China es el país más vigilado del mundo, con 176 millones de cámaras de seguridad. La cifra impresiona, pero sigue en alza: para 2020 el gobierno chino aspira a que haya 400 millones más. Una sociedad digna de Orwell. Y del Philip K. Dick de Minority Report, la novela llevada al cine por Spielberg: porque el sistema apunta no sólo a evitar delitos, sino a predecirlos, con material de última generación, capaz de hacer identificación facial.

Hisense es la empresa encargada de proveer la tecnología, que llenó al gigante asiático de cámaras con inteligencia artificial. Además de detectar a una persona por el rostro, puede hacerlo por datos como la edad o la etnia. La base es a partir de la foto del documento. Así, es factible que una cámara en la vía pública o en espacios como aeropuertos o shoppings, rastree a una persona.

La tecnología no se queda ahí. Puede relacionar el rostro buscado con autos y familiares de la persona en cuestión. Incluso puede constatar con quién estuvo más en contacto. Así, los chinos son capaces de hallar a una persona buscada en cuestión de minutos con la divulgación de una foto.

También se usa para encontrar a quienes violen leyes de tránsito. Una vez identificado el infractor, su rostro aparece en la llamada “pantalla de la vergüenza”, de la que puede salir con el pago de tres euros.

El sistema no sólo tiene un carácter punitivo. También es usado para encontrar a personas perdidas mediante el reconocimiento facial. Personas ancianas o con dificultades cognitivas pueden acercarse a un centro oficial, lo cual permite identificarlas y llevarlas con sus familiares.

La legislación china permite el uso de las cámaras con un nivel de penetración impensable en Occidente. Las bondades que ofrece el sistema, inaplicable en buena parte del mundo por su invasión de la esfera privada, son factibles por llevarse a la práctica en un país que abolió la privacidad. La BBC hizo una prueba empírica de cómo funciona el sistema

Ocurrió a fines del año pasado, cuando un periodista de la cadena británica probó que lo buscaran como sospechoso tras hacer que escanearan su documento. La prueba la realizó en un aeropuerto rodeado de cámaras. Dieron la alarma y el hombre fue encontrado en apenas siete minutos.