En su último libro, Hasta que puedas quererte solo (Alfaguara), el escritor argentino Pablo Ramos expuso las historias y vivencias extremas que conoció estando en los grupos de Narcóticos Anónimos durante más de 25 años. La frase que titula el libro, que es la que se les da a los recién llegados, abre una serie de crónicas desgarradoras presentadas a partir del Programa de doce pasos. Cada uno de los pasos está contado por una o más historias, que narran desde el dolor y la dicha los sentimientos que se desprenden al aceptar la incapacidad de enfrentar la adicción en soledad y encontrar ese anhelado Poder Superior, que vuelva a darle un sentido a la propia existencia. “Yo me encontré con la escritura cuando estaba internado, por lo que me hacían pensar los pasos, me disparaban ideas para desbordarme de la verdad -adelanta Ramos en su casa de Paternal-. Lo que te da el programa, al escribir todos los días, es el ejercicio. Escribir es algo físico, es como hacer gimnasia. Si lo dejás, querés volver y no te sale. Si lo hacés todos los días, empezás a sentir la necesidad de hacerlo”.

–¿Por qué la escritura se vuelve una herramienta fundamental en la recuperación?

–Primero que ante la escritura no te mentís tanto, y segundo que tiene la categoría de documento. No es solo escribirla, sino leérsela a un padrino que vos elegís, una persona de la que admirás su recuperación. Y te puede decir, “si acá escribiste...”. La palabra escrita es un sistema. Ese sistema setea una estructura, y esa estructura es un reflejo de la estructura de tu alma. Yo me acuerdo que puse “yo me drogaba porque mi mujer me dejó, mis amigos me dejaron solo y me echaron del trabajo”. Y me dijeron: “no, es al revés”. Y eso se ve en la escritura. Abelardo Castillo decía que “uno no corrige un texto, corrige personas”. No es un trabajo técnico, es un trabajo espiritual.

–¿Cómo funcionó el Programa de doce pasos en su recuperación?

–Es maravilloso, sobre todo escribir el cuarto paso. Yo los escribí salteados, pero ese lo hice cuatro veces. Es el del daño que vos hiciste, el más duro de todos, y el más aliviador para mí. Debería hacerlo todo el mundo. Le sacás drogas y le ponés lo que vos quieras: mujeres, trabajo, egoísmo, indiferencia. De hecho los 12 pasos de NA derivan de AA y pueden estar en neuróticos anónimos, gordos anónimos, jugadores anónimos. Todos usan el mismo sistema y funciona, que no es tratamiento, es contención.

–¿Llegó a creer en un Poder Superior para enfrentar su adicción?

–La idea de tu Poder superior, de que hay que entregarse a que determinadas cosas se acomoden solas, funciona. Las cosas tienden a acomodarse, el universo tiende a equilibrarse. Mi abuelo, que era anarquista, me decía que leyera todas las noches un poema o que rezara, que era lo mismo. “Yo leo un poema”, me contestó cuando le dije que él era ateo. Una vez leí un poema que decía “no desperdicies la esmeralda que te da la mañana, aunque sea la luz de un semáforo”. Eso es rezar también. Y es creer en un Poder Superior. Lo que dijo Toti (uno de los íntimos amigos de Ramos que aparece en el libro) es verdad: “No te cambio mi mejor día drogado por mi peor día limpio”. Porque cualquiera de esos días limpios puedo dar un volantazo. Drogado no puedo. A mí me gusta la palabra rehabilitación, retomar el control de mí. “Mi vida se había vuelto ingobernable”, dice el primer paso. Y eso no es una metáfora.