La cercanía sigue siendo a veces una cuestión de clase atravesada por la desigualdad social, el amor no se manifiesta como una expresión libre de tensiones ni de calma, es una posibilidad incipiente para dos personas que viven distintas realidades, con distintas posibilidades, y distintos accesos a la riqueza, aunque vivan en la misma casa y pasen juntas la mayor parte de sus días.
La película chilena Limpia, dirigida por Dominga Sotomayor, se detiene en ese lugar en el que amar también se vuelve una cuestión de clase social, las desigualdades tejen desolaciones, lejanías e imposibilidades de sentirse correspondida. Estela es la niñera pobre que tiene demasiadas obligaciones y responsabilidades, pero pocos derechos. Julia es la niña rica a la que no solamente cuida, sino que acompaña, educa y con la que comparte su soledad. María Paz Grandjean es la mujer que interpreta a esta empleada doméstica cama adentro que casi no tiene vida propia. Estela pasa sus días velando por la seguridad física y emocional de la pequeña Julia, porque su mamá artista y su papá médico con poder, riqueza y muchas ocupaciones casi no tienen tiempo para ocuparse de su hija. Apenas la ven unos minutos por día, pero dan órdenes y le dicen a Estela lo que puede o no puede hacer. Por ejemplo, ir a ver a su madre enferma. El padre de Julia le pide que no vaya, que la necesitan en la casa, que seguro es una operación de rutina y que no hace falta. La mujer baja la cabeza y acepta, aunque por dentro el vacío interior crece. Cuando llega su día libre para ver a su nuevo amante, el hombre que atiende en la estación de servicio cercana a la casa, también le dicen que se tiene que quedar porque el hombre tiene una operación de urgencia. Otra vez acepta y baja la cabeza.
Hay una sumisión que se alienta desde esa jerarquía de desigualdades, que se invisibiliza. La empleada limpia los defectos y la falta de amor que provienen de la burguesía, y se mantiene al margen, en una habitación pequeña, alejada y desprovista de los lujos de la vivienda principal. Tiene apenas una pequeña ventana por donde entra un destello de luminosidad, mientras que la casa está repleta de ventanales y de luz. La resistencia aparece como un deseo incipiente, una posibilidad que crece por dentro pero que no termina de manifestarse, porque todo alrededor se lo impide: está sola y la resistencia en soledad parece una contradicción, para que la resistencia tome fuerza necesita ser compartida.
A Estela se le exige su presencia y su amor, pero se la castiga cuando toma alguna decisión, porque eso le corresponde a la madre poderosa, aunque no esté nunca.
Limpia es una película lenta, con silencios que crean atmosferas, un tipo de cine de detalles poco común para Netflix. Sotomayor elige filmar los gestos, los silencios largos, los cuerpos que están cansados, los espacios vacíos de la casa. Hay una quietud en el personaje de Estela que se muestra, pero no se menciona con palabras, porque el agotamiento físico y mental también le va quitando las ganas de comunicarse con su alrededor. La película propone una mirada política al reflejar la violencia que ejercen las clases más acomodadas de la sociedad desde la vida cotidiana y el trabajo de estas mujeres que borran o limpian sus emociones para poder sobrevivir. El final de la película roza el golpe bajo, que no se condice con la sutiliza del resto del film, pero también es una manera de dar cuenta de la brutalidad de estas situaciones de desigualdad.


