A diferencia del verano pasado, inaugurado con una batalla a bala de goma y botella entre policías y jóvenes turistas en Villa Gesell la primera madrugada de enero, la primera “foto” de esta temporada fue protagonizada en Pinamar por una sola persona: María Eugenia Vidal. A la gobernadora la capturaron en sandalias revisando juguetes antes de la Noche de Reyes en un gran comercio del centro y buscando ojotas en otro local cercano.

En una de esas imágenes, Vidal, que tiene en su mano una caja de Lego, mira a cámara como lo haría un humorista para sellar un gag: sin expresión en su rostro. Algunos olieron en este gesto un refrito a aquella expedición que la entonces flamante gobernadora de la provincia de Buenos Aires hizo dos veranos atrás a un megasupermercado sobre la Ruta 11, técnicamente en la ciudad rural de Madariaga, aunque mucho más próximo al ejido urbano de –justamente– Pinamar. Su primera experiencia trending-casual (de mochila y havaianas empujando un changuito en la zona de las frutas) fue leída por sus fueros cercanos como un éxito de viralidad e impacto de imagen.

Pero en esta oportunidad Vidal no fue tomada desde el celular de un supuesto cliente del comercio en cuestión sino por un reportero gráfico local que le había montado una “guardia” periodística, de uso legítimo y corriente en ocasiones como ésta: una visita breve e intensa en el marco de las tradicionales barridas golondrina que los gobernadores bonaerenses estilan desde siempre hacer por la costa durante el verano.

El libreto incluye inaugurar cosas, hablar desde Mar del Plata y –lo que realmente interesa en el TEG del verano caliente en la playa argenta– poner en marcha el Operativo Sol, principal “dispositivo de control” de la época en todo el país, solo que a cargo de las fuerzas, los recursos y las mañas de la Policía Bonaerense.

Para algunos, Vidal se manifestó como una sensible madre que hizo un alto en el trajinado trabajo de gobernar para comprarles el regalo de Reyes a sus hijos. Otros señalan que en ambos locales ella aparece sola. Sus dueños juran que la escena no fue montada, sino que se trató de la simple realidad del momento... comercios vacíos en pleno verano, incluso en semejante fecha regalera. Y desde la memecracia estalló esa risa que combina ironía con terror a través de Eameo –siempre una jugada más adelante– interviniendo la caja de Lego con muñecos policías aporreando manifestantes y el título “Ajuste y represión”.

En realidad la gobernadora jamás compró ese Lego. La foto que nunca se sacó la mostraría pagando en la caja lo que finalmente se llevó: dos pistolas. De agua, claro, porque en verano hace calor.