Para disfrutar de La Latina, en Madrid, es necesario no renegar de las muchedumbres. Desde hace un par de años, este barrio del centro de la capital española que linda con Lavapiés, sitio de acogida y reunión de los inmigrantes africanos, árabes y asiáticos, es un imán para jóvenes residentes y miles de turistas. 

Su carácter under con teatros independientes y tiendas alternativas, las bellas e imponentes iglesias que se erigen en cada manzana; la oferta variada de restaurantes y bares, y una comunidad que se resigna a perder su identidad barrial, lo convierten en una atracción que los sábados y domingos se desborda.

La gente llega a través del metro y desciende en la estación homónima, o llega a pie desde la Puerta del Sol, o Lavapiés, donde pudo probar un plato indio o marroquí. La calle que abre el barrio se llama Plaza de la Cebada, y a pocos metros de recorrerla ofrece una de sus atracciones: el mercado. 

CONCEPTO LATINA Menos marketing y más barrio es su concepto. La mayoría de los comercios son pescaderías, carnicerías y almacenes de frutas y verduras, aunque también hay cerrajerías, tintorerías y una tienda que repara relojes antiguos. Los sitios de comida elaborada son pocos, y los fines de semana, con la explosión de turistas, se terminan armando mesas improvisadas en la escalera o en cualquier sitio que resista una bandeja de quesos. 

El más popular es la Parrilla de la Cebada, que ofrece un plato de albóndigas por menos de cinco euros y una botella de vino tinto a diez. Precios digeribles, si se compara con el popular Mercado de San Miguel.

En la misma calle, entre tiendas de bisutería, regalos baratos y jardinería, diseñadoras independientes venden sus dibujos, sobre una cartulina o estampados en remeras y carteras.

Más adelante, el barrio se rinde a la revolución gastronómica. Las calles Cava Vieja y Cava Alta, que fruto del orden colonial corren paralelamente a menos de diez metros una de otra, ofrecen más de cuarenta bares y restaurantes de tapas, aperitivos, y bebidas, sobre todo de cocina española.

En este punto se alcanza el máximo nivel de muchedumbre y trasladarse de un sitio a otro obliga a evitar el uso de celulares y mantener la vista en alto. Pero siguiendo por la Plaza de la Cebada, el aire fluye y la vista se deja ganar por la enorme cúpula de la Real Basílica de San Francisco El Grande, o la cúpula rosácea de la Iglesia de San Andrés Apóstol.

La primera es un templo católico de Madrid, cuya cúpula es la más grande de España y la cuarta de Europa. Su construcción se extendió por 23 años, y logró inaugurarse en 1784, con la presencia del rey Carlos III. Aunque su exterior es imponente, el interior es un tesoro artístico, con obras de renombrados pintores españoles, entre ellos Francisco Goya, que plasmó allí el primer encargo de la Casa Real.

La segunda, es una de las parroquias más primitivas de la ciudad, edificada antes del siglo XII sobre antiguos terrenos del barrio mudéjar, en la época musulmana de España. Su capilla, en cambio, fue construida posteriormente, a mediados del siglo XVII. Se considera una obra de arte, que en su interior se culminó con mármoles y jaspes, y fue decorada con escenas de la vida de San Isidro, patrón de los campesinos y de Madrid.

PLAZAS Y PALACIOS Uno de los costados de la iglesia mira hacia la pequeña Plaza San Andrés, donde uno de los bares de la zona colocó sus mesas. Tomar un aperitivo o probar una tapa al lado de esa hermosa cúpula es una experiencia obligada. Al otro se encuentra la Plaza de Corros, utilizado por las familias y los niños del barrio, que escenifican un reposo del tumulto turista.

Siguiendo hacia el corazón del barrio, se desciende a la Plaza Paja. La arquitectura ya no oculta su legado colonial. Algunas casas, de una o dos plantas, conservan la vieja carpintería de los techos, con su vigas de madera; y además del empedrado de las calles angostas, se restauraron los faroles de la misma época.

En la entrada a la Plaza Paja, cuya forma no es ni cuadrada ni redonda, sino parecida a un rectángulo angosto, se encuentran la Capilla del Obispo y el Palacio de Vargas. La primera se construyó en el siglo XVI para conservar los restos de San Isidro, y es uno de los pocos edificios con reminiscencias góticas de Madrid. Su fachada imponente de piedra caliza ofrece muestras del arte renacentista, y dos puertas de nogal, de dos toneladas de peso, con escenas bíblicas que tallaron en la misma época los artistas Cristóbal Robles y Francisco Villalpando.

La segunda es el Palacio de Vargas, edificado en el siglo XV. Aunque ahora alberga a decenas de alumnos de un colegio secundario, pertenecía solo a la familia homónima, que representaba uno de los linajes más influyente del Madrid antiguo.

En el otro extremo, otra joya de tiempos pasados es el Jardín Colgante, u oficialmente del Príncipe de Anglona, construido en el siglo XVIII como espacio de recreo para los propietarios del palacio. En la actualidad, internarse entre sus pérgolas, alejado del barullo de bares y turistas, cumple el mismo papel que en la antigüedad.

GUSTO A MADRID Dejando atrás las tapas y cervezas, que se ofrecen también en la Plaza Paja, se pueden hallar restaurantes de comida gourmet, que en el último tiempo se han mudado al barrio. Crudito, que ofrece recetas peruanas y japonesa a precios de clase media, es una opción más que considerable.

 Para cambiar de ambiente, el paseo puede continuar en la Plaza de la Vara del Rey, que presenta una cara distinta del barrio, con una variedad de tiendas de antigüedades. Una pequeña muestra de lo que puede hallarse en el Mercado del Rastro, el más antiguo de Madrid, que se abre los fines de semana a solo unas cuadras (calle de la Ribera de Curtidores) y exhibe una variedad infinita de artículos de segunda mano, desde muebles a discos de vinilo.

Para concluir el día, se puede optar entre la variada oferta teatral. En la categoría underground existen dos buenos representantes. El Teatro de las Aguas, que dedica su espacio a producciones independientes, como el primer Festival LGTBI que se celebró en noviembre, y el Teatro Off, que se presenta como una "trinchera cultural" y ofrece obras que abordan el drama de los inmigrantes o la lucha de las minorías sexuales; aunque su cartelera expresa toda la diversidad del teatro.

Con una propuesta más comercial se presenta el Teatro La Latina. Actores y músicos conocidos de la escena española, obras importadas de Broadway y espectáculos de magia se alternan en su calendario.

Los espectáculos comienzan alrededor de las 20.00, lo que siempre deja tiempo para dejarse arrastrar nuevamente a las tabernas y bares de La Latina, donde la gente puede permanecer hasta entrada la madrugada, e incluso ser sorprendido por un show musical que ponga el broche de oro a la velada.

Agustín Fontenla
El mercado de la Plaza de la Cebada, favorito de los visitantes en el fin de semana.