El mejor trabajo del mundo lo tiene Ezequiel Carboni. Vive a cinco cuadras de la cancha de Lanús; puede ir a laburar caminando si quiere. Pero la cercanía no sólo es geográfica. La sangre que corre por sus venas, al parecer, es más bordó que la camiseta que lleva puesta. Trabaja de lo que le gusta. En el lugar que ama. Tres de sus cuatro hijos, además, juegan en las inferiores del club. Y su vieja María Elena está a diez cuadras de Guidi Arias, en la casa donde pasó toda su infancia. “Llevo 33 años en Lanús. Todo mi entorno está acá. Lo que sobra en mi familia es sentido de pertenencia”, saca chapa Carboni, otro técnico-hincha como Ariel Holan en Independiente, q    ue busca activar la parte emocional, la fibra más íntima de sus jugadores. Carboni habla de fútbol con Enganche. Se sienta en un sillón del Hotel del Bosque, de Pinamar. Está feliz. O encantado.

Para entender el presente hay que recorrer el pasado. Carboni llegó cuando tenía cinco años. Allá por el año 88, 89 (pide perdón por la imprecisión de su memoria infantil). Eran tiempos en los que Lanús no era Lanús. O mejor dicho: era el Lanús de barrio y no el club internacional que viene de salir subcampeón de la Copa Libertadores de América. El lo cuenta mejor: “Era otro club. Un equipo que estaba en el Nacional B, que tenía una cancha de madera, no había infraestructura. Tenía cinco o seis entrenadores desde el fútbol infantil al juvenil. Algunos dirigían como cinco o seis categorías, ja. Las canchas no tenían arcos. Canchas con arcos de piedras. A veces clavábamos palos en la tierra para señalizar el arco. Digo tierra porque ni pasto había. Y nos costaba mucho convencer a los pibes para que vinieran a jugar. Recuerdo que me metía en villas: iba hasta las casas con mi coche a buscar talentos”, agrega.

Carboni hizo todo el recorrido para llegar a donde está. No se salteó ningún peldaño. Jugó en infantiles, juveniles y Primera. Dirigió infantiles, juveniles, Reserva y ahora asume el desafío más grande de su incipiente carrera: dirigir en Primera División con 38 años, tras la partida de Jorge Almirón, quien ganó tres campeonatos con el club (torneo de Primera 2016, Copa Bicentenario Argentina 2016 y Supercopa Argentina 2016/2017). Es su primera experiencia con los mayores. En el debut sufrió una goleada contra Chacarita, en el último partido de 2017. Pero, insiste, su ciclo comienza ahora. “Hace seis años que estoy trabajando en el club como entrenador. Arranqué dirigiendo las infantiles, después pasé por las juveniles, últimamente trabajé para promover jugadores con la Reserva y, ahora, se nos dio la chance que esperábamos. Se me cumple un sueño”, agrega. Se identifica con Lanús. Pero hay algo en esta historia que aún hoy hace ruido. Es un viejo cántico de la hinchada de Banfield que asegura que Carboni, en realidad, es del Taladro. Claro, no pudo retirarse como jugador en Lanús, y su último club fue Banfield, en 2011, casualmente el rival de toda la vida. 

“La gente que me conoce sabe todo lo que yo dí por Lanús. Sabe todo lo que yo transpiré por esta camiseta. Los momentos malos, los buenos, la Promoción, que siempre puse la cara, que fui capitán cinco años, que en siete años no falté a un partido prácticamente, que jugué con la rodilla rota, con el tobillo infiltrado. Eso me lo valoran. La elección por Banfield fue porque no tuve la oportunidad de volver acá. Hoy lo entiendo desde este lado, de entrenador. En aquel momento no lo entendí. Hay momentos en los que no se puede volver por más que seas ídolo o no. Hay dirigentes que mandan, entrenadores que mandan. Y no se puede hacer lo que uno quiere. No tuve esa posibilidad y elegí Banfield. Equivocado o no es pasado. Pero a mí el pasado de Banfield no me condena, nunca me condenó el pasado de Banfield porque por Lanús transpiré de verdad.

-Hay una imagen que se viralizó hace años que te muestra comprando camisetas de Lanús para tus pibes, cuando jugabas en Banfield. ¿Por qué hiciste eso? (N. de  R.: por esas fotos, tuvo que desvincularse del Taladro)

-Insisto con esto: los tres meses en Banfield son anecdóticos, circunstanciales, tengo 33 años y pico en Lanús. En 2011, mis hijos tenían 7 y 4 años. Ellos recién llegaban al país, hacía tres meses que estábamos en Argentina y no conocían nada. Cuando nos fuimos al exterior eran bien niños. Y yo quería que además de jugar en Lanús, fueran hinchas del Granate. Por eso fui a comprarles esas camisetas. Hoy en día son tan fanáticos que se pelearon conmigo porque querían ir a Brasil a ver la final con Gremio, pero les dije que no porque me tenía que quedar acá a trabajar. Son tremendos. Se conocen a todos los jugadores. Y arman equipos en la PlayStation. ¿Si son un cuerpo técnico paralelo? No, no, por ahora no saben de táctica, ja, ja. 

-Te toca agarrar un equipo que viene golpeado pero no por el fracaso, sino por perder una final de una Copa Libertadores. Es difícil el desafío porque Lanús dejó la vara muy arriba. 

-Sabemos todo lo que consiguió este grupo, pero hoy la realidad nuestra es otra. En el campeonato local estamos en el puesto 20 o 21, tenemos que ganar muchos partidos para sumar puntos importantes. No arrancamos de cero. Tenemos muchos equipos adelante. Más allá de la vara, nuestra realidad es esta. Y se fueron jugadores importantes. Tenemos que esperar refuerzos para tener los objetivos más claros.

-La ida de los históricos te deja un equipo plagado de juveniles.

-Las bajas son sensibles. En un caso se decidió no renovar el contrato (Maximiliano Velázquez). Y en el otro caso el jugador se va porque quiere. Pepe Sand se va por cuenta propia. Tiene ofertas importantes de uno o dos clubes que van a jugar la Copa Libertadores. (N. de  R.: al final firmó con Deportivo Cali de Colombia, que no juega la Copa). Para mí era sumamente importante, pero bueno hay que seguir. Lo reemplazará Germán Denis y los juveniles. Hay que tener fe y trabajar.

-¿Cómo ves el fútbol argentino?

-El fútbol argentino es agresivo, es muy resultadista. Hoy Lanús es un club grande. Tal vez éste es un momento de transición. Esto no quiere decir que si no ganás, no pasa nada. No, no. Hay momentos y momentos. Y si un equipo llega al tope, a lo máximo y se le van grandes jugadores, ya tenemos que pensar en otra cosa. Esperemos que no sea éste el caso. Pero bueno, miedo no tengo, es un club importante, que te da todas las garantías para trabajar, esperemos estar a la altura.

-¿Qué te dejó Simeone cuando te dirigió en el Catania? ¿Tus equipos van a tener algo del Cholo?

-Fue un entrenador importante, lo tuve cuando yo ya tenía 30 años. Saqué muchas cosas de él, desde la estrategia, pasando por la táctica, hasta llegar a la conducción. Uno se basa en ese recorrido. Cada entrenador tiene una manera. Saco cosas como la agresividad, la presión. Después hay que ver si tenés los jugadores y los momentos de los partidos.

-Por lo que se pudo ver en los entrenamientos de verano, estás más cerca de Almirón que de Simeone, porque los equipos del Cholo no ponen el acento en monopolizar la posesión del balón.

-Yo pregono esa idea de jugar por abajo. Me gusta la perfección, el trabajo nos va a ir llevando a ser un equipo como lo fue el de Almirón. La idea es parecida. Sin compararme con él porque está entre los dos mejores entrenadores de América. Yo recién estoy iniciando mi carrera. Para llegar a esa idea hay que tener metodología, hay que tener ejercicios. A través de los ejercicios y de la metodología, se puede llegar.