No entra un alma más en el estadio San Paolo, ese que dentro de 35 años se llamará Diego Armando Maradona. Hay 81 mil personas en el templo napolitano del fútbol: hoy reciben a la poderosa Juventus de Michel Platini, ese gigante del norte italiano, actual campeón de Europa. El partido no tuvo goles aún y la euforia en las tribunas se enciende ante un ataque promisorio, cuando Daniel Bertoni recibe en el área. Pero al argentino le hacen falta y cae desplomado. Penal, piensa la mayoría. Pero no es lo que piensa Giancarlo Redini, árbitro de esta tarde, y entonces decreta tiro libre indirecto adentro del área. Quizás se saca de encima el problema. O eso cree. En otro paEs una definición imposible exige la ejecución de una parábola perfecta acompañada de un efecto tal sobre la pelota que la haga bajar abruptamente apenas cruce la muralla de cabezas. Sí, me había olvidado, hay clima de épica: también está lloviendo.