“Hacía siete años que estaba en los grupos de Narcóticos Anónimos cuando falleció mi compañero. Ahí toqué fondo, me sentí muy sola. Hasta ese momento solo iba a las reuniones. Y estuve al borde de volver a consumir. Pero conseguí una madrina y eso fue lo que me permitió arrancar con la escritura: tener una persona que me guíe y que haya escrito el Programa de doce pasos. Empecé a escribir, y ahí realmente yo siento que entré en recuperación”. Las palabras de la Tana, que lleva más de 20 años “limpia”, transportan una dulzura maternal que parece imposible en este bar sin techo y repleto de palomas, en la estación Retiro del Ferrocarril Belgrano Norte. Viene viajando desde el otro extremo, y dice que dar esta entrevista forma parte de su servicio y de su recuperación. Que nunca, en ningún momento, se deja de estar en recuperación. 

Para aquellos que llegan a los grupos de Narcóticos Anónimos (NA) y quieren permanecer allí, hay un único requisito: el deseo de dejar de consumir drogas. Solo a partir de esa instancia se puede “entrar en recuperación”. Y frenar el consumo de drogas significa, en primer lugar, escribir el Programa de doce pasos: un camino que avanza a través de preguntas y postulados hacia la creencia en un Poder Superior, que permita enfrentar ese impulso abismal que exige a cada momento una nueva dosis. 

“Si la adicción es más fuerte que yo, también tiene que haber algo que sea más fuerte que ella. Y hay que aprender a creer en ese Poder Superior, que no tiene por qué ser Dios. NA no es algo religioso, es algo espiritual”, asegura la Tana, que encontró ese poder en las palabras de sus compañeros, al ver cómo hablaban de su propia vida. “Hay gente que cree en sus hijos, en los grupos, en seres queridos que fallecieron. Es necesario aprender a confiar y a creer para poder salir”. 

En el Programa de doce pasos, aprender a confiar y a creer significa nunca dejar de ir a los grupos a compartir el “tiempo limpio”, nunca dejar de hacer un servicio para otros y nunca dejar de escribir. Cada uno de los pasos, que comienzan al admitir la impotencia frente a la adicción y entregarse a la creencia en un Poder Superior, debe ser escrito. Los doce pasos del programa contienen alrededor de treinta preguntas cada uno, cuyas respuestas son compartidas con el padrino o madrina que acompaña la recuperación. A través de esas preguntas se desciende hacia los miedos, las inseguridades, las frustraciones, los defectos de carácter, el resentimiento, el daño hecho a otros y el daño recibido, a las zonas más vulnerables de la propia historia, para alcanzar la fe y el perdón. Y la palabra escrita es la que construye ese camino de sanación. 

“Siempre que escribo sobre algo ese tema ya no es el mismo, inclusive cosas que no se pueden cambiar, como la muerte de mis viejos. Ellos murieron cuando yo estaba en consumo. Y el vínculo lo pude recomponer a través de la escritura”, dice Pato, miembro de NA desde hace 8 años y cuyo servicio actual en la confraternidad es el de Coordinador de Información Pública del Area Norte. Su casa está repleta de libros, adornos de países lejanos, almohadones y alfombras hindúes, un perro inmenso y un deck desde el que se ve la Avenida Libertador perderse en el horizonte. “En mi familia siempre estuvo el mejor médico, el hotel más caro, y yo me drogaba en el baño del psiquiatra al que me llevaban. No hay una respuesta para saber de dónde viene la adicción, si nacés adicto o te hacés adicto. Lo que sí sabemos es que es para toda la vida, y que ese vacío que te abre en el pecho no se cura”. 

El valle de las sombras

El programa de doce pasos con el que trabajan su adicción los miembros de NA se desprende del que utiliza Alcohólicos Anónimos (AA), la primera confraternidad –fundada en 1935– que planteó tratar la dependencia a una sustancia sin la presencia de ningún profesional de la salud ni la injerencia de ninguna institución, sino solo entre aquellos que se considerasen adictos. “Somos una opción más dentro del abanico de la recuperación. Hay fanáticos que te dicen que este es el mejor lugar, pero hay que tener cuidado con eso”, advierte Pato mientras sirve un café cargado. “Si a un chico le decís que está en el mejor lugar y después sigue consumiendo, entonces se puede terminar suicidando. Somos un programa que funciona, que no es poco. Y funciona porque el que te escucha es igual que vos. Porque es libre, confidencial y gratuito. Pero tenés que llegar decidido a frenar, y muchos no están en ese lugar”.

Los grupos terapéuticos de NA, que en Argentina superan los 200, funcionan en la actualidad en más de 140 países a un promedio de 67000 reuniones semanales. Y la literatura que allí se reparte, incluido el Programa de doce pasos, fue traducida a más de 60 idiomas. Las bases de esta confraternidad –elaboradas como las Doce Tradiciones– prohíben que se acepten subsidios y donaciones: el único ingreso debe provenir del aporte de sus miembros. A la vez, establecen la independencia de cualquier organismo público o privado. 

“En NA no hay castigos, no hay alguien que te esté observando y te juzgue o te estudie. Alquilamos espacios en iglesias o clubes porque es más barato, pero solo dependemos de nosotros”, dice la Tana, que también aclara que adentro las cosas no siempre son fáciles. “Acá también llega gente con ansias de poder, muchas veces hay discusiones fuertes entre compañeros, y para eso necesitamos los doce pasos, para hacerte entender que en cualquier función que tengas solo se trata de dar un servicio”.   

Los doce pasos de AA –retomados en NA– fueron creados por William Griffith Willson, conocido como Bill W., un exitoso corredor de bolsa estadounidense que había desarrollado un alcoholismo feroz durante la Primera Guerra Mundial. A su regreso de la guerra, con el quiebre de Wall Street en 1929, Bill W. se sumergió en un espiral de alcohol y violencia que lo llevó hacia eso que describió como “vislumbres emocionales de la cuesta abajo que conduce al valle de las sombras”. En ese rumbo incierto conoció al doctor Bob Smith, un cirujano alcohólico con el que descubrió que podía hablar durante horas sin sentir la necesidad de beber. Bill W. descifró, en esas charlas, que las confesiones transmitidas de un alcohólico a otro podían ser la llave para salir de esa “obsesión mortal” que gobernaba sus vidas. 

“Hay muchas de las cosas que escribo que hasta me cuesta compartirlas en el grupo. La mayoría de nosotros venimos con historias de maltratos, abusos, de robar para consumir. Pero cuando se las muestro a mi madrina en la intimidad todos esos temores desaparecen. Las dos venimos de lo mismo, no nos vamos a asustar de nada”, dice la Tana, y aclara que una vez que se terminan de escribir los pasos hay que empezar de nuevo, porque la vida ya es otra. “El día que menos quiero escribir es cuando más cosas fuertes tengo que sacar de mí, cuando lloro, cuando me libero de las angustias. Y lo que siempre me viene ahí es el alivio y la libertad”. 

El camino de los doce pasos abierto por Bill W. y Bob Smith se apoyaba fundamentalmente en el encuentro entre personas que se considerasen adictas, pero su objetivo final, luego de aceptar las secuelas de la adicción y de intentar enmenedarlas, era el de alcanzar un despertar espiritual. “Hay un proverbio alemán que dice ?rezá, pero nunca dejes de remar hacia la orilla?. Este es un programa de acción y oración”, lo define Pato. “A medida que la falopa se va de tu vida, algo tiene que entrar. Los adictos tenemos un vacío muy grande en el pecho, como todos los seres humanos, aunque muchos prefieran no aceptarlo. Nosotros le metemos droga, alcohol, velocidad, violencia, pornografía, lo que sea. En exceso. Y está bueno meterle algo más saludable. Y la fe está en ese lugar”.  

Escribir para vivir

Desde Las flores del mal de Baudelaire hasta las postales embebidas en alcohol de Bukowski, pasando por el devenir lisérgico de la generación Beat y los senderos extraviados del escritor maldito Enrique Symns, los excesos con distintas drogas significaron también el camino para rubricar una firma, el carnet de membrecía de una tradición literaria marginada, que tampoco escapó de ser deglutida y vomitada por el mercado. Pero para aquellos que comienzan a escribir el Programa de doce pasos, la escritura significa un camino para sanarse de ese vínculo tortuoso. Una posibilidad, para muchos la última, de seguir con vida. 

“La adicción es una enfermedad crónica, progresiva y mortal. Una enfermedad emocional. Y los grupos te sirven para parar de consumir, que no es poco. Ahora, una vez que lo hiciste, hay que ver por qué llegaste a ese punto, por qué pensaste que iba a ser mejor con un polvo blanco en la nariz o inyectándote”, explica Pato. “Es como si esta habitación se estuviese inundando por el consumo de falopa. Lo primero es cortar la llave de paso, el consumo, pero ahora que ya no se está inundando hay que empezar a limpiar y ver por qué se rompió el caño, y eso es escribir el programa: saber por qué en tu vida la mejor opción era meterse una sustancia en el cuerpo”.

Entre los lemas que circulan dentro de los grupos de NA, el que más se repite es el de aprender a vivir “sólo por hoy”: tener la certeza de que, cualquiera de las decisiones que se han tomado, puede derrumbarse en menos de 24 horas si uno cree que ya no es necesario volver sobre ellas. En el libro Sólo por hoy, que se reparte en NA e incluye textos breves para cada día del año, se define por qué no se debe perder la herramienta de la escritura: “Son muchas las compensaciones que nos da el mero hecho de escribir. La claridad de pensamiento, las claves de cosas que tenemos guardadas dentro y la voz de la conciencia son sólo unas pocas. Escribir nos ayuda a ser más honestos con nosotros. Nos sentamos, acallamos los pensamientos y escuchamos al corazón. Lo que oímos en la quietud son las verdades que volcamos sobre el papel. Sólo por hoy: Escribir es una de las formas de buscar la verdad en recuperación”.

Avanzar en el Programa de doce pasos, ir encontrado ese Poder Superior a través de la escritura y los grupos de contención, se ha transformado, a través de los años y alrededor de todo el mundo, en una de los caminos más transitados para enfrentar una adicción. Pero también representa una disyuntiva para la ciencia médica. Un espacio que permita tratar adicciones con éxito, sin la presencia de profesionales, se vuelve una grieta abierta en el paradigma científico que gobierna las enfermedades.

“Históricamente eran más reticentes los profesionales a mandar gente a los grupos, pero ahora no. A veces nos derivan como primera opción. Tenemos un convenio con Cedronar y con distintas municipalidades para derivaciones”, cuenta Pato. “Tuvieron que aceptar que funciona. No les quedó otra. Pero también nosotros tenemos que saber hasta dónde. Hay muchos compañeros que su vida pasa a ser NA. Y el que inventó NA no esperaba de mí que me quedara ahí. La vida está afuera. Lo que no quiere decir dejar de ir a los grupos. Y el afuera a veces cuesta demasiado. Yo tengo una familia, estudios, amigos que no consumen. Pero hay gente que tiene a toda la familia que vende. O que vienen de estar presos y no consiguen laburo, o con HIV. Andá a explicarles que se relacionen con el afuera. Todo esto es más profundo que tomar cocaína. Llegás a tomar veneno porque hay algo peor, el veneno es la falsa solución. Lo otro es lo difícil de cambiar. Pero también demostramos, sólo por hoy, que se puede cambiar”.

* Para contactarse con Narcóticos Anónimos:  0800-333-4720 [email protected]   www.na.org.ar