El término francés “flâneur” –que utiliza Walter Benjamin para referirse a Baudelaire, como “figura emblemática de la experiencia urbana y moderna” y que refiere a la acción de vagar y callejear sin rumbo, abierto a la contemplación y al deseo– es uno de los que suele usar Alberto Goldenstein para referirse a su actitud frente a la vida y a la fotografía. Para el fotógrafo flâneur, los edificios, los monumentos, la vegetación, las obras de arte, los artistas, las poses de la loca o el beso entre muchachos, la intimidad de los amigos, los cuerpos de los chongos al natural o las estatuas grecorromanas, todo es pictórico, pura ficción, lo real se vuelve abstracción en la foto y devuelve belleza a quien la mira. 

Goldenstein, el libro publicado por la editorial Adriana Hidalgo, reúne una selección de fotos tomadas desde 1982, fotos en blanco y negro de la ciudad de Boston, donde comenzó su formación como fotógrafo, hasta el 2010, cuando Goldenstein vuelve a Estados Unidos para comprar una cámara digital y revisitar con nuevos “ojos” aquella experiencia de cuando todas las cámaras eran analógicas.

Desde el torso del mancebo a contraluz frente al mar, en la tapa del libro, hasta la escalera al interior del Chelsea Hotel, las fotos nos llevan a pasear por Buenos Aires, Mar del Plata, Nueva York y otras ciudades del mundo, con la mirada indolente y contemplativa del  flâneur. En el medio nos encontramos con una galería de retratos de artistas y amigos (Marcelo Pombo, Feliciano Centurión y Omar Schiliro y muchos más), que en los años 90 irrumpieron en el anquilosado mundo del arte porteño de las décadas anteriores. Un crítico definiría a estos artistas y a este  movimiento como arte “rosa light”. Esta definición, de intención peyorativa pero que algunos de estos artistas se apropiaron con orgullo, sobre todo la palabra “rosa”, sirvió para generar un fructífero debate –”Arte rosa light y arte Rosa Luxemburgo”–, promovido por la revista Ramona, donde puede leerse completo en ramona.org.ar.

En el Centro Cultural Ricardo Rojas, por aquellos años, al mismo tiempo que el artista y curador Jorge Gumier Maier daba a conocer a estos artistas diversos, en una galería que de ser un lugar de tránsito a una sala de teatro, pasó a ser un universo de arte nuevo, Alberto Goldenstein creaba y dirigía, en otro pasillo del entrepiso, una galería de fotografía, de manera que –en sus palabras–, “las inauguraciones simultáneas hicieron posible que fotógrafos y artistas plásticos se encontraran viendo plástica y fotografía, mezclada y diferenciadamente”. Estos artistas, cruciales en la historia del arte argentino, hoy a un lado y al otro de “la grieta”, son una vez más reunidos en las bellas páginas de este libro, preciosamente editado.