Si hay un problema que insiste decididamente dentro de los estudios literarios es la ubicación del concepto de “nación”. Y es que, si nos ponemos a revisar los diversos espacios institucionales en donde prosperan las investigaciones con respecto a la literatura, veremos que, de una u otra manera, la “nación” se impone como una categoría obligada de cuyo espectro aún no nos hemos podido librar del todo. Para bien o para mal. Por ejemplo, en cualquier Universidad en donde se curse la carrera de Letras, el primer recorte que organiza ese objeto evanescente que es la literatura es a través de la idea de “lo nacional”. Pero, ¿esa idea no afecta también nuestras discusiones cotidianas, ya un poco más alejados del ámbito de la academia? Siempre se busca al “último gran novelista francés”, o se pregunta “qué escritor norteamericano estás leyendo ahora”, cuando en realidad la mayor parte de los autores de renombre poco tienen que ver con la idea de la nación o, estrictamente, la ponen en jaque, en suspenso, convirtiendo a tal concepto en punto de discusión. ¿Dónde ubicamos a Roberto Bolaño? O vamos un poco más atrás y más cerca, ¿desde dónde leemos lo que escribieron Rubén Darío o Witold Gombrowicz? ¿Nicaragua, Polonia o Argentina?

El libro Tras la nación: Conjeturas y controversias sobre literaturas nacionales y mundiales, compilado por el profesor e investigador Marcelo Topuzian, de la Universidad de Buenos Aires, es un texto por demás significativo en lo que se refiere a estas serie de transformaciones dentro de los estudios literarios y de los límites específicos que esos cambios conllevan. Los diferentes artículos aquí reunidos tienen este problema como central, ya que, paradójicamente, parten de las investigaciones de los miembros de la cátedra de Literatura Española III, en la carrera de Letras de la UBA. Digamos, parten de lo nacional para, en una lectura incisiva, ver cómo dentro de los límites mismos de “lo español” aparecen resquebrajamientos que obligan a una transformación de las mismas herramientas con la que se está leyendo el fenómeno. 

El texto más extenso dentro de los presentes en el libro es la “Introducción” del compilador, un marco metodológico y teórico necesario para entender los artículos posteriores del libro. Topuzian vuelve a esos temas que ya había presentado como propios de su horizonte de discusión, como el imprescindible Muerte y resurrección del autor (1963-2005), en donde repasaba la historia y actualidad de ese otro concepto de peso, el “autor”, dentro de los estudios literarios. Concepto cuya crisis parecía iniciada pero nunca cerrada del todo. En la introducción, Topuzian plantea una oposición que organiza a ciertas producciones filosóficas y políticas que revisan el tema. Por un lado, está la idea de que la nación depende de un componente étnico que fundamenta el surgimiento de una “identidad nacional”, y por otro está la perspectiva (liberal) que entiende que una nación es el resultado de una serie de proyectos y acuerdos aceptados por un conjunto de personas a través de espacios institucionales o de instancias jurídicas. Esa primera oposición, que permite organizar el campo, es retomada del artículo de Anthony Smith “¿Gastronomía o geología? El rol del nacionalismo en la reconstrucción de las naciones” (1995). Ahí tenemos a los dos grandes bloques: el geológico-étnico y el gastronómico-liberal, dicotomía que se plantea para ser superada pero que regresa en cada una de las otras aproximaciones. Ernesto Laclau, Benedict Anderson o Parthe Chaterjee son algunos nombres propios vinculados a diferentes ideas que van desde el posmarxismo, el marxismo y hasta los estudios de raigambre más foucaultiana en torno a lo nacional.

La historia contemporánea lo demuestra: España misma difícilmente entre dentro de la usual categoría de “nación”, si comparamos su historia con la de los países que operaron como modelo de lo nacional (Inglaterra, Francia y los Países Bajos). O ya hay un ideario nacional en la época del Imperio Español, con las colonias americanas y la unidad provista por la misma Iglesia Católica como punto a tener en cuenta; o se instalará a través de las más evidentes técnicas de “gubernamentalidad” presentes en los años del franquismo y la pos-guerra civil, donde la españolidad era reconocida como esencia que distinguía un nosotros de un ellos. Los artículos aquí reunidos dan cuenta, precisamente, de este problema. Lucía Clara Di Salvo se ocupará de la intelectualidad anarquista en su exilio en Buenos Aires en el período 1939-1940, organizado en torno a la revista Timón, y su abierta oposición entre “pueblo” y “fascismo”. Oposición que vuelve a aparecer en el texto de la poeta e investigadora Sol Fantín, quien trabaja con las memorias críticas de Gabriel Celaya en su libro Poesía y verdad (1979), en donde, entre otras cosas, vuelve a aparecer la cuestión de las dos Españas: la popular, la “nuestra”, y la otra, estrictamente, la falsa. Esa idea de las dos Españas que deja como marca la Guerra Civil está también flotando en los diferentes idearios nacionalistas de las regiones españolas. Marisol Chalian y María Belén Girasole estudian la relación que tiene el vasco con el castellano en dos casos particulares de traducción del euskera como lengua fuente: las novelas SPranki tranbia (2001), de Unai Elorriaga, y Bilbao-New York- Bilbao (2008), de Kirmen Uribe. También hay artículos de Armando Minguzzi, Mariana Barrios Mannara y Adriana Minardi, entre otros especialistas, que abordan el problema desde varios cruces, proponiendo como eje de su análisis a la lengua o al ideario nacionalista presentado. 

Tras la nación discute un concepto central desde un margen. Todo el libro puede perfectamente leerse bajo la idea de que se están produciendo investigaciones en torno a una “literatura nacional” desde una antigua colonia, todavía afectada por su relación con el castellano y con la conformación de un imaginario de origen. Este libro muestra cómo los estudios literarios, por más que se encuentren en un aparente estado de crisis, son totalmente permeables a una serie de discusiones que incumben otros ámbitos de la investigación o, incluso, de la vida cotidiana. La globalización, el cambio del mapa nacional por la serie de grandes metrópolis donde se concentra el capital, la población y las producciones culturales, o incluso los debates en torno a la “lengua franca” que habilitaría todo tipo de contacto entre pueblos diferentes, no son situaciones ajenas a la literatura.

Tras la nación: Conjeturas y controversias sobre las literaturas nacionales y mundiales Marcelo Topuzian (compilador) Eudeba 280