Eran las ocho, tal vez las nueve de la mañana, cuando una cara conocida apareció en Camarones, esa noble institución de camiseta rosa que está enclavada en la Avenida Intermédanos, en el ingreso a la ciudad de Pinamar. “Che, ese parece ser...”; balbuceó Javier Tumas, el presidente del club. Casi que se quedó sin aire para completar la frase. “¿Es o no es?”, se preguntaban en el quincho. Hasta que una voz disipó todas las dudas. “Hola chicos, soy Nicolás, vengo de parte de Nahuel Tetaz Chaparro. La verdad es que me gustaría entrenarme acá y patear a los palos ¿Ustedes me podrían prestar la cancha y unas pelotas por unos días?”. Entonces se acabaron los sigilosos codazos entre los presentes. Nicolás era quien todos pensaban. Nicolás Sánchez, el apertura de los Pumas. Ni de vacaciones en la costa dejó de lado el ritual diario de pulir su pegada.

El rugby no tiene un momento de mayor suspenso que la ejecución de los penales. Patear no es para cualquiera. Hay especialistas, de hecho, que dejaron una marca a fuego por el virtuosismo de sus pies en un deporte que se juega esencialmente con las manos. Sánchez integra ese grupo. Va camino a convertirse en el máximo goleador de la historia de los Pumas: lleva 599 puntos en 61 partidos, ya superó recientemente a Hugo Porta (590 puntos en 58 juegos) y va por la marca Felipe Contepomi (651 en 87 presentaciones). 

El 10 de los Pumas tiene una historia por contar. Porque llegó al lugar que ocupa por mucho mérito propio pero también por una ayuda clave, la de Jonny Wilkinson, el hombre que con un drop agónico le hizo quedarse con la copa Webb Ellis a Inglaterra en el Mundial de 2003. Un inglés ayudando a un argentino. El deporte tiene esas cosas. “Nicolás Sánchez es el goleador de la Copa del Mundo que se inspiró en Wilkinson”, escribió hace dos años la prensa extranjera. 

Las tres temporadas en Bordeaux (2011-2014) fueron un derecho de piso en el rugby francés. Recién en el cuarto año pudo empezar a mostrar algo de lo que sabía en Toulon (2014-2015), donde fue compañero de Juan Martín Hernández y del sudafricano Bryan Habana, entre otras estrellas mundiales. A la hora de patear a los palos, había un pie que daba clases magistrales. Y el pibe tucumano aprendió mucho de la estrella británica, algo que todavía agradece. “Que Wilkinson me haya enseñado un poco la técnica de cómo patear es algo espectacular. En ese momento traté de aprovecharlo al máximo”, le contó a Enganche con los pies en la arena y cerca del mar después de dar una clínica de penales en la playa.

En aquellos años en Francia se quedaba después de los entrenamientos practicando con Wilkinson. Al principio intentaba copiarlo, pero no lo conseguía. “Pateá tranquilo, como vos sabés”, escuchó un día de Wilko. Y ahí empezó a mejorar. El inglés, elegido el mejor jugador del mundo en 2003, destacó alguna vez que “Sánchez y Juani Hernández son dos pibes buena onda, y que saben escuchar”. El Cachorro (apodo que recibió por el que tenía su hermano mayor, Perro) Sánchez capitalizó enseguida la maestría que hizo con Wilkinson: en 2015 se erigió como el goleador del Mundial con 97 puntos (20 penales, 13 conversiones, dos drops y un try). Sólo desperdició cuatro envíos a los postes. “Eso es algo que se dio por el rendimiento del equipo; llegamos hasta semifinales, jugamos siete partidos, por eso pude meter muchos puntos”, asegura más por conciencia de equipo que por modestia.

Tener a Wilkinson de tu lado, y frente a los palos, es como tener a Néstor Ortigoza jugando para tu equipo un torneo de penales. “No tiene el más alto porcentaje de efectividad a los palos, es cierto, pero metía los penales más importantes. El pateador tiene que aumentar la concentración justo cuando la de tus 14 compañeros baja”, reflexionó alguna vez Contepomi. El Tano Loffreda, por su parte, intentó explicar con palabras al crack de la Rosa: “Wilkinson es inglés, y ellos son tipos fríos, las emociones las dejan de lado. No son como nosotros, que antes de patear nos ponemos ansiosos y pensamos que la tenemos que meter sí o sí”. Federico Todeschini, en tanto, eligió contar una anécdota: “Uno de los penales más difíciles que me tocó patear fue contra British and Irish Lions, era la primera vez que jugaba en un estadio cerrado. No había viento. Pero muchas corrientes de aire entraban por las tribunas. La pelota se movía de un lado para el otro. Así y todo, ese día Wilkinson y yo, tuvimos la capacidad de superarlo, ja. Él pateaba como si nada. Un crack”

Aprendió de ese caballero inglés y de muchos otros argentinos. De pibe no deslumbraba con su pegada. “Nicolás era un chico diferente porque todo le resultaba más fácil, como si ya supiera las cosas que uno le enseñaba, porque al toque las hacía mucho mejor que cualquier otro de sus compañeritos. Empezó a jugar a los ocho años, pero en esa época a esa edad no se pateaba a los palos. Sí recuerdo que ya más grandecito pateaba mucho, pero era uno más... Tampoco fue capitán de mis equipos porque era calladito, no tenía voz de mando. El hablaba dentro de la cancha”, contó Jorge Luis Vidoz Vermal, quien lo dirigió en distintas categoría en Tucumán Lawn Tennis y se emociona a la distancia.

Nicolás se deslomaba por mejorar, entrenándose después de turno en el Parque 9 de Julio. Esa cancha enclavada en Gobernador del Campo y Paseo Rodolfo Argüello fue testigo de sus primeros golazos. “Después de las prácticas, se quedaba a patear con un grupito de amigos. No tenía dramas en ubicarse detrás de los palos para agarrar la pelota que pateaban sus compañeros. La dinámica era esa. Unos pateaban y otros la iban a buscar. Así se iban turnando los pibes, se rotaban…”, recordó también Vidoz Vermal, quien lo llamaba siempre el día anterior a los partidos para preguntarle si iba a jugar porque sabía que Tucumán Rugby lo tenía en vista.

Sin dejar de sumar puntos en el seleccionado, sufrió el mal año de los Pumas en 2017, con diez derrotas y solo dos triunfos. “No me desespera ser el goleador histórico de los Pumas. Prefiero pensar mucho más en las cosas que tengo que mejorar y en lo que tengo que hacer para que el equipo mejore”, asegura. Ese perfil bajo aparece a cada momento: “Porta y Contepomi están en el top tres de los mejores jugadores de la historia de los Pumas, por más que los supere en los puntos, en el juego no lo voy a superar nunca. Ellos dos son leyendas de los Pumas. Que mis números estén arriba, no quiere decir nada”.

Contepomi brilló en el tercer puesto del Mundial de Francia en 2007 y el año pasado se ganó un lugar en el Salón de la Fama de la World Rugby. Ya retirado, el actual entrenador de Argentina XV analiza las cualidades de Sánchez: “Nico es un excelente pateador. Cuanto más practicás, mejor es. Si tenés talento y le sumás técnica y práctica hacés un combo perfecto. Eso sí, no tiene que ser una obsesión, porque el rugby no sólo es patear. Si practicás mucho la patada, por ejemplo, le quitás tiempo a otras cuestiones”

El Ninja Federico Todeschini también era otro artista de la patada. Con 256 puntos se ubica en el sexto lugar en la tabla de los goleadores de los Pumas. “Para ser el pateador de tu equipo necesitás una buena técnica, y fortaleza mental para meter las pelotas importantes. Con esos dos componentes te convertís en un pateador de elite”, expresó. Loffreda, coach del tercer puesto en 2007, puntualiza: “Los pateadores tienen que tener los movimientos mecanizados, como los tenistas. Una rutina que consiste en dónde ponés la pelota, cuántos pasos das para atrás, cómo ponés las manos, y todas esas cosas que te permiten evadirte del ambiente. Nico es un excelente pateador, en los primeros tiempos me hacía acordar a Santiago Mesón”.

Desde el siglo XIX, el rugby y el fútbol surgieron emparentados en el germen británico. Sánchez sonríe cuando se le pregunta si le sirvió haber jugado al fútbol de chico. “Sirve jugar al fútbol, seguro. Patear es lo mismo en el fútbol que en el rugby. Creo que Argentina debería tener grandes pateadores porque es un país muy futbolero”, agregó. “¿A qué pateadores miro? Miraba a Wilkinson y ahora a Messi”, confiesa. Y agrega: “Lo más importante es la práctica, podés ser malo o bueno pateando, pero todo se aprende. Todos los deportistas de alto rendimiento que se destacan hacen un esfuerzo extra”.

La repetición es la madre de la perfección. Dan Carter, quien fuera el 10 de los All Blacks, fue entrevistado hace años por la televisión internacional en su casa. E hizo gala de sus dotes, contando un detalle. “Tengo una cancha en mi casa porque eso me permite practicar patear a los palos todas las veces que quiero y cuando quiero”, reveló. Ahora bien, ¿hay trucos a la hora de patear? Seguro. Contepomi fijaba como puntos de referencia los carteles de publicidad. Todeschini elegía mirar el centro y focalizar la pelota cruzando los palos. Sánchez no revela el suyo, aunque es habitual verlo arrancar un puñado de pasto y tirarlo para verificar la intensidad y dirección de los vientos. También da cinco pasos atrás, y le pega a la pelota cerquita de la base. “La idea es pegarle del centro para abajo, y que la pelota vaya al medio, sin efecto. Siempre está bueno cerrarse un poco”, cuenta sin revelar mayores detalles. 

En Camarones, la rutina de Sánchez fue exigente y deslumbrante para la gente del club. Primero iba al gimnasio por las mañanas. Y después, cuando llegaba a la cancha, se cambiaba y se paraba frente a los palos, dignísimos palos que en un pasado no muy lejano fueron dos postes de alumbrado público. “Pateó entre 40 y 50 veces por día a los postes. Las metía todas”, cuentan los que iban a buscar las pelotas que fueron a parar a los médanos que rodean la cancha. Nicolás Sánchez no pone las patas en remojo. Ni estando a metros del mar. Los Pumas necesitan de sus pies para enderezar su andar.