Papucho entrenador, Morón, comienzos de los 90, tres varoncitos y mamucha que filmaba cada patada y cada proeza. Así creció el músico y realizador Martín Farina, que no llegó a ser futbolista profesional por “miedo al desarraigo” y que a los 34 vive un año récord. No en goles, sí en películas: 6 en 2016 pero sólo dos estrenadas acá, la ficción Taekwondo y el documental Fulboy, reverso y anverso de cuerpos cófrades que experimentan un homoerotismo galopante, a pesar de sí. 

Dedicado a su hermano Tomás, uno de los jugadores de ese equipo, Fulboy ingresa a la intimidad de una concentración de un plantel de tercera división en 2013; un club de barrio que entró en declive hace años y en cuyo pasado de gloria hay juego en primera sostenido por décadas: “De no haber mediado la existencia de mi hermano, hubiera sido imposible el acceso que yo tuve a esa intimidad del equipo. Eso generó mucha confianza” asume Farina. De esa complicidad y de su encuentro profesional con el cineasta Marco Berger -ambos  lograron un montaje exquisito, cuadro a cuadro, con una frialdad mucho más caliente que la calentura inherente al vapor y al vestuario- asoma un registro que no incurre en el crimen de la alevosía. Porque la sexualidad es sobre todo, una mirada. 

¿Cómo mirás esos cuerpos?

-Yo soy heterosexual y sabía que en esa situación ellos están todo el tiempo mirándose, midiéndose. Eso me permitía trabajar el cuerpo en una doble superficie.  Primero laboral, digamos: el cuerpo atravesado por el capitalismo, por tener que calcular cada centímetro de sus movimientos ya que es una carrera muy corta y son muy concientes de eso; y por otro lado, el cuidado: ellos están cuidando sus cuerpos estéticamente porque son vistos por miles de personas en tv todos los fines de semana, incluso siendo un club de tercera, y también son muy concientes de eso. Sin prejuicios me aventuré en esa mirada que a mí me quedaba cómoda porque yo no tenía ninguna vergüenza. Es una mirada muy propia. Muy de ellos, muy real.

No hay partidos en el documental; no hay campo de juego...

Ellos me pedían por favor que los filmara jugando. Filmé partidos, pero nunca llegué a filmar algo que me parezca interesante. Era tan lejana la distancia que yo tenía con ellos cuando los filmaba jugando… estaban en una situación foránea, ajena, con una tensión que yo no llegaba a captar en toda su dimensión. Iba a poder mostrarlo como algo ilustrativo y no quería que la película fuese ilustrativa. No logré momentos de belleza e intimidad dentro de un partido: sí escuchaba cosas que eran geniales, pero no las podía captar con la limitación técnica que tenía. 

El nexo entre escena y escena -tiempos muertos, esperas, reflexión grupal, mudez, sueño y llamados telefónicos “a mi nena y a mi señora”- son los cortes de pelo. Las nucas, la maquinita que rasura y la búsqueda del look deseado. Sin estridencias -el filme defiende una estética opuesta a de los cuerpos aceitados, brillantes en su musculación- “Fulboy” no transpira ni celebra la destreza. Trabaja antitelevisivamente, con los marrones de la camiseta y de las paredes y con una posición clara desde el título: los protagonistas pidieron “Fulbo” y Farina evitó el costumbrismo. 

¿Buscaste hacer lo que no hace la televisión, sobre todo el periodismo deportivo?

-Sí, la  televisión tiene una mirada prohibida respecto a lo que intenté hacer, que es una mirada que existe pero que si uno la desnuda automáticamente, te encasilla en determinada orientación sexual. ¿Vos viste cómo funciona el periodismo con los futbolistas? En general va un periodista, les hace una pregunta armada, ellos contestan y se van. Hasta ahí se puede llegar con un discurso sobre ellos. La película muestra un erotismo orientado hacia los amigos de la misma manera que ellos lo orientarían hacia una pareja. ¿Por qué? Porque están todo el tiempo juntos, porque rompen las pelotas, porque son medio pendejos. Son medio infantiles y eso es lo más sincero. Cuando vos estás ahí en el vestuario, lo que prima es esa mirada permanente del cuerpo del otro. Permanente. Y es una mirada en la que yo no podría decir hasta qué punto se mezclan lo personal, lo infantil, las proyecciones. En un momento que no quedó están todos jugando a las cartas en toalla, porque se acaban de bañar en la pileta, y uno agarra y dice: “Che, miren cómo tengo las hemorroides”. Y literalmente se levanta, les muestra el culo, y le dicen “No, no podés ser tan hijo de puta”, pero nadie se escandaliza. Hay una cuestión con el cuerpo que está superado entre ellos. Por supuesto, yo no soy ingenuo y filtraba la mirada en espacios ambiguos, porque me parece que ahí está la riqueza.

Y no tan ambiguos, porque en un momento uno de ellos le dice a tu hermano “¡Qué buena pija que tenés!”

-Y censuré más cosas. A veces me decían: “No, no pongas eso que mi mujer me mata”. Hay un momento en se cargan porque uno entra al baño y se la gomea para que no parezca tan chica. Eso es constante. l

Fulboy se proyecta el domingo 18, el lunes 19 y el martes 20 de diciembre a las 18, en el Cine Teatro Paramount, Tres de Febrero 2561, Caseros.