Desde Baradero

Son las tres de la tarde en Baradero, hora ideal para la siesta, la digestión y administrar energías, así que el predio permanece casi vacío. Salvo por un grupo de chicas y chicos adolescentes que desafía el agobiante calor apiñándose cerca del escenario, preparándose para no perder detalle de la fiesta que en unos minutos dará una de las bandas más amadas y odiadas de la escena actual. Basta ver en simultáneo en el backstage a los Perras on the Beach para entender por qué el grupo liderado por Simón Saieg (aka Simón Poxyran) da tanto que hablar. Los jovencísimos Fabricio (bajista, 23 años), Simón (cantante y guitarrista, 20), Nacho (guitarrista, 20) y Bruno (bajista, 17) empezaron como un divertimento y ahora hacen delirar a un público igual de joven y necesitado de flashear como ellos, mientras se divierten sacándose fotos con promotoras que reparten preservativos. Su cóctel de canciones, Pink Floyd, hip hop y folk divide aguas y confirma, por fin, un recambio generacional y estético en la escena: estos guachines salen a romperla y saben que son lo nuevo, te guste o no.

Simón: Eso un poco me afecta, pero tampoco podés darle mucha cabida porque tampoco es real, no es una persona que viene a decirte algo en la cara: son comentarios que alguien tira ahí. Nos cagamos de risa de eso y de nosotros.

Bruno: Sabemos que hay mucha gente que nos quiere y mucha otra gente que nos bardea. Somos bastante imparciales con eso, porque empezamos la banda jodiendo y ya sabemos que cuando hacés algo que puede ser controversial, o hacer ruido, va a haber mucha gente que te ame y también mucha que te odie. Mucha gente necesita odiar la alguien.

“Nosotros no nos encasillamos en nada, pero terminamos siendo independientes porque, más o menos, hacemos casi todo nosotros”, dice Simón Saieg (apellido que significa joyero y que dio el título a su disco primer solista) mientras lo interrumpen: es que su hermano, Juan Saieg, cantante de Usted Señálemelo, tiene que subir a tocar y la producción no lo encuentra por ningún lado.

El fenómeno de los mendocinos crece al ritmo de sus caprichos: recién ahora van a editar su segundo disco en físico. “No hay edición física de Chupalapija —su primer disco—, está todo en digital por internet, pero ahora el segundo, que grabamos hace menos de un mes, lo vamos a sacar en físico. Antes no teníamos forma de hacerlo, pero ahora estamos generando un poco de dinero y lo vamos a poner en eso”, comenta Poxyran. Por su parte Bruno, que acaba de egresar del colegio, define: “El termino indie o independiente se está usando como un género musical y no tiene nada que ver: se puede ser indie punk o indie reggaetón, porque en realidad tiene que ver con cómo gestionás la música que hacés”.

Y vale la pena empezar con esta escena de la segunda jornada del Baradero Rock, un festival de tres días en el que tocaron figuras ya por todos reconocidas como Turf, Kapanga, Pez, Guasones, Eruca Sativa o Carajo. Es que la presencia de bandas como Bándalos Chinos, Usted Señálemelo, Louta, Bestia Bebé, Peces Raros, Lo’ Pibitos, El Kuelgue, El Plan de la Mariposa, Perras on the Beach o Viva Elástico le aportaron otro color, otro público y, sobre todo, otra música a un evento que le sacó el jugo al máximo al clima y al ritmo parsimonioso de este lugar.

Baradero se presentó como una alternativa a festivales más grandes y alejados de Buenos Aires: está a solo 150 kilómetros de la capital federal, apenas a un par de horas de viaje. Pero no sólo fue una buena alternativa por cercanía, sino por diversidad. “Putear a los pendejos que empiezan a tocar es como putear a los pibes que debutan en primera, ¿no?”, compara Santiago Vega, más conocido como Washington Cucurto, quien vino a dar un taller de literatura cartonera.

Poeta, narrador, artista plástico y editor desde 2002 de Eloísa Cartonera, una cooperativa con sede en La Boca que fabrica libros con tapas de cartón reciclado, Cucurto empezó a trabajar a los 5 años: “Somos una familia de vendedores ambulantes: todos mis hermanos siguen siendo vendedores, soy el primer alfabeto de la familia”. Empezó a escribir de casualidad cuando trabajaba de repositor de mercaderías en un súper y un compañero lo invitó a un recital de poesía de Juan Gelman.

Eloísa Cartonera le compra a los cartoneros lo que levantan de la calle y pinta cada ejemplar con témperas de diversos colores, por lo que cada tapa es diferente a las demás. Así editó a autores latinoamericanos como Rodrigo Rey Rosa, Gabriela Bejerman, Leónidas Lamborghini, Diana Bellesi, César Aira, Fabián Casas, Ricardo Zelarayán o Pedro Lemebel. “En el taller aprendés a hacer un libro cartonero y te lo llevás: el cartón es muy importante dentro del sistema industrial del capitalismo, pero lo más importante no es el material sino entender que dándose maña, poniendo mucho amor, se puede hacer mucho: cualquiera puede hacer un libro con cartón, armarse una banda de rock o su propia casa.”

Entre tantas remeras de Callejeros, Los Gardelitos o La 25 (que tocó más de 2 horas en el cierre del sábado), la presencia de Eugenia, Pilar y Sara, tres jóvenes glamorosas que vinieron desde City Bell a ver a Bándalos Chinos aporta un toque de estilo: “Es mi banda favorita de todo el mundo. Lo vi recién a Goyo (Degano, cantante) y casi me pongo a llorar”, dice Eugenia, que tiene 17 y piensa estudiar periodismo. En el Tumblr donde comparte sus poemas hay un video simpático casero de Un día: un ejemplo de cómo se viralizan hoy las bandas, expandiéndose de maneras impredecibles. Sara: “Nos encanta Perras y también vinimos a ver a El Kuelgue y Lo Pibitos, pero te das cuenta de que Bándalos Chinos son los mejores de todos”, dicen. Al rato, la banda demuestra que su propuesta elegante, sensible y bailable es cosa seria.

“Es loco que te puedas copar con una banda actual que no sea una que escuchaban tus viejos”, afirma Pilar, estudiante de diseño gráfico que dice que también vinieron a ver a Bestia Bebé y que suelen ir a Pura Vida a disfrutar de la movida platense. “Es cierto que vienen chicas lindas, pero también chicos lindos”, admite Goyo luego del show, mientras ofrece agua helada. “Si laburás bien y lo que hacés es sincero, te podés abrir camino. Veníamos poniéndole mucho a la banda, el proyecto pedía tener una sala propia y ensayar ocho horas por día. Laptra es como una escuela para los músicos independientes. Santi Motorizado es un mesías de la escena porque está marcando el camino, creciendo y haciendo las cosas de manera sincera y piola desde hace tiempo. Y funciona.”

Lo mismo cabe decir de Bestia Bebé, que ha desarrollado un cancionero que va directo al corazón y una imaginario inconfundible. “No tocamos mucho en festivales, salvo los Festilaptra, que nos producimos nosotros mismos, así que ojalá se dé más seguido”, dice Tom Quintans, quien conforma junto a su hermano Felipe una sociedad inquebrantable: tocaron juntos en Go-Neko! y, aunque en Bestia Bebé el hermano mayor no toca, sí cumplió el rol de productor en Las pruebas destructivas, su excelente tercer disco. Igual, Tom toca la batería con su hermano en Súper 2 Mundial.

“Me gustaría que nos pase como a Los Ramones, que en los discos siempre cambiaban, pero en vivo siempre sonaban igual”, admite Felipe. Y se la pasa a su hermano: “Nos entendemos bastante, hay confianza y sabemos la música que le gusta al otro”, dice Tom, quien supo lograr en su último disco un sonido más nítido, sin perder la crudeza de la banda, e hizo un excelente cover de El amor ya va a llegar, de gran Daniel Johnston (con quien tocaron cuando vino en 2013).

También merecen el destaque los mendocinos de Usted Señálemelo, algunos de los cuales hasta hace poco eran también integrantes de Perras on the Beach. Con la guitarra de Cocó, el swing de Lucca Beguerie en batería y el DG de Nano Colombarini, la banda fusiona distintos tipos de música: reivindica tanto a Tyler, the Creator como a las raíces del folclore argentino de grupos mendocinos como Los Trovadores de Cuyo, Hilario Cuadros y Félix Dardo Palorma, y en vivo la rompe versionando a Los Abuelos de la Nada.

Mención especial merece Louta: Jaime James (hijo de Diqui James, fundador de las compañías teatrales Fuerza Bruta y De La Guarda) conjuga “baile, música, letras e idea de show” (en ese orden) con una maestría desconcertante para un pibe de 23 años. En cada espectáculo sorprende con una propuesta única en la escena local. “Me gusta bailar, pero no salgo mucho de noche. Me levanto todos los días a las 7 de la mañana. Es un esfuerzo, pero lo tengo que hacer”, dice.

Improbable mezcla entre Forrest Gump, Cristiano Ronaldo y Fred Astaire, con su chomba celeste y su look engominado, deslumbra en un show sorprendente en el que termina metiéndose en una burbuja de plástico: “Subirse a un escenario genera como acto reflejo el decir que uno está ahí, pero que quizá no tendría que estar ahí arriba y la gente abajo. Y esa humildad está, todos la tenemos, pero me parece bueno defender ese lugar y decir ‘Yo estoy acá’ con alegría. Por eso antes del show se escuchan gritos grabados, porque rompe un poco con eso de estar pidiendo perdón al escenario”.

Mientras tanto, la vida en la ciudad de Baradero, fundada en 1615 y la más antigua de la provincia, transcurre a su ritmo imperturbable. En Pelecho, el bar de la clásica plaza donde están la Iglesia y la Municipalidad, don Francisco “Pelecho” Bartonek demuestra que 70 años trabajando en el bar no fueron en vano: con amabilidad, Pelecho (que empezó a trabajar a los 9 y logró con su generosidad que se declarara de interés kegislativo la Fiesta del Día del Niño de Pelecho) insiste en que volvamos en agosto… con un juguete para regalar.

Allí, Ayelén junto a sus dos hermanas, Ailyn y Alué, cuyos nombres, en mapuche, significan Alegría, Transparencia y Luna, se burlan tiernamente de un pibe de Boca: “¡Con dos menos le empatamos! Si no les ganábamos con la camiseta. Somos tres hermanas y tres hermanos ramoneros, venimos a ver a Ataque 77 y a El Bordo desde Olivos, pero ya volvemos”, dice Ayelén, Licenciada en Terapia Ocupacional, disciplina de la salud que se enfoca en las personas que tienen dificultades para realizar sus actividades diarias: “Trabajo con niños que tienen autismo y dificultades en el desarrollo desde hace 4 años”. El carácter ecléctico, lúdico y pacífico del cuarto Baradero Rock dejó una sensación clara: la música sigue siendo una de las mejores plataformas para divertirse, perderse, encontrarse y expresarse. Pero sobre todo para cuidarnos. Incluso de nosotros mismos.