La imagen del Chaguito Óscar Exequiel Zeballos festejando su primer gol, abrazado a los plateístas, y la del arranque del segundo tiempo, cuando corrió, peleó y le ganó la pelota a Juan Portillo para mandar el centro y que Merentiel pusiera el 2 a 0, marcarán sin dudas la historia moderna del Superclásico. El primero de Claudio Úbeda como DT, la caída y desconfianza en el segundo ciclo Gallardo y la mala racha (y el peor juego) de River, a la que Boca supo sacarle provecho, son momentos inolvidables.
Ahora que es fácil hacer leña del árbol caído con Gallardo, tal vez sea momento de apuntar a la alegría de un pibe de 23 años nacido en Santiago del Estero, que superó varias lesiones, que siempre se destacó por su juego y que tuvo, claro, altibajos. El Changuito Zeballos se puso al equipo al hombro. Puso ganas durante toda la tarde; tal vez la palabra sea entusiasmo. Porque el entusiasmo para jugar en este tipo de partidos es fundamental. Lo demostró en ese primer gol, porque no dio por perdida la pelota ni siquiera después de la tapada espectacular de Franco Armani y tomó el rebote y anotó.
Como si le durara la alegría, en el inicio del segundo mandó el centro para que Merentiel anotara el segundo y desde entonces la tarde fue del Changuito. Por el lado izquierdo del avance de Boca, hizo lo que quiso. Después, por el medio. Ganó todas las divididas, gambeteó y siguió mandando centros con olor a gol. Sólo el destiempo o la mala puntería de Milton Giménez evitó que llegara el tercero. No hay que olvidarse de Franco Armani, el más destacado de River: tuvo un par de tapadas que evitaron la goleada.
La segunda etapa fue de Boca, de principio a fin; River, en cambio, fue un equipo a merced del rival. Ni siquiera pareció sentirse con ánimo de levantar el marcador. Le pesó el partido y los malos resultados de estos tiempos. Todo porque se iluminó Zeballos, que contagió a sus compañeros, los obligó a jugar. River fue de poco a menos sobre todo desde que el Changuito se iluminó.
Zeballos se dio el gusto de anotar su primer gol en un superclásico. Había hecho en octava, en séptima y en reserva, pero nunca en Primera. Hasta este domingo. Llegó a estar casi cien días afuera de las canchas por lesiones. Y sin embargo, nunca bajó los brazos. Siempre destacó el apoyo de su familia. Nunca dejó de agradecerle a los entrenadores que lo bancaron en sus momentos complicados. También a sus compañeros: es de esos pibes que quieren todos. Supo acomodarse a los estilos de cada técnico que tuvo Boca en los últimos años. Y eso que no fueron pocos. Hasta Juan Román Riquelme tuvo palabras de elogios para su juego. Es, sin dudas, el futuro del club.
Nacido el 24 de abril de 2002 en La Banda, tenía apenas 11 años cuando lo vieron captadores de Boca en un torneo en Santa Fe. A los 14 ya vivía en la pensión del club. El 29 de noviembre de 2020 (pronto se cumplirán cinco años) debutó en la Primera de Boca ante Newell’s. En ese mismo torneo hizo su primer gol: a Central Córdoba. Pasó además por la Selección nacional. Sin embargo, su techo parece aún estar lejos.
Pero su Curriculum no será el mismo desde este domingo. Porque además de cambiarle la cara a su equipo, sacó de quicio a los de River. Gonzalo Montiel le apuntó con faltas; y Giuliano Galoppo fue otro que acusó el golpe de la impotencia. Pasó momentos duros de operaciones y de recuperación. Nunca bajó los brazos. Tal vez en este Superclásico haya notado -y demostrado a todos- lo importante que fue y es no darse por vencido. De vez en cuando el fútbol se toma 90 minutos producir héroes impensados. Esta vez le tocó al Changuito, que lo aprovechó con todo.



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