De 1930 a hoy

El Mundial de 1938 debió realizarse en Sudamérica, para continuar con la alternancia que se había propuesto originalmente la FIFA: 1930 acá, 1934 en Europa, 1938 otra vez acá. Concretamente iba a jugarse en la Argentina, y para eso River había construido su monumental estadio. Pero no. En el Congreso realizado dos años antes, en Berlín, los popes que regían el fútbol mundial argumentaron cuestiones de estructura y funcionalidad y le dieron la sede a Francia. Enojado con esa decisión, el gobierno de Agustín P. Justo decidió que Argentina no participara. Varios países americanos se solidarizaron, mientras que Uruguay dispuso no intervenir como represalia por la escasa participación de equipos europeos en su Mundial, el de 1930. Tampoco jugaron ese torneo de 1938 España, demasiado preocupada por la Guerra Civil, ni Austria, que había sido anexada a Alemania, ni Japón y China que se enfrentaban militarmente. A último momento, los dirigentes de la AFA ofrecieron la participación de la Argentina bajo la condición de que se le permitiera pasar directamente a los octavos de final. Pero la propuesta no pasó.

En una Europa convulsionada por los prolegómenos de otra escalada bélica global, se hizo nomás el tercer Mundial, con la participación de 15 equipos: Alemania, Bélgica, Brasil, Cuba, Checoslovaquia, Francia, Hungría, Indias Orientales, Italia, Noruega, Holanda, Polonia, Suecia, Suiza y Rumania.

Italia, que ya no tenía a los cuatro argentinos del 34 pero sí al uruguayo Andreoli, se consagró campeón al vencer a Hungría en un fenomenal partido de cierre que terminó 4-2. Los húngaros, que habían despachado a Suiza 2-0 y a Suecia 5-1 contaban con la adhesión de todo el estadio sensibilizado contra el fascismo italiano, pero poco pudieron hacer ante un rival superior.

Para llegar a la final, los italianos superaron a los dueños de casa 3-1 y a Brasil en la semifinal 2-1. En aquel partido los brasileños cometieron el error de reservar a su gran estrella, Leónidas, para la eventual final, pero la derrota los condenó a jugar por el tercer puesto. Poco antes del encuentro decisivo, por vía del secretario general del Partido Fascista, Benito Mussolini había enviado a los jugadores un amenazante telegrama; “Vencer o morir”. Al día siguiente, 20 de junio de 1938, la noticia de la consagración de Italia compartía el espacio en los medios con estos títulos: “Repercute en Estados Unidos la persecución antihebrea”, “Las Fuerzas de Franco amplían la ofensiva en distintos frentes”, “En Inglaterra se enseña a los habitantes a preservarse ante los gases asfixiantes”. Al año siguiente estallaría la Segunda Guerra Mundial.

Un invento argentino

“La pelota de fútbol tiene tiento, pica mal y cuando se la cabecea, si se le da justo en el tiento, hace doler mucho. Hay que inventar una pelota lisa, que ruede bien y no lastime”, razonó en la década del ‘30 Luis Romano Polo, jugador del club Argentino de Bell Ville de la provincia de Córdoba, y encargado de la usina eléctrica de la ciudad. Sus amigos Antonio Olivo Tossolini, carpintero y mecánico, y Juan Valbonesi, empleado de comercio, se prendieron en la idea y entre los tres fabricaron la primera pelota sin tiento, de boca invisible, que en 1931 empezó a rodar bien y sin lastimar a nadie desde Bell Ville hacia todo el mundo.

En los años 20 algunos jugadores usaban boina, y no se trataba de moda o coquetería sino de una prudente protección. Es que cada vez que cabeceaban se lastimaban en la frente cuando el tiento, ese cordón de cuero que cerraba la pelota por fuera, se afilaba como un cuchillo.

En el Mundial de 1934 se usaron algunas de las pelotas inventadas por el trío, y ya en 1938 oficialmente se utilizó la pelota de válvula. Eso hizo que se marcaran 17 goles de cabeza, una cifra considerablemente superior a la de los anteriores mundiales.

En Bell Ville, donde se construyó un monumento a la pelota, se crió Mario Alberto Kempes, figura del Mundial ‘78 y autor de un hermoso gol de cabeza en el partido de la segunda fase contra Polonia.

Desde la creación acuñada por el trío cordobés, las pelotas construidas especialmente para los Mundiales fueron sufriendo varias transformaciones respecto de los materiales utilizados en la construcción, la impermeabilidad y la durabilidad, manteniendo siempre las medidas reglamentarias originales. Pero jamás ninguna de esas mutaciones revolucionó tanto el juego como el invento de los amigos de Bell Ville.