Desde Alta Gracia

Alta Gracia fue la ciudad que los padres de Ernesto “Che” Guevara eligieron en busca de un clima más agradable para alivianar el asma que sufría su hijo. En este pueblo cordobés, el rosarino revolucionario vivió su infancia y parte de su adolescencia. Y, de algún modo, la ciudad guarda una memoria que propicia el flujo de espacios alternativos y movidas culturales con un fuerte espíritu libertario. Uno de ellos es el Encuentro de Cantautores de Alta Gracia, una iniciativa que convoca desde hace doce años a músicos y músicas de diversos puntos del país que vienen aportando nuevas miradas al cancionero popular. Cancionistas, compositores, intérpretes, creadores con fuentes, raíces, inquietudes y trayectorias disímiles que, sin embargo, se encuentran en un camino y un contexto común. “Acá hay agite. Sigamos haciendo canciones, produciendo, compartiendo de manera colectiva”, sintetiza el rosarino Julián Venegas entre canción y canción en la librería Hora Libre, donde sucede una nueva edición de “Cantautores”, como se lo conoce por estos lados. El concierto transcurre en el patio de la librería, en una pequeña carpa que permite ver un cielo estrellado. Pero el encuentro excede el escenario y lo estrictamente musical.

Durante cinco días (entre el miércoles y ayer), se genera una gran convivencia en las casas de los organizadores, especialmente en la de Adolfo Barrera, la cabeza principal de la movida. Sin embargo, un puñado de vecinos, amigos y hasta músicos que participaron en ediciones anteriores le ponen el cuerpo para que todo funcione. Por las tardes, se arman las guitarreadas, los intercambios, los encuentros y nacen nuevas amistadas y sociedades creativas que luego se traducen en el escenario, como sucedió por ejemplo en el final del concierto de Adrián Berra, quien invitó a Ezequiel Borra, Rodrigo Carazo y Pablo Dacal a improvisar décimas. Una idea que había surgido en una sobremesa. “Hay algo bastante vitalista en la impronta de Adolfo, en su familia, y en todo el código de relaciones que ellos proponen, desde abrir la casa para que todos duerman hasta la cocina conjunta”, entiende Dacal.

“Y hasta ciertos cuidados que establecen con nosotros, derribando toda frontera entre artista y productor. Un proyecto asi condensa un cambio de paradigma: una forma de articular y producir eventos para salir de la idea de espectáculo, que tiene que ver con el deseo de que algo suceda en un lugar y tiempo determinado en un momento en el que las producciones gigantes perdieron sus cabezas. La sensación es que nos encontramos todos acá esta semana y salimos un poco más nuevos y sabios”, dice el músico, quien dio un taller sobre la canción de protesta y abrió el miércoles con un concierto, después de la proyección del documental Charco: canciones del Río de la Plata. “Lo de las décimas es una continuación en el camino que ya está esbozado y desarrollado en la película con la que se inicia el encuentro, Charco, que termina con una payada con Martín Buscaglia”, sostiene el músico que en el film cumple el rol de guía o presentador.

“Cantautores” es un encuentro que se realiza de manera artesanal, sin los vicios de la industria musical, y con una curaduría cohesiva que se va tejiendo en cada edición y que refleja un panorama creativo y potente en torno a la canción actual. Pero al mismo tiempo con muchos matices y particularidades. Un mapa posible, en definitiva. De este modo, el plantel artístico que se reunió en esta edición mostró escenas y estéticas variadas. Desde el preciosismo del hipnótico cantautor cordobés Lucas Heredia hasta el barroco toque guitarrístico del barilochense-platense Tincho Acosta, pasando por la ingeniosa perfomance humorística del pianista Mati Mormandi, la fuerza de la cantora coscoína Paola Bernal, la sensibilidad de Clara Presta y Fede Seimandi, o la profundidad del compositor Andrés Muratore, una joven promesa de Traslasierra en línea con el paisaje sonoro de el Negro Aguirre que acaba de editar su primer disco, Del suspiro de los peces. Una de las presentaciones más celebradas fue la del indefinible dúo Seraarrebol, integrado por la catamarqueña Nadia Larche y el guitarrista Nacho Vidal, una propuesta envolvente y atmosférica que abraza el canto ancestral y la sofisticación contemporánea.

En la segunda jornada el puntapié inicial en la librería estuvo a cargo de Julián Oroz, autor de “Alegría”, una canción que se convirtió en una especie de himno del encuentro. Esa misma noche se destacó la juntada de tres cantautores muy personales e inquietantes en lo suyo: Rodrigo Carazo (un fueguino radicado en Córdoba), Lautaro Matute y Ezequiel Borra. El publico regala cada noche un silencio y una participación siempre respetuosa y sensible, más allá de las preferencias personales. Un rato antes, en la Plaza Solares, en el Casco Histórico de la ciudad, se presentó el tecladista Javi Boggio y Los Genes del Mal –con Santiago Torres en guitarra y Luisina Tobar en voz–, y el sábado en el mismo lugar el trío Pim Pau demostró que la música para chicos puede ser disfrutable para todas las edades.

En otra sintonía, una propuesta que viene creciendo en Córdoba fue el primero en despertar el baile y el groove: el grupo Toch, que pasa del reggae a los ritmos folklóricos con naturalidad, a través de una instrumentación que combina bajo, batería y acordeón. “En este espacio se da algo más cercano que en los festivales, con otros intereses. Todos venimos acá a juntarnos con amigos y con los espectadores, que se conectan muy rápidamente”, dice Juan Pablo Toch, compositor y productor musical. Los Toch acompañaron a Julián Mourín en su set y luego mostraron lo suyo. En plan bailable, fue impecable la participación del percusionista Vivi Pozzebón, que entregó una poderosa versión de “La maza”, su “Milonga de Güemes” y cuartetos como “Madre baile”. Más tarde, el magnetismo de siempre de Sofía Viola afloró en la bellísima “Respirar el alba” y su costado absurdo en “No me des merca”. Y el cruce con Ezequiel Borra en “Por ejemplo”, de Fernando Cabrera, fue un momento movilizante. Lo del ecuatoriano Ricardo Pita también buscó levantar a los espectadores de las sillas y celebrar. El trío Trejeitos, de Minas Gerais, por su parte, hizo recordar a Milton Nascimento y el dúo Avepez regaló colores pop y folk.

En este marco, también hubo talleres, como el de murga a cargo de Pablo Riquero, la lúdica charla sobre Ibermúsicas del acordeonista Fernando Tomasenia y la presentación del libro de partituras de las canciones de Ricardo Vilca, el maestro de la Quebrada, de la docente de música Nora Benaglia. “Lo de Vilca es un legado jujeño que está guardado y hay que limpiar el camino para que llegue a más gente, porque no es una música comercial”, dice Benaglia. En tanto, el notable director de murgas y cantautor Pablo Riquero apunta que “este encuentro significa encontrarse con gente que está en la misma y sentirse parte de algo más grande. Todo el tiempo tomamos cosas de otros artistas y estos espacios me mantienen alerta y me nutren”.