“¡De joven no llegué a ser tan rockera como sí soy tanguera ahora!”. La conversación va. Y en ese ir, en un momento, Elbi Olalla planta esa definición. Los Olalla –aquí en Argentina el apellido es producto de la deformación del nombre Eulalia– llegaron desde Málaga, España, y recalaron bien pronto en el Cuyo. Y allí nació, a pocos kilómetros de la capital mendocina. “En mi casa siempre hubo un espacio súper privilegiado para la música, se nos estimuló a ser músicos. Mis tres hermanos y yo, todos tocamos y cantamos. En mi familia en general, primos, tíos, si no le hacías un poco a la música. ¿Viste que todas las familias tienen algún mandato, algunos más populares o más aceptados? Eso se mezcló un poco con la Iglesia Bautista a la que iba donde la música tiene un lugar súper importante”. 

“Primero fue el rock y después el tango”. Y lo que se pensaba como un paso nomás, terminó siendo el puerto musical definitivo para Elbi.

“¡Viste lo que pasa con el tango!” dice. Y agrega: “Somos todos unos enfermos que hace 28 mil años seguimos grabando discos, y giras y nos volvemos locos. Y gran parte de la industria nos ignora olímpicamente. Yo me quedé porque me enamoré de esta música y encontré un lenguaje que me súper interesa y representa. Como le pasó a toda una generación. ¡La gente necesita escuchar tango! Lo percibo así. Hay algo tan profundo con uno mismo a través del género que querés seguir buscando. Pasa a ser tu militancia filosófica, ideológica, artística. No es solamente una música que tocás”.

Y aquí es donde aquello: “¡De joven no llegué a ser tan rockera como sí soy tanguera ahora!”.

El hecho de quedarse en Mendoza, cuando todo haría pensar en recalar en Buenos Aires, como ideal, también supone una militancia.

–Lo hablamos mucho con Tuti, la manager de Usted señálemelo, y coincidimos siempre en que los músicos viven en un lugar pero el lugar de trabajo del músico es el mundo. Los espacios para tocar y la movida, tenés que estar todo el tiempo generándolos. Quizás pagar el costo de un desarraigo, lejos de toda la vida que uno tiene, es difícil. Yo viví unos años en Buenos Aires pero me volví.

¿El tango siempre te espera o, como dice el músico Agustín Guerrero, no te espera un carajo y tenés que ir a buscarlo?

–No sé. A mí me encontró. Me rescató. Yo buscaba mi lugar en la música y me quejaba de ser demasiado ecléctica, de no ponerme una camiseta. Cuando sos adolescente es medio raro no ser de alguna tribu musical. Alguien me dijo: ‘Vas a ver que eso tiene algo bueno’. Y la verdad es que sí. Encontré el tango y entendí que con sus elementos y su impronta yo podía generar un sonido mío, personal. Y animarme a hacerlo.

Olalla, además, fue una de las mentoras   de la Sísmica Mercalli, especie de Orquesta/ Escuela que por ahora está en un parate y forma parte del colectivo mendocino Micro Tango. “Son espacios de arenga, donde nos apoyamos”.

TANGO DE CUYO

En una de esas andanadas curiosas alrededor del rock –y no tanto– fue que escuchó cantar a Victoria di Raimondo. Eran los primeros años de este siglo. Ambas estaban, de alguna manera, buscando otra cosa. “Hace veinte años el tango no existía en el panorama mendocino. Nadie que yo conociera lo tocaba” dice. Y juntas fundaron lo que puede considerarse no sólo como uno de los puntales de esta música en Mendoza, sino también de la generación contemporánea: Altertango.

“Fue todo un proceso bastante solitario de nosotras dos respecto al proceso del género. Y eso hizo que tocáramos tango desde un lugar muy personal, desde una lectura muy propia. Tal vez por la lejanía. Y creo que eso, con los años, tuvo cierta gracia. Poder encontrar una voz. Siempre hubo cierta libertad, esa cosa de no tener a alguien atrás tuyo que te diga ‘¡no, esto se hace así!’ Por momentos decíamos: bueno, esto puede sonar a otra cosa también”. Y sí, suena a otras cosas también. Un derrotero de seis discos (además de algunos vivos y compilados) donde puede encontrarse un punto altísimo –en lo musical y en lo letrístico– como Fargüest (2013). No hay duda que el tango es el lenguaje primero aquí. Por instrumentación y búsquedas, por sonidos y estéticas. Por su respiración, por su espíritu latente, por prepotencia. Pero pensar sus canciones sólo desde allí es no ver otra gran parte de la cosa: todos esos puntos de fugas, esas aristas que explotan en el aire, que estallan desde la montaña: el rock –argentino y sajón; son recomendables las versiones que grabaron de, por ejemplo, CJ y Los Condenaditos (Fabulosos Cadillacs) y Rock yugular (Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota)–, lo experimental, cierta suciedad y oscuridad en el sonido, lo eléctrico.

Justo después de Fargüest Di Raimondo dejó el grupo –era la principal letrista y la cantante; ahora está haciendo lo propio junto al Cuarteto la Púa– y ellos editaron Radiotango (2017): una especie de duelo textual, un hiato de palabras. Seis piezas puramente instrumentales. “Si bien yo escribo arreglos y los llevo a la sala, no funcionamos como una típica. Tomo un poco la batuta pero somos el resultado de una sinergia grupal. Y cuando se retiró la voz, el texto, aparecieron muchísimas cosas. Se corrió un poco un aspecto que era muy importante y aparecieron otras cosas. Muy fuertes. Y todo hace a que no tratemos de imitar eso que teníamos antes sino refundar una situación distinta”. Después de la partida de Victoria, el grupo se reacomodó casi definitivamente como cuarteto: además de Elbi al piano, se completa con Pablo Conalbi (batería), Ezequiel Acosta (bandoneón), Gerardo Lucero (contrabajo).

Y por estos días están editando su nuevo disco: Sie7e. Y aquí, si bien hay piezas instrumentales, vuelve la palabra. Hay composiciones propias y ajenas, todas actuales, del tango. Ese tango que es hoy: Juan Serén, Mariano González Caló, Alejandro Guyot. Y muchos y variados invitados: desde Julio Coviello, Alfredo Piro y Natalia Lagos hasta Juan Pablo Fernández (de Acorazado Potemkin; en noviembre Altertango abrió el recital de presentación de último disco del trío donde, justamente, Elbi participa en tres canciones) y Juan Saieg (Usted señálemelo) y Bruno Beguerie (Perras on the beach) –dice que está encantada con su música y los considera una especie de sobrinos. “A veces no se trata tanto de la música sino de la gente. Las diferencias estilísticas o de género muchas veces son apenas marcas de agua como las de una foto: no hacen a lo principal, no importan. Estamos hablando de música popular. Que se está haciendo aquí y ahora”.

QUÉ PAR DE PÁJAROS

Toda esa desmesura, esa cosa volcánica que hay en Altertango, encuentra su momento de reposo en Piano canción: momento de fina compañía entre Olalla y Guyot. Encuentro que, hay que decirlo, iba a darse más temprano que tarde. “Los encuentros de los pianistas y cantantes, en todos los géneros, no sólo en el tango, son lo más parecido a cuando tenés la posibilidad de ir con un amigo muy querido a sentarte a tomar algo y hablar de la vida, durante horas. Ese nivel de intimidad y posibilidad de escucharle al otro hasta el último suspiro y ver qué propone” dice Elbi. Y sigue “Es probable que yo, en Piano Canción, suene más tanguera que en ninguna otra situación porque te das todos los permisos. Hay una honestidad estética en el disco: es mucho de lo que somos ambos”.

Dos y dos son cuatro, cuatro y dos son seis, seis y dos son ocho. Hasta ahí. Así fueron editando, durante las primeras semanas de este 2018 –en simples de a dos– la totalidad de las canciones. Piano canción ya tiene su edición online y pronto será en físico, al que le agregarán una canción: “Everybody knows” de Leonard Cohen. “Le hice un arreglo que apunta un poco a la milonga y, creo, ¡va como piña!”. Es entonces en Piano canción donde se escucha ese latido primero y esencial del género y de la composición: sólo el piano de Elbi y la voz de Alejandro. Un latido íntimo, cancionístico y tanguero. Nocturno –se grabó en un par de largas noches en pleno barrio de Almagro.

Además de Maciel/Blomberg, Tuñón/Cedrón, Mora/Contursi y composiciones propias, aquí se le animan, por ejemplo, a pensar en clave de tango canciones como “Corazón delator” (Cerati) y, en una versión wagneriana y exquisita, “Héroes” de David Bowie.

Hay un gesto repetido en muchos de los músicos y compositores del tango del siglo XXI: todos están muy atentos a sus pares, a sus contemporáneos. Algo muy colectivo.

–El tango tiene algo más puesto en la obra que en el intérprete. Me parece. A ver: es importante que yo toque y que tengamos nuestros seguidores, pero en el fondo un tanguero lo que quiere es que el tango explote, no tu grupo o tu banda. Hay una actitud de movimiento que no se si otros géneros lo tienen. En el tango eso nos ha permitido resistir y durar y sentirnos parte de algo más.

¿Quién puede, en definitiva, atrevérsele a toda esta brava muchachada y decirles que lo que hacen no es tango? ¿Quién a Peralta, a Guyot, a Guerrero, a Laso, a Venturín? ¿Quién a Schissi, a Olalla, a Di Raimondo, Rubin, Lagos, Serén y más y más?

“Todo el tiempo se están creando cosas. Y a la vez nos hemos tenido que ir habilitando a poder hacer ciertas cosas. Recuerdo escuchar a Liliana Herrero en una charla que dio aquí: no quedarse en el cliché, en el estereotipo; sino entender cuál es la pulsión y el mensaje, la intención de un género musical. Y no preocuparse por el gesto liviano. Aprender a conocer el género desde un lugar más profundo. Y en eso estamos”.

Como si cavara un pozo para ver si hay agua. Y no encontrara sino un torrente, este río musical.

Elbi Olalla estará presentando Piano canción junto a Alejandro Guyot el viernes 9, a las 21, en Café Vinilo, Gorriti 3780, y el sábado 10 en Casa Pesci, 53 Nº 506 entre 5 y 6, a las 21, La Plata. Altertango presentará Sie7e en abril en La Tangente.