres completamente tapadas y de estricto negro, que luego fue publicado en Twitter.

Jamenei evitó identificar a los “enemigos” de su país; sin embargo el vocero del poderoso Cuerpo de los Guardianes de la Revolución Islámica, el general de brigada Ramezan Sharif, fue un paso más allá y denunció el “apoyo abierto y encubierto de Estados Unidos, del régimen sionista (por Israel) y de los sauditas” a los manifestantes de Irán. 

Ajeno a estas declaraciones, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, volvió a tuitear sobre la tensa situación en Irán y le advirtió al Estado que “está vigilando”. “El pueblo de Irán por fin está actuando contra el brutal y corrupto régimen iraní. Todo el dinero que tan tontamente les dio el presidente Barack Obama fue a parar al terrorismo y a sus bolsillos”, escribió Trump en su cuenta de Twitter, en referencia a la suspensión de sanciones financieras que el anterior gobierno firmó en el marco del acuerdo nuclear celebrado con otras potencias mundiales. 

En el mismo mensaje, el mandatario agregó que el pueblo iraní “tiene poca comida, una gran inflación y ningún derecho humano” y cerró: “¡Estados Unidos está vigilando!”.

La ola de protestas en Irán –escenas que no se veían en el país desde la crisis poselectoral de 2009– comenzaron el jueves en la ciudad religiosa de Mashad, uno de los bastiones del principal rival electoral del presidente Rohani, el conservador Ibrahim Raisi. Pero poco a poco las protestas se fueron extendiendo por otras partes del país, inclusive en Teherán y otras grandes ciudades, donde los reformistas tienen más fuerza y sumaron otro tipo de reclamos. 

Por eso, mientras algunos manifestantes en algunas partes del país critican la política exterior del presidente reformista y su involucramiento en ciertos conflictos en la región –con gritos de “Muerte a Rohani”, “Olviden Palestina” y “Ni Gaza, ni Líbano, mi vida por Irán”–; otros se concentraron en reclamar contra el aumento vertiginoso de los precios de productos básicos, el alto desempleo y la desigualdad económica.

No es fácil hacer una radiografía de estas protestas porque a diferencia de las de 2009 no se concentran en Teherán, la capital, sino en ciudades y pueblos del resto del país, muchos de ellos bastiones conservadores. Lo poco que se sabe es por medios oficiales o semioficiales iraníes y por imágenes y denuncias no confirmadas en las redes sociales. 

Por eso, el Estado iraní bloqueó Instagram y Telegram –según la televisión pública, “para mantener la paz”– e hizo un gran despliegue de fuerzas de seguridad en las calles. 

Anoche la televisión pública anunció que otras nueve personas fallecieron en el marco de las protestas en la provincia iraní de Isfahán, a unos 350 kilómetros al sur de Teherán, y elevó el número total de víctimas fatales a 21, pese a que horas antes había informado que el saldo de muertos era de 12. En ningún momento, las autoridades o los medios públicos dan detalles sobre cómo murieron estas personas ya que oficialmente no se habla de represión, sino de desmanes y vandalismo. 

En paralelo, los gobiernos locales de las ciudades y provincias donde se concentraron hasta ahora las protestas informaron ayer que unas 1.000 personas fueron detenidas. Casi la mitad –450 manifestantes– fueron arrestados en la capital, según el vicegobernador provincial, Ali Asgar Naserbajt. El presidente del Tribunal Revolucionario de Teherán, Musa Ghazanfarabadí, adelantó que estos manifestantes detenidos podrían ser castigados con la pena de muerte.

“Cada día que pase y las personas sean detenidas, aumentará su crimen y castigo y nosotros ya no los consideramos manifestantes por sus derechos, sino que quieren perjudicar al régimen”, dijo Ghazanfarabadí. 

Los detenidos serán declarados culpables de diferentes delitos, entre los que figuran “atentar contra la seguridad nacional” y “enemistad con Dios” (moharebeh), ambas figuras penadas con la condena a muerte, según explicó el funcionario. 

En la misma línea, el fiscal general iraní, Mohamed Yafar Montazeri, lanzó otra dura advertencia a los manifestantes, en el sexto día de las protestas, al asegurar que “se acabó la broma” y anunciar que la Justicia colaborará con la Policía para llevarlos ante los tribunales.