Después de deleitar a celebrities y plebeyos por igual en una ostentosa y exclusiva cena de gala (las entradas oscilaban entre 15 y 12 mil pesos) por el Día de San Valentín, en Costa Salguero, Rod Stewart volvió a subir en la noche del viernes a un escenario porteño. Mientras el público ubicado en las sillas de adelante en el estadio GEBA discutía con los acomodadores por los errores de distribución, la banda del cantante británico irrumpió guiada por la gaita de la canción patriótica escocesa “Scotland the Brave”. Y esto no es un dato menor, si se considera que a lo largo de las casi dos horas de show el artista inglés redimió una y otra vez su abolengo. Mechado con funk, con pop o en su más pura expresión folklórica. Al tiempo que revisitó la escuela que significó para él todo el heraldo del blues estadounidense y los orígenes del rock and roll. 

El show dejó en evidencia nuevamente que el fuerte de la obra de Stewart no es la composición, sino la interpretación. La mayor parte de su repertorio presentado el viernes a la noche se basó en covers que supo adaptar a su idiosincrasia desfachatada y canchera. Y también sensiblera. Aún vigente, a pesar de los años. “Un loco lindo”, dirían las tímidas de placard. Aunque luego de que su fabulosa agrupación (conformada por 12 músicos en escena) lo introdujera con “Having a Party”, gran aporte al soul inmortalizado por Sam Cook, el cantante apareció en escena con uno de los temas de su autoría: el lascivo “Infatuation”. Escoltado por “Ever Seen the Rain”, de los Creedence. Pero parece que tal es su admiración por la banda estadounidense que más adelante los invocó de vuelta con “Proud Mary”. 

Tras invitar a escalar la cumbre del Ben Nevis con “Rhythm of My Heart”,  el artista apeló a su faceta pop ochentosa a través de su hit “Some Guys Have All the Luck Some Guys Have”, en la que demostró que la voz ronca y sus piernas calientes (otros identikits de su carrera) rebosan de vitalidad. Por más que hace un mes haya alcanzado los 73 años. A continuación, Stewart desenfundó una artillería de clásicos, entre los que destacaron ese folk con ganas de soul “Tonight’s The Night” y el épico “Forever Young”, hasta llegar al momento acústico de la performance. Lo arrancó con la maravillosa “You’re in My Heart”, donde hizo gala de su chapa crooner, mientras de las pantallas del escenario saltaban imágenes del equipo de fútbol de sus amores, Celtic F.C. Arengado además por sus fans argentinos más acérrimos, que lucieron la camiseta de la selección escocesa. 

La cosa siguió con “People Get Ready” y, más aelante, terminó en “Have I Told You”. Una vez que se levantó de la silla, Stewart invocó a una de sus influencias, Muddy Waters, en “Rollin’ and Tumbin’”, especialmente presente en su etapa rolinga. Lo que patentó su fantástico álbum Foot Loose & Fancy Free (1977), de donde rescató un temazo como “Hot Legs”, y un poco antes con su banda Faces, de la que eligió la inmortal “Maggie May”. Inmediatamente, el cantante regresó a 1978, cuando lanzó quizá su mayor himno, “Do Ya Think I’m Sexy?”. Aunque en esta ocasión más disco y menos rock. Y siempre a un tris de un show en Las Vegas. Fue uno de los momentos en los que nietos y abuelos se confabularon para recrear onomatopéyicamente ese trozo tan especial de su intro. Antes de cerrar ese viaje por la historia de la cultura pop con “Sailing”, un Rod siempre elocuente hizo “Baby Jane”. Una de las tantas que se sabían todos.