“No somos fáciles: somos libres”, declama una decena de chicuelas de primer año de un bachillerato de Tenerife, España, en un clip reciente que se ha propagado como reguero de pólvora en su país natal, replicado por medios ibéricos con sumo entusiasmo por su expresa finalidad: la de reclamar a la Real Academia Española que revise cierta acepción de fácil incluida en su tan consultado diccionario. La quinta, más puntualmente, que arroja: “Dicho especialmente de una mujer: que se presta sin problemas a mantener relaciones sexuales”. “Es peyorativo y discriminatorio”, subrayan las estudiantes del secundario La Orotava, cuya campaña #HazloFácilRAE se suma a otros pedidos recientes que demandan a la RAE suprimir la mentada acepcióna través de una petición online. De momento, los santos patrones de la lengua castellana, miembros de una institución con más de tres siglos de historia, han replicado conforme acostumbran al señalárseles el tinte sexista de alguna definición: diciendo que lo suyo es apenas “registrar las voces o expresiones que usan o han usado los hablantes”, que “aplicar la corrección política llevaría a destruir el diccionario”, que entiendan las criaturitas que “los diccionarios son también claves de lectura, necesarios para poder interpretar adecuadamente ciertos textos”, y sanseacabó. 

En esta particular ocasión, se han escudado además en el hecho de que aunque la cuestionada definición no lo diga expresamente, sí sugiere que puede ser aplicada a los varones. Y aunque férreos en su decisión de “no censurar al diccionario”, han aclarado que el material siempre es revisable, y por tanto, no descartan añadirle una marca explicativa que aclare que su uso es despectivo y sexista. Respuesta que algunos han dado por justa y suficiente, explicando que la RAE no debe prohibir ni eliminar nada, que ni inventa ni promociona definiciones ofensivas, que su diccionario es un registro neutral no solo de lo que se dice y escribe sino de lo que se ha dicho y escrito en el pasado. Otros, empero, han dado a la respuesta por tibia, usando la red del pajarito para –por caso– escribir: “Si hemos de asumir que la Real Academia Española incorpora asín, cocreta, toballa, dotor o culamen, porque la lengua está viva y evoluciona, algo más habrá que hacer con la quinta acepción de fácil, ¿no?”.

Sobra mencionar que no es la primera vez que la RAE está en la mira por definiciones… controvertidas. El año pasado, de hecho, las redes sacudían el avispero al señalar cuán machista era que, en sus páginas, incluyese la acepción “conjunto de las mujeres” para referirse a sexo débil, reservando la de “conjunto de los hombres” para sexo fuerte. Fue una chicuela de 18 años oriunda de Huelva, la que inició una campaña online donde solicitaba al organismo que “si vela por el buen uso de la lengua española, no permita estos machismos”. Tanto arengó Sara Flores Romero que logró que la RAE se hiciera eco. Negándose de lleno a eliminar la acepción “porque su uso está documentado en el uso cotidiano y en publicaciones y libros, y la RAE no entra en si la expresión es o no conveniente”, pero haciendo al menos pertinente indicación: una marca de uso que precisara que sexo débil se trata de una expresión “con intención despectiva o discriminatoria”. Aquello en 2017…   Sí que costó que llegara la aclaración…

Ahora, frente al renovado debate alrededor de fácil, algunas voces han aprovechado la oportunidad para recordar que, en sus 303 años de historia, jamás tuvo la RAE una directora. Que de sus 45 miembros actuales, solo 8 son mujeres; y que la primera en ocupar banca recién lo hizo en 1979 (la poetisa Carmen Conde). Que cuando en el ‘72 se presentó la candidatura de la excepcional lexicógrafa aragonesa María Moliner –autora del colosal, mejor escrito y acuciante Diccionario del Uso del Español–, perdió contra el menos trascendente filólogo Emilio Alarcos Llorach. Y así…   Tampoco ha faltado quien rememorase que solo en 2014 eliminó la RAE la definición que igualaba “enérgico” con masculino, y la que empataba femenino con “endeble”. O bien, quien señalara que, mientras no tiene pruritos la institución en incluir vocablos como buenismo o postureo, se resiste con uñas y dientes a aceptar términos como sororidad, micromachismo, machoexplicación…   Del mismo modo que se niega a aceptar cualquier expresión que vaya contra “el uso genérico del masculino para designar a los dos sexos, muy asentado en el sistema gramatical”. Es sacrosanta norma, qué va… 

No por nada, la lingüista Mercedes Bengoechea, antaño decana de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Alcalá, tiempito atrás declarase: “Parte de la sociedad ha perdido su fe en la RAE, no la venera como la guardiana de su lengua y de su mente y la ve como una institución anacrónica e ideologizada. No cabe duda de que desde su perspectiva no pueden percibir el hecho incuestionable de que su trayectoria histórica dista mucho de ofrecer confianza a las mujeres. Quizá por eso muchas de ellas no se sientan obligadas a someterse a ‘su norma’ y no pidan permiso para hablar”.