La palabra clave es impunidad. Ese es el poder. No es hacer lo que se te cante con una persona, es hacerlo sin tener consecuencias. Es hacer lo que quieras con alguien y seguir siendo el cirujano respetado, el músico consagrado, el galán al que todas las mujeres quieren entregarse.

Hace unos días en una reunión familiar se discutió entre bromas y sobremesa la eterna grieta inofensiva de si el hombre había llegado a la luna o no. Entre quienes decíamos que no, regía mi argumento principal: “en 1969 hicieron una transmisión en vivo desde la luna, y hoy, a Rial, ¿se le corta el móvil desde Mar del Plata?”. Entre quienes que decían que el hombre  (el hombre como el ejemplar perfecto de la raza humana, conocen la expresión) efectivamente había llegado a la luna, se argumentaba: “es imposible mantener una mentira tan grande tantos años, con tanta gente involucrada, sin que nadie hable”. ¡Pum! Cayó una ficha, más que una ficha, un adoquín del tamaño de mi cabeza. Entendí porque para mí era muy posible que el hombre no hubiera llegado a la luna y que no me sorprendería ni un ápice si así fuera. Las mujeres, y más las feministas, sabemos de mentiras enormes sostenidas durante años, y sabemos, más que nada, de hablar y de que nadie te crea, de hablar y de que no signifique una mierda. ¿Acaso no mataron millones de mujeres durante siglos con la excusa de la brujería? Las mentiras pueden durar siglos, yo diría que pueden durar lo mismo que una religión. 

Los golpeadores y abusadores confían en un arreglo cultural, ese de bancarse entre ellos y de no darle importancia a lo que dice una mujer. Saben que quizás las mujeres van a contarse cosas, pero qué importa, qué valor tiene la versión de una mujer. Eso es impunidad, eso es tener poder, saber que la palabra de la otra persona no vale nada junto a la tuya. Mirando en Intrusos cómo trataban el caso de Darthes, algunos panelistas alegaban para defender al galán, que tanto el productor general, como el director lo bancaron. ¿Eso prueba su inocencia? Para nada, más bien prueba la cantidad de cómplices que necesita y que efectivamente tiene un abusador para conseguir su impunidad. Eso prueba que entre los hombres con más poder en un trabajo se ayudan y se cagan en los reclamos de una actriz de 23 años que recién empieza. 

Sabemos de montones de personas sosteniendo una mentira inmensa durante años por miles de razones bancando la doble cara de una basura, ¿Por dinero? ¿Por status? ¿Por miedo al que dirán? ¿Por default? ¿Porque el contrato social es más fuerte? Nunca se entiende, nunca entiendo, tampoco entiendo cómo sé todo lo que sé de tantos mostros mediáticos y después tengo que verlos sentaditos hablando como héroes de la nación. Porque ahora las mujeres estamos hablando en público, es verdad, es una revolución que aun no podemos dimensionar y que quedará en la historia. Esto está pasando ahora, pero, curiosos lectores que no se consideran feministas, y que un raro ardor en el ano los lleva a leer esta columna, sepan que entre nosotras venimos hablando ya, y todo ya se sabe, y solo respetamos una ley tácita, un código esencial, de que nadie acusa a nadie antes que la propia víctima. Cuando un caso de abuso se hace público y ustedes ven que siempre sale el mismo grupito de feministas a a bancar con uñas y dientes, a los gritos vivos por las calles y las redes, es porque estamos hace años esperando ese momento. Es porque ya lo sabíamos, y durante años nos fumamos los aplausos de la gente, los honores en los medios de un criminal asqueroso que sabe actuar de hombre de la paz. Porque estuvimos tanto tiempo esperando que una hable, que cuando finalmente sucede se la banca a morir, porque fue nuestra espera también. Porque sabemos que el dominó es inminente, que es solo cuestión de un leve empujoncito apenas con la punta de un dedo.

Lo más emocionante de esta época es ver cómo los mostros comienzan a perder su poder, a perder la noción del límite de su impunidad y entonces se ponen a hablar y entonces el inconciente los empieza a traicionar, casi como si pidieran ser descubiertos, quizás en un móvil de Intrusos o en una nota en la facultad. Dicen cosas que los dejan en evidencia, casi como empujando su propio dominó de abusos, tantean hasta dónde llega su impunidad, si el límite se está corriendo o si siguen a salvo. Sí, galán, te estamos corriendo el límite, quizás nunca vayas preso, pero la angustia te va a hacer a adelgazar, estamos acá agazapadas galán, esperando que caigan las fichas, y cuando llegue el momento galán te vamos a envejecer antes de tiempo, te vamos a arruinar más de todo lo que arruinaste, porque las chicas que abusaste volvieron, y no, esto no es una caza de brujas, no seas irrespetuoso machirulo, es hora de que dejes de usar el exterminio de mujeres a tu favor, es al revés mi amor, no tengo ni qué decir que la luna siempre estuvo de nuestro lado, ahora somos las brujas cazando.