En medio de las presiones cambiarias y con su equipo económico instalado en las calles de Washington pidiendo plata, el presidente Milei aseguró que “nos van a salir dólares por las orejas”. Como si se tratara de aquellos magos que hacen aparecer billetes en las orejas del público, el showman libertario devenido presidente, apelando a los poderes esotéricos de su hermana Karina, susurró el conjuro liberal basado en 3 palabras mágicas, “minería, campo y energía” a la espera de la aparición de billetes verdes en las arcas del Banco Central. 

Pero el poder del sector primario argentino para materializar la abundancia de billetes verdes requiere de grandes inversiones públicas y privadas demoradas por los recortes presupuestarios, la incertidumbre sobre el precio internacional de los hidrocarburos, y el tiempo natural de maduración en proyectos de gran escala.

La gestión libertaria se ve jaqueada por las propias contradicciones de un programa económico que logró un marcado descenso de la inflación con la fórmula de un dólar barato y apertura importadora, que no tiene fuentes de financiamiento en divisas permanentes y que por ello apela a salvatajes: blanqueo, crédito del FMI, la billetera de Bessent.

La consiguiente expectativa de devaluación acelera la demanda de dólares de los particulares que saben que la banda cambiaria superior tiene como fecha de vencimiento las próximas elecciones legislativas. El mercado de crédito voluntario sigue bloqueado desde que fue abusado por Caputo cuando era funcionario de Macri, anulado como fuente de dólares frescos y con bonos cotizando a precios de un previsible default a celebrarse el año próximo.

Así las cosas, la única posibilidad de salvación era que los funcionarios argentinos enviados a manguear al tío Donald recaudaran un monto relevante. Ante la mezquindad del patrón del norte, viajó a dar lástima el líder de la banda de mendigos, que ya había recibido un tuit impreso para poder salir a pedir monedas en Wall Street. 

Pero el imperio del norte en decadencia tiene la billetera corta, y sólo comprometió un posible swap de 20.000 millones condicionado a que los libertarios saquen un buen resultado electoral. Si se tiene en cuenta la cláusula no escrita de cancelar a cambio el swap chino de 18.000 millones, la apuesta por la potencia occidental sólo brinda una liquidez de 2.000 millones que la voracidad del bimonetarismo argentino puede deglutir en cuestión de semanas. 

El desplome de los activos argentinos y la demanda de dólares no se hizo esperar, obligando a Bessent a pelar nuevamente la billetera, presionando a los bancos privados para brindar un rescate extra con el cual evitar un nuevo default de la deuda.

Más allá del resultado electoral, el día después estará marcado por una suba del dólar y, unos meses más adelante, una inevitable reestructuración de la deuda que, dependiendo cómo se realice, puede dar aire a la economía nacional (una quita relevante) o condenar a generaciones a vivir ahogados financieramente (reestructuración “amigable”).