Hay una analogía medio inevitable entre la obra que por estos días protagoniza en Mar del Plata Valentina Bassi y su propio recorrido como actriz: ella, que se caracteriza por alternar trabajos de alta exposición con otros de bajo perfil, se encuentra haciendo una obra muy intimista, muy característica del off, en una sala para mil personas que la convierte en una puesta de una gran magnitud. “No lo había pensado, pero algo de eso hay”, dice a Páginal12 sobre el paralelismo, pero enseguida agrega: “De todos modos, hay algo que vino con la madurez, con haber hecho un montón de cosas, y es que ya no importa lo grande o lo visible, sino pasarla bien, es decir, meterme en proyectos con gente con la que tenga algún tipo de conexión y nos guste lo mismo. La idea es empezar a decidir, de eso de trata, y desde que lo hago me siento feliz”.

Empezar a decidir. Eso dice que hizo cuando Luciano Cáceres, director de la puesta, llamada El ardor, la convocó para esta producción que financia el Ministerio de Gestión Cultural de la Provincia y que la tiene de protagonista junto al propio Cáceres y Joaquín Berthold y Santiago Magariños. 

“Con Luciano nos conocíamos desde el 2000, cuando hicimos Teatro x la Identidad. Además, vi varias de las obras que dirigió y me gustan mucho. Tiene astucia, algo importantísimo para un director, y además una mirada muy especial de ciertos conceptos de puesta. Hace unos años me hubiese inhibido hacer una obra así en una sala tan grande, pero ahora me llamó y me tiré de cabeza sabiendo que estaba él y que podía confiar en el trabajo que iba a proponer”, afirma la actriz, que hace pocos meses estrenó Al desierto, película dirigida por su pareja, el cineasta Ulises Rosell.

Escrita por Alfredo Staffolani, el mismo de Por culpa de la nieve, una pieza que hace unos años hizo bastante ruido en el circuito off, El ardor se centra en la intimidad de una familia –mamá (Bassi), papá (Cáceres), hijo adolescente (Magariños)– que vive encerrada en su casa en Buenos Aires, con calor, sin Internet, sin aire acondicionado, y con mucho alcohol. 

“No salen nunca, su única salida es ir al supermercado. Están todo el tiempo juntos, pegoteados, con cierta violencia verbal medio naturalizada. El hijo está en su despertar sexual, tiene muchas preguntas, y los padres no están a la altura. Hacen lo que pueden, pero pueden poquito”, cuenta la actriz, que define al espectáculo como  “muy corporal” y también como una comedia, pese a lo profundo de la trama y el texto. La llegada de un primo de la familia (Joaquín Berthold) pondrá en jaque esa cotidianeidad, despertando en los tres personajes eso a lo que alude el título de la obra: ardor, de distinto tipo y color. 

–¿Es una obra sobre una familia disfuncional, como otras de este tiempo?

–Muestra a una familia disfuncional, sin dudas, pero diría que es más bien una obra con los temas de siempre, de todo el teatro. Habla de qué hacer con los hijos adolescentes, qué hacer con el tiempo, cómo vivir y atravesar el matrimonio, la frustración laboral, la vida misma. Trata los temas de todos nosotros, por eso en varios puntos se logra una identificación muy clara entre los personajes y el público que va al teatro. A la familia de la obra le pongo un manto de piedad porque la quiero desde mi lugar de actriz, pero hace lo que puede, como todos. Y ojo que no es que sus integrantes son crueles, sino que realmente no tienen las herramientas para manejarse en la vida porque la vida es difícil. 

–En la obra actúa de madre, pero también es madre en la realidad. ¿Le despierta preguntas propias algo de lo que hace en escena?

–Algo de lo que hago en escena y también algo de lo que veo en escena. El teatro en general me hace reflexionar, pero eso me pasa tanto cuando actúo como cuando soy espectadora. Es que la ficción te inspira muchísimas reflexiones y más cuando es una comedia, porque te agarra desprevenida. En un momento te estás riendo y de repente ves a una familia como la de esta obra, por ejemplo, y entonces decís mierda, un poco así soy. Te desestructura. Podés tener miles de valores y de pensamientos, pero ves algo que te toca de alguna forma y quedas knock out.

–La obra es una producción pública, que fue encargada por la propia cartera cultural de la provincia de Buenos Aires. ¿Cree que estos espectáculos deben tener algún parámetro especial?

–Creo que lo que programe el Estado tiene que ser diverso, como pasa ahora en el Teatro Cervantes, y en ese sentido me sorprendió gratamente la programación del Auditorium. Está (José María) Muscari con una obra súper popular, Mirtha Busnelli con otro trabajo distinto, una obra marplatense y nosotros, que hacemos algo distinto a todo lo que se ve en Mar del Plata. Me parece fundamental que los espectadores puedan elegir dentro de un abanico amplio y con opciones distintas, así que lo aplaudo. 

* El ardor se ve los viernes a las 21 y los sábados y domingos a las 21.30 en el teatro Auditorium, Boulevard Marítimo 2280, Mar del Plata. El valor de las localidades es de 250 pesos. Hay descuentos para jubilados y estudiantes.